SABÍAS QUE ? Fallece Miguel de Unamuno (1936)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. La durísima sentencia del Proceso 1.001 traspasó las fronteras, y en muchas ciudades europeas hubo manifestaciones de protesta y a favor de la amnistía.

2. Un año después, el Tribunal Supremo rebajó las penas a todos los encarcelados de 163 a 35 años.

3. Nada más llegar al trono, Juan Carlos I indultó a Marcelino Camacho (diciembre de 1975).

 

31 de diciembre

 

 Fallece Miguel de Unamuno (1936)

La última etapa de la vida de Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936), que coincide con la Segunda República y el comienzo de la Guerra Civil, refleja las vacilaciones y contradicciones, producto de su peculiar intelectualidad, que el escritor presenta, tanto deliberada como inconscientemente, en casi toda su obra literaria. Su pensamiento se movió con la experiencia, casi siempre decepcionante, que España le iba proporcionando: un republicano asqueado por la República y un sublevado horrorizado con la sublevación.

Formado en la Universidad de Madrid como filósofo, obtuvo por oposición la cátedra de Lengua y Literatura Griega en la Universidad de Salamanca (1891), de la que veinte años después fue nombrado rector. Criticado por sus ideas republicanas, en 1923 fue desterrado a Fuerteventura por la dictadura del general Primo de Rivera, y, una vez levantado el castigo, marchó a París, donde residió hasta que la dictadura acabó (1930). Elegido concejal republicano en Salamanca, fue nombrado rector perpetuo de la Universidad de dicha ciudad cuando cumplió setenta años.

Miguel de Unamuno fue un pensador preocupado por problemas trascendentes. Sin ser filósofo en el sentido estricto, ya que no condensó sus doctrinas en un conjunto congruente de escritos, toda su obra es profundamente filosófica, centrada sobre todo en dos temas que le preocuparon enormemente: el problema del hombre y, más concretamente, el de su inmortalidad, y el problema de España. Más que la fe, fue la duda martirizadora la que inspiró sus mejores páginas. Adscrito por la crítica literaria en la Generación del 98, su estilo personal, castizo y paradójico, con lenguaje depurado, expresivo y claro, influyó notablemente en toda una generación. La originalidad de su pensamiento lo encumbró como uno de los más grandes humanistas de la España de principios de siglo.

La trayectoria de su pensamiento puede seguirse en obras como En torno al casticismo (1895), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Mi religión y otros ensayos breves (1910), Contra esto y aquello (1912), Del sentimiento trágico de la vida (1913) o La agonía del cristianismo (1925), y sus inquietudes están presentes en novelas como Paz en la guerra (1895), Amor y pedagogía (1905), Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), La tía Tula (1921) y San Manuel Bueno, mártir (1930). También escribió versos en Poesías (1907), Rosario de sonetos líricos (1911), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927); y probó con el teatro en La esfinge (1898), Fedra (1910), Sombras de sueño (1926), Hermano Juan (1929) o El otro (1932, escrita seis años antes).

Comenzada la Guerra Civil, en el verano de 1936 se encontraba horrorizado por la violencia de «las inauditas salvajadas de las hordas marxistas». Unamuno, que había visto en los sublevados una esperanza regeneracionista, pronto volvió a asquearse por sus acciones. Sus dos últimos meses de vida, apartado de la rectoría de la Universidad de Salamanca y despojado de su acta de concejal de la misma ciudad, los pasó en el interior de su atormentado cerebro, donde su arresto domiciliario lo había alojado.


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