SABÍAS QUE ? La batalla del Salado (1340)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. La heredera de la ILE, la Fundación Giner de los Ríos, sigue en la misma sede a la que se trasladó la institución en 1884.

2. En la primera época del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, creado en 1877 y todavía activo, colaboraron, además de personajes españoles de talla internacional, otros extranjeros célebres, como Charles Darwin, John Dewey, Bertrand Russell, Rabindranath Tagore, León Tolstoi o H. G. Wells.

 

30 de octubre

 

 La batalla del Salado (1340)

En tiempos de Alfonso XI de Castilla (1311-1350), las disputas por el control del estrecho de Gibraltar con los nazaríes del reino de Granada era el mayor problema con que se encontraban los reinos cristianos de la península Ibérica. El último reducto del poder musulmán en la Península era, en efecto, Granada, pero no representaba ninguna amenaza más al norte de Despeñaperros. Por eso, para completar la reconquista de los territorios, había que controlar el tráfico marítimo entre el Atlántico y el Mediterráneo.

A mediados del siglo XIII, una nueva tribu bereber que acababa de aparecer en escena en Marruecos, los banu Marin, se hizo con el control del norte de África occidental, acabando con el poder de los temidos almohades. Ante la presión cristiana, hacia 1275 el reino de Granada pidió ayuda a la tribu emergente —que no ocultó sus intenciones de ir más allá de al-Ándalus—, pero tuvo que entregarles las ciudades fronterizas de Algeciras y Tarifa. En 1292, Sancho IV de Castilla consiguió recuperar Tarifa, pero los benimerines —como pasaron a ser conocidos entre los castellanos— intentaron tomarla una y otra vez, sin éxito.

En septiembre de 1340, los benimerines lograron sitiar la ciudad, que pudo resistir el asedio el tiempo suficiente para que el 29 de octubre tropas castellanas de Alfonso XI, portuguesas de Alfonso IV —que acababan de pactar en Sevilla los términos del ataque contra los invasores benimerines y el reino de Granada, respectivamente— y otros contingentes militares de Aragón e incluso de Inglaterra llegaran en su ayuda. La presencia de las tropas cristianas —comandadas por ilustres nobles castellanos, como don Juan Manuel, Garcilaso de la Vega el Joven, Juan Núñez III de Lara o Gil Álvarez de Albornoz, arzobispo de Toledo— obligó a los benimerines a abandonar el sitio de Tarifa al anochecer y replegarse hacia Algeciras a través del campo gaditano. Al amanecer del día siguiente, portugueses y castellanos les dieron alcance en las cercanías de Tarifa, en las orillas del río Salado (hoy un arroyo al norte de la ciudad). Una buena coordinación entre la infantería castellana, en la que intervino, al parecer, el propio monarca castellano, y la caballería portuguesa, más la inesperada intervención de la guarnición tarifeña, que sorprendió a los benimerines y nazaríes, produjo la desbandada de los musulmanes. Aun así, el campo de batalla quedó sembrado de cadáveres, casi exclusivamente «moros».

La batalla del Salado acabó definitivamente con los benimerines de al-Ándalus y ha pasado a la historia como la que inició el declive del reino de Granada, último bastión islámico en la península Ibérica. Aunque Gibraltar seguía en manos musulmanas, el estrecho pasó a estar dominado por los cristianos, motivo por el cual no volvió a producirse ningún desembarco más desde el norte de África. De esta forma los nazaríes quedaban aislados en medio de un mundo cristiano cada vez más unido y poderoso. La caída del reino de Granada era cuestión de tiempo si sus dos reinos amenazantes, Castilla y Aragón, unían sus fuerzas.


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