SABÍAS QUE ? Carlos III se hace cargo de la Corona de España (1759)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Aquel 8 de diciembre, la Inmaculada fue proclamada protectora de los Tercios Españoles; el mismo día de 1854, el papa la expuso como dogma de fe, y en 1892, una real orden de la regente María Cristina de Habsburgo la declaró patrona del arma de Infantería del Ejército de Tierra español.

2. La actual iglesia de Empel exhibe una placa y un cartel que hacen referencia a esta batalla y a aquel «milagro».

 

9 de diciembre

 

 Carlos III se hace cargo de la Corona de España (1759)

Felipe V, que había abdicado la Corona en su hijo Luis a los cuarenta años de edad (1724), a los veintitrés de su reinado tuvo que ceñírsela de nuevo, a instancias de su segunda esposa, por el prematuro fallecimiento de su primogénito. En efecto, Isabel de Farnesio ya tenía planes para su primer hijo, Carlos, de ocho años de edad, quinto vástago del monarca. Sin embargo, no pudo evitar que, veintidós años después (1746), el tercer hijo de María Luisa Gabriela de Saboya se convirtiera en rey cuando el monarca falleció. Nada más sentarse en el trono, Fernando VI desterró a su madrastra al palacio de La Granja de San Ildefonso, pero ella esperó acontecimientos, sobre todo después de que la reina consorte falleciera, en 1758, sin haberle dado un heredero a la Corona. El buen rey murió sin descendencia, tras un año sin ejercer su título, sumido en la locura.

Mientras Felipe V fue rey, Isabel consiguió que su hijo Carlos —por los Pactos de Familia— se convirtiera en rey de Nápoles y Sicilia (1734) cuando solo tenía dieciocho años. Con tal experiencia llegó a Madrid el 9 de diciembre de 1759 el nuevo rey de España, después de haber exhibido en Europa buenas dotes de diplomático y haber practicado una política encaminada a la unión de las Dos Sicilias, al mejoramiento de sus infraestructuras y al renacimiento cultural en los territorios del sur de Italia. Isabel de Farnesio asumió la regencia a la muerte de su hijastro Fernando (10 de agosto) y rápidamente llamó a su hijo Carlos.

Era un día lluvioso y desapacible cuando el nuevo monarca entró en Madrid. Al parecer, estaba atónito por el aspecto que tenía la capital: como definió uno de sus biógrafos, dijo que parecía una «pocilga». Aun así, el recibimiento que le dedicó su ciudad natal fue excepcional. Los ciudadanos flanquearon el lento y ceremonioso paso de su séquito desde la calle de Alcalá hasta la calle Mayor, pasando por la Puerta del Sol, camino del nuevo Palacio Real, ya que el edificio que lo vio nacer (el Alcázar) había sido demolido tras el incendio sufrido precisamente a finales del año en el que él asumió el gobierno del reino de Nápoles, esto es, un cuarto de siglo atrás. En las dependencias de su nuevo hogar —tendría que competir con el Palacio de El Pardo y los puestos de caza del monte que rodea el Real Sitio—, su madre lo esperaba para transmitirle los poderes de rey.

Carlos III es el monarca que mejor representa la monarquía ilustrada en España. Desde que llegó a la ciudad, que tuvo en él, según la tradición popular, a su mejor «alcalde», procuró seguir la línea reformista de gobernación que se había impulsado durante todo el siglo XVIII, para lo cual supo iluminarse bajo las luces seculares y dieciochescas de entonces y rodearse de los mejores políticos de la época (Esquilache, Aranda, Campomanes o Floridablanca). Cuando Carlos III murió en 1788 dejó un país —con sus colonias de ultramar— que enfilaba el camino hacia la prosperidad, aunque las tres generaciones siguientes se encargaron de desviarlo.


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