SABÍAS QUE ? La Compañía de Jesús es reconocida por la Iglesia (1540)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. La inserción de «Don Quijote» en el título del libro se produjo probablemente en el último momento, ya que en la documentación previa siempre se había utilizado el de El ingenioso hidalgo de la Mancha.

 

27 de septiembre

 

La Sociedad de Jesús, más conocida como la Compañía de Jesús, es una orden religiosa masculina fundada en París en 1534. Entre sus creadores destacó Ignacio de Loyola, que, mientras estudiaba en el parisino Colegio de Santa Bárbara, conoció a Pedro Fabro y a Francisco Javier, con quienes entabló una amistad basada en la fe cristiana y en el deseo de servir a Dios. Más tarde se unieron al grupo Diego Laínez, Simão Rodrigues, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla, unión que dio origen, en la capilla de los Mártires, en Montmartre, a la Compañía de Jesús, que fue reconocida por el papa Pablo III el 27 de septiembre de 1540.

Ignacio de Loyola falleció en 1556 y Diego Laínez pasó a hacerse cargo de la orden como padre general, título vitalicio para quien ejerce la dirección de la Compañía, cuyo órgano máximo es la Congregación General.

Entre sus objetivos destacan los de sostener y difundir la fe cristiana, en alabanza y consecución de una vida espiritual en armonía con la vida cotidiana, el agradecimiento al Creador y el sometimiento a la voluntad de la Iglesia y del papa, para lo cual se preparan intelectualmente mediante estudios teológicos, de idiomas y humanísticos. La educación es para la Compañía un medio evangelizador, por lo que se fundaron centros educativos de todos los niveles. Su ideario está reflejado en las Constituciones de la Compañía, de profunda obediencia a las jerarquías eclesiásticas y riguroso sustento de la fe. Ad Maiorem Deo Gratiam es el lema de la Compañía y su emblema son las iniciales IHS (Iesus, Hominum Salvator) que Ignacio de Loyola plasmó en su sello.

Desde sus inicios se han opuesto a cualquier ataque a la Iglesia que defienden; son acérrimos perseguidores del protestantismo y defensores de la Contrarreforma. De hecho, participaron de forma destacada en el Concilio de Trento y lucharon para arrebatarles el poder a los protestantes en vastas regiones de Centroeuropa. Aunque la Compañía fue vapuleada en pleno auge del Humanismo, resultó imprescindible en la Contrarreforma del siglo XVI y cuando los misioneros jesuitas comenzaron a actuar fuera de Europa.

La pérdida del poder de la Iglesia y la prédica iluminista sobre los soberanos hicieron que naciera el despotismo ilustrado, cuyas monarquías se opusieron a los jesuitas, que, por ejemplo, fueron expulsados de Portugal. En 1763 las órdenes jesuitas se disolvieron en Francia, y cuatro años después, por la Pragmática Sanción de Carlos III, sucedió lo mismo en España. En América promovieron el sistema de «reducciones» para facilitar la evangelización y adaptación a las costumbres europeas de los indígenas, lo que en muchas ocasiones contrarió a los grupos gobernantes, que ordenaron su expulsión.

En 1773, el papa Clemente XIV suprimió la orden, decisión que no fue acatada en Rusia, Inglaterra, Prusia y Polonia. El papa Pío VIII los readmitió después de cuarenta años de proscripción, pero volvieron a ser expulsados de Italia tras la unificación, así como de Alemania. Su nueva patria fue Estados Unidos, adonde se dirigieron para continuar con su misión evangelizadora. En 1932, la Segunda República suprimió la Compañía de Jesús, que perdió numerosas posesiones, aunque el franquismo restauró parte de sus derechos en 1938.


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