SABÍAS QUE ? Tratado de Permuta en Madrid entre España y Portugal (1750)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Más de mil edificaciones de la ciudad sufrieron graves daños durante los dos últimos meses del conflicto bélico.

2. Debido al aislamiento de la ciudad, Cartagena tuvo que acuñar moneda propia: el duro cantonal.

 

13 de enero

 

La división de las colonias pertenecientes a España y Portugal en las costas atlánticas más meridionales había generado numerosos problemas que acabaron en altercados durante gran parte de la época colonial. El descubrimiento de nuevas tierras en otras latitudes, como las Indias occidentales, obligaba a revisar el Tratado de Alcaçobas (1479), que ponía orden en las islas atlánticas más próximas (Azores, Madeira, Canarias) y en la costa occidental africana. Como resultado se firmó el Tratado de Tordesillas (1494), que delimitaba las áreas de acción de las expediciones portuguesas y españolas en el Nuevo Mundo.

Dos siglos y medio después, este convenio no resultaba satisfactorio para ninguno de los dos países y la solución se encontró en la redacción de un nuevo acuerdo: el Tratado de Madrid, o de Permuta —para diferenciarlo del de 1526, firmado precisamente un 14 de enero, y del que se hablará dos páginas más adelante—, que se ratificó en la capital española el 13 de enero de 1750. Este contrato determinaba los límites de soberanía de los dos territorios coloniales sudamericanos, reuniéndolos en una especie de fuerza centrípeta y poniendo toda la intención en acabar definitivamente con las contiendas de ultramar entre los dos reinos.

El tratado establecía que el límite de la frontera de los dominios españoles y portugueses estaría en el punto medio entre la desembocadura del río Madeira (en el centro del actual Brasil) y la desembocadura del río Mamoré (en la frontera sur con la actual Bolivia), siguiendo en línea recta hacia el oeste hasta el río Yavarí (en la frontera con el actual Perú).

Los diplomáticos portugueses, quizá mucho más despiertos que los españoles —al menos respecto a sus intereses en el enorme territorio del actual Brasil—, fundamentaron el intercambio territorial en el principio romano del uti possidetis, uta possideatis, que viene a decir que «lo que tienes de hecho te pertenece por derecho», o lo que es lo mismo, que la tierra debe seguir siendo explotada por quienes ya se encontraban en ella. En la práctica esto significaba que los paralelos y meridianos dejaban de tener vigor y que aquellas propiedades, misiones, colonias y otros establecimientos humanos dispersados o aislados en territorio contrario debían cederse a su soberano.

De esta manera, las misiones jesuitas situadas al este del río Uruguay pasaron a manos portuguesas (más o menos lo que hoy es el estado de Rio Grande do Sul), y la Colonia del Sacramento, a españolas. Portugal conseguía así extenderse hacia el sur por el litoral atlántico y por el oeste amazónico, pero, al menos, España controlaba el Río de la Plata y los dominios meridionales. Aunque portugueses y españoles hicieron numerosas permutas, el Tratado de Madrid tuvo vigencia unos setenta años, pues el proceso emancipador de América lo «abolió» definitivamente.


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