SABÍAS QUE ? Felipe II, rey de Portugal; rey del mundo (1581)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Aquel año, la UGT pasó de unos pocos miles a tener cerca de sesenta mil afiliados (en 2015 tenía más de un millón).

2. Un año después, en abril de 1977, la UGT y las demás organizaciones sindicales fueron legalizadas, ya bajo el Gobierno de Adolfo Suárez.

 

16 de abril

 

Con la anexión de Portugal y sus colonias en 1581, el rey Felipe II lograba que los grandes imperios coloniales ultramarinos de las dos potencias ibéricas —los más extensos de la época, surgidos del periodo de exploración marítima y conquista de los siglos XV y XVI— se unieran bajo un mismo soberano, dando lugar al primer imperio planetario de la Historia. Sus súbditos lo ensalzaron como «señor de Oriente y Occidente», aunque otros denunciaron su sed de poder.

Los dominios de Felipe en el continente —gran parte de Italia, el Franco Condado y Flandes— quedaban completados con la adquisición del reino europeo más occidental, a lo que había que sumar la alianza familiar con los soberanos del Sacro Imperio, la otra rama de los Habsburgo. El ideal de la Monarquía Hispánica iniciada un siglo antes se reflejaba ahora a la perfección en la figura de Felipe II, ferviente católico.

La unión de España y Portugal suponía sancionar la confluencia económica y estratégica que se apuntaba desde los años anteriores, y esto pese a que en las Cortes de Tomar, donde se le proclamó rey de Portugal el 16 de abril de 1581, Felipe II había garantizado a los portugueses el control de sus posesiones de ultramar y su independencia y exclusividad comerciales.

El emperador estaba convencido de que Dios le había elegido para gobernar y de que gozaba de su protección para alcanzar cualquier meta que se propusiera. Los triunfos de Felipe II, coronados por esta anexión, supusieron que en el monarca español se concentrase el mayor poder territorial y naval que se había conocido hasta la fecha. Las demás potencias europeas se preguntaban si se podría poner límite al poder del rey de España. Francia, el Imperio otomano y, sobre todo, Inglaterra y los holandeses eran los más directamente amenazados por el poder de Felipe II, por lo que se pusieron manos a la obra para combatirlo. Por ejemplo, el corsario inglés Francis Drake circunnavegó el planeta entre 1577 y 1580 y atacó diversas posesiones españolas e incluso la propia península Ibérica (Cádiz en 1587). En Europa, la resistencia contra la hegemonía española se concentró en Flandes, con una Isabel I de Inglaterra apoyando abiertamente la rebelión flamenca y enviando a los Países Bajos un destacamento que provocó la guerra con España.

El desastre de la Armada en 1588 frenó en seco las aún más ambiciosas expectativas expansionistas de España. La invencibilidad de la Monarquía Hispánica había sufrido un duro golpe. En la década de 1590, las fuerzas imperiales se estaban agotando, al mismo tiempo que las del rey, cada vez más encerrado en el monasterio de El Escorial, donde murió, en septiembre de 1598, tras una larga agonía. El balance del imperio de Felipe II es, no obstante, positivo. Algunos historiadores consideran la monarquía española de este periodo como un primer ensayo de globalización, un intento de difundir a escala mundial los modelos económicos, culturales y sociales del Occidente europeo.


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