SABÍAS QUE ? Entronización de Abderramán III como emir de Córdoba (912)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Hermann Joseph Muller, prestigioso biólogo estadounidense, llegó a afirmar que la vida artificial se creó en 1955 gracias al experimento de Severo Ochoa.

2. Entre sus más de cien distinciones recibidas por distintas universidades y centros científicos de todo el mundo destaca, por curiosa, la que recibió, en plena guerra fría, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, que en 1966 le hizo miembro de la institución.

3. De Severo Ochoa es la frase que años después se haría muy popular: «El amor es la fundición de física y química».

 

16 de octubre

 

 Entronización de Abderramán III como emir de Córdoba (912)

Unificador del poder musulmán en la península Ibérica, Abd al-Rah­man III (Córdoba, 891-Medina Azahara, 961) fue el creador del califato de Córdoba y el último rey del emirato. Con veintiún años sucedió a su abuelo, Abd Allah, en el trono, el 16 de octubre del año 912, circunstancia que no deja de ser excepcional, ya que ninguno de sus tíos —su padre había fallecido— pretendió el emirato. Es más, según Una crónica anónima de Abd al-Rahman III al-Nasir (editada por Lévi-Provençal y García Gómez), «los primeros que le juraron fueron sus tíos paternos […] los cuales vinieron a verlo con mantos y túnicas exteriores blancas, en señal de luto». Una vez terminada la larga ceremonia, celebrada en palacio de Maylis al-Kabi de Córdoba, Abderramán «dejó el trono para hacer la oración fúnebre por su abuelo e inhumarlo en su sepulcro de la Rawdat al-Julafa de Córdoba».

El nuevo emir inició así un reinado cuyas prioridades serían poner fin a las disidencias internas (rebeliones de los muladíes y de Omar ibn Hafsún en la serranía de Ronda) y unificar el territorio de al-Ándalus. Al año siguiente, Sevilla, donde los banu Hachchach, de origen yemení, habían creado un principado independiente, se reintegró en el reino andalusí. Bobastro (en el término municipal de la actual Ardales, en la provincia de Málaga), poblado que Ibn Hafsún había elegido como capital de sus dominios, resistió hasta el año 928, a pesar de que el líder de la rebelión había muerto once años antes. Ese mismo año Abderramán estableció también su autoridad en Lorca y Murcia, por lo que casi todo el territorio de al-Ándalus estaba nuevamente bajo el control del emirato de Córdoba, aunque aún no se habían sofocado las rebeliones muladíes (cristianos convertidos al islam y musulmanes hijos de matrimonios mixtos) de las regiones fronterizas.

Una vez dominado casi todo al-Ándalus, en el año 929 Abderramán se hizo proclamar príncipe de los creyentes y califa, siguiendo los pasos de sus antepasados, los omeyas de Damasco. Lo primero que hizo como califa fue intentar recuperar Mérida, algo que logró unos meses después. Ya solo quedaban Badajoz y Toledo, aunque no tardaron en caer: en 930 la primera, y en 932 la segunda.

En 938 acabó de conquistar el resto de al-Ándalus con la toma de Zaragoza, y a partir de aquí comenzaron sus luchas exteriores contra los fatimíes y los reinos cristianos. A sus pretensiones expansionistas —tras la muerte de Ramiro II de León, en 951, se benefició de las diferencias que separaban a los reinos cristianos para imponer su autoridad frente a ellos— unió su afán por convertir Córdoba en una gran urbe y un importante centro científico y artístico. Durante su reinado la ciudad alcanzó un esplendor cultural sin parangón en Occidente. Abderramán fue quien amplió el patio de la mezquita, construyó en él un nuevo alminar y mandó edificar, cerca de la capital, el gran conjunto palatino de Madinah al-Zahra, donde falleció a los setenta años de edad.


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