SABÍAS QUE ? El triunfo de «la Gloriosa» (1868)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. La vida de los misioneros jesuitas durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX solía estar en peligro porque las autoridades extranjeras eran hostiles a sus tareas de conversión y los perseguían incluso hasta darles muerte. Sin embargo, en países como India o China se les consideraba hombres de sabiduría y ciencia.

 

28 de septiembre

 

 El triunfo de «la Gloriosa» (1868)

El reinado de Isabel II —sobre todo los dos últimos años— estuvo caracterizado por una crisis parlamentaria notable en la que ni la Constitución (de 1845) ni las Cortes servían para mucho. Ni el Partido Moderado, más afín al régimen y mejor ubicado en el sistema, ni el Progresista, que apenas tuvo un bienio de gobierno, ni la Unión Liberal, partido también moderado que reunió a unos cuantos de uno y otro signo, solucionaron uno solo de los problemas que atenazaban la vida de la sociedad española. Un cuarto partido, el Demócrata, surgido de una escisión de progresistas en 1849, fue el que abogaría por una verdadera soberanía nacional, por los derechos individuales y por el sufragio universal.

En el último bienio del reinado de Isabel II, determinados sectores políticos y sociales —e incluso militares, que ya no estaban interesados en seguir defendiendo una monarquía muy desprestigiada— se pusieron de acuerdo para llevar a cabo una revolución. En agosto de 1866, progresistas y demócratas firmaron un acuerdo en Ostende (Bélgica) en el que se ponían como objetivos prioritarios «destruir lo existente en las altas esferas de poder» y nombrar una Asamblea Constituyente que decidiera, bajo un Gobierno provisional, el futuro del país, «cuya soberanía era la ley que representase, elegida por sufragio universal directo».

La crisis económica de 1866-1868 agravó aún más la política. A los motores ideológicos que pusieron al país en ebullición en el verano de 1868 se unieron los militares y, casi por primera vez en la historia, las clases populares, incluso las capas más inferiores. Aunque el primer golpe fue militar (Topete, Prim, Serrano), fue apoyado por políticos como Sagasta o Ruiz Zorrilla, secundados por gran parte de la burguesía y más tarde por la clase trabajadora tras la manifestación regeneracionista con la que el almirante Topete se había levantado con su escuadra en el puerto de Cádiz el 17 de septiembre, entonando un «¡Viva España con honra!».

Los días posteriores fueron de total apoyo a la revolución, la Gloriosa, como comenzó a llamarse. Con juntas revolucionarias instituidas en muchas ciudades españolas —la primera, Cádiz; después Sevilla, Málaga, Almería o Cartagena—, y con gran parte de sus poblaciones sumándose a las revueltas, en Madrid terminó organizándose un ejército, comandado por el marqués de Novaliches, Manuel Pavía (no confundir con el Manuel Pavía que acabó con la Primera República en 1874) y Luis Lacy, para enfrentarse a las fuerzas rebeldes que desde Andalucía se dirigían a la capital. Junto al puente de Alcolea, a unos diez kilómetros de Córdoba, el 28 de septiembre se encontraron ambas tropas. El resultado de la contienda decidió el inmediato futuro de España mediante el «sexenio revolucionario» o «democrático».

Isabel II, que, a pesar de las rebeliones y las revueltas, se encontraba veraneando en San Sebastián, tuvo que hacer las maletas, pero no para regresar a Madrid, sino para tomar el camino hacia Francia.


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