SABÍAS QUE ? Fallece san Ignacio de Loyola (1556)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Hasta setenta cajones llenas de muestras de todo tipo llegaron al Museo de Historia Natural.

2. Cuando la expedición llegó a Panamá, en 1790, los científicos concibieron la idea de abrir un canal.

3. En Alaska descubrieron que el imaginario paso de Anian, descrito por Lorenzo Ferrer Maldonado en 1588, no era más que una invención.

 

31 de julio

 

 Fallece san Ignacio de Loyola (1556)

Íñigo López de Recalde, que fundó en 1543 la Compañía de Jesús, nació en el seno de la Casa de Loyola (hoy en el municipio de Azpeitia, Guipúzcoa), ubicada en el valle del río Urola, en el año 1491. La forma castellana de su nombre, Ignacio, la adoptaría ya de mayor, producto de su admiración por san Ignacio de Antioquía.

Ignacio se crió en la casa del contador mayor de los Reyes Católicos, Juan Velázquez de Cuéllar, en Arévalo (en la provincia de Ávila). La esposa de este presentó al joven al duque de Nájera, Antonio Manrique, a la sazón virrey de Navarra, para convencerle de que optara por la carrera de las armas. Herido durante el sitio que los franceses pusieron a Pamplona en 1521, leyó durante su convalecencia varios libros piadosos y religiosos que le hicieron meditar. En el monasterio de Montserrat, después de hacer confesión general por escrito, ofrendó a la Virgen su espada y su daga, y tomó el hábito de penitente. Se retiró a Manresa, y en una cueva de los alrededores, se acostumbró a la vida austera y concibió sus Ejercicios espirituales (escritos hacia 1522 y publicados en 1548). Más tarde hizo una peregrinación a Roma y otra a Jerusalén. A su regreso comenzó sus estudios de Latín en Barcelona (1524), y dos años después, de Filosofía en Alcalá de Henares y Salamanca.

A los treinta y siete años se trasladó a París, donde conoció al na­varro Francisco Jasso Azpilicueta (san Francisco Javier), que fue su amigo hasta el final de sus días. En 1534 obtuvo el título de maestro en Artes (1534) y empezó a instruirse en la ciencia teológica. Fue en París donde conoció a los que habrían de ser sus primeros compañeros en la organización de la orden que fundó en 1543, bajo un primer lema de «servir a Nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo», y a la que se bautizó, con el permiso papal, como Societas Iesu, cuya constitución redactaría en 1554. En ella fijó tanto su principio fundamental, «A mayor gloria de Dios», que se convirtió en el lema de la compañía, como las normas por las que esta se había de regir: organización monacal, altruismo absoluto, obediencia a los superiores y, por supuesto, al papa; gran firmeza y decisión, reguladas tanto por la razón como por el deber; un valor a toda prueba, una gran constancia, la sencillez informada por la prudencia y el amor al prójimo. Es cierto que Ignacio de Loyola fue intransigente en lo referente a la disciplina («disciplinado como un cadáver», escribió), que aplicaba intensamente a su vida en comunidad, cualidad fundamental para una orden que había nacido rodeada de enemigos.

Fue en la ciudad eterna donde fundó como jesuita los colegios Romano y Germánico y donde falleció, el 31 de julio de 1556, tras una larga enfermedad, en su celda de la sede de la Compañía de Jesús. Poco antes había dictado su autobiografía a su secretario, el padre Gonçalves da Câmara. Ignacio de Loyola también escribió Deliberaciones sobre la pobreza y Diario espiritual.

En 1609 fue beatificado por el papa Paulo V, y en 1622, canonizado por Gregorio XV. La Iglesia católica celebra su festividad el día de su fallecimiento.


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