¿SABÍAS QUE…?
1. El papa Benedicto XII dictó una bula en la que definía esta campaña contra los benimerines de cruzada contra el islam.
2. De entre los trofeos de guerra repartidos, el rey de Portugal solo quiso una cimitarra y a un sobrino del sultán benimerín que había participado en la batalla.
31 de octubre
El Estatuto Real de 1834 había previsto una configuración bicameral de las Cortes, representadas por los próceres (cámara alta) y los procuradores del Reino (cámara baja). El término Congreso de los Diputados aparece por primera vez en la Constitución de 1837 para designar a la cámara baja de las Cortes, cuyos miembros eran elegidos por método directo y mediante sufragio censitario.
Terminada la Guerra de la Independencia, las Cortes del Reino, que se habían trasladado a Cádiz en 1810, de vuelta a Madrid en 1814, se reunieron del Colegio de la Encarnación —por poco tiempo, ya que Fernando VII las disolvió enseguida—, un edificio del siglo XVI que, restaurado y ampliado, se ha convertido en el actual Palacio del Senado. Durante el Trienio Liberal (1820-1823), las Cortes volvieron a tener aquí su sede y, años después, tras la «década ominosa» (1823-1833), se trasladaron a la iglesia del convento del Espíritu Santo, único edificio del complejo sito en la Carrera de San Jerónimo que se mantenía en pie tras el grave incendio ocurrido en 1823. Las necesidades de la nueva composición de las Cortes surgidas de la Constitución de 1837 hicieron que se proyectara un edificio nuevo para la cámara baja, ya que la alta había fijado su sede en el actual Palacio del Senado. Tras siete años reuniéndose en la malograda iglesia, en 1841 los procuradores se trasladaron al recién acabado Salón del Baile del Teatro Real, que aún no había sido concluido del todo.
En 1843 comenzaron las obras del nuevo edificio sobre el solar del convento del Espíritu Santo. De estilo neoclásico —algo tardío para la época, pero no por ello ha dejado de considerarse una de las obras maestras de la arquitectura neoclásica—, la obra de Narciso Pascual Colomer se dio por finalizada exactamente siete años después.
El 31 de octubre de 1850, la jovencísima reina Isabel II, acompañada de su marido Francisco de Asís, inauguraba, en solemne acto, el nuevo Palacio de las Cortes Españolas, o del Congreso de los Diputados. En la puerta principal aún no se encontraban los magníficos leones de Ponciano Ponzano que hoy flanquean su entrada —llegarían un año más tarde, aunque de yeso bañado en bronce—, sino dos farolas dispuestas simbólicamente para «iluminar» a los políticos. Tampoco en el salón de sesiones, su dependencia más famosa —conocida como «hemiciclo»—, se encontraban acabadas todas las obras de arte realizadas por los mejores artistas de la época que hoy pueden contemplar los diputados, incluidas las de la tiroteada bóveda. Además de los despachos de Presidencia, la sala de los ministros y la biblioteca, el salón de conferencias, también conocido como el de los «pasos perdidos», y el vestíbulo principal completaban las estancias fundamentales del Palacio de las Cortes, cuya extensión hoy es cuatro veces mayor.






