Oprah como actriz, intérprete, entrevistadora, narradora y presentadora de TV y cine 3 страница

Al oír el tsunami de elogios que brotaban de ABA, donde Oprah había generado oleadas de entusiasmo, los periodistas empezaron a llamar a Knopf, queriendo saber algo más del libro. El 9 de junio de 1993, quince semanas antes de la publicación, Erroll McDonald, el editor de Oprah, le dijo a The New York Times: « Dado que los medios se alimentan de Oprah, en gran medida, no queremos que canibalicen el libro antes de que salga». No tenía que haberse preocupado.

Seis días más tarde, Oprah llamó a la editorial. «Es la llamada más difícil que he tenido que hacer nunca […] pero […] tengo que retirar el libro […] No podemos publicarlo ahora […]. Tengo que posponerlo».

Después de intercambiar varias llamadas angustiadas con la editorial suplicando a Oprah que cambiara de opinión y Oprah deshaciéndose en disculpas, y llegando, en un momento dado, a ofrecerse a pagar a Knopf la fiesta de ABA en su honor, canceló oficialmente la publicación con una declaración que destrozó a los libreros. «Estoy en mitad de la curva de aprendizaje. Siento que todavía hay importantes descubrimientos que tengo que hacer».

Los titulares del día siguiente reflejaban la envergadura de aquella historia que se convirtió en noticia nacional:

 

• « El retraso del libro de Oprah deja a todos en suspenso» (USA Today)

«Sigue el torbellino de rumores, mientras Oprah permanece en silencio» (Los Angeles Sentinel)

«Más lecciones que aprender antes de que Oprah lo cuente todo» (New York Times)

«Oprah deja que su autobiografía se vaya por el desagüe» (Newsday)

«Oprah quería que el libro fuera más que un recitado» (Chicago Sun-Times)

 

Como era de esperar, el tabloide Star fue el más explícito: «¿Por qué Oprah prohíbe su libro sexy donde lo cuenta todo? »

Legalmente, Oprah podía echarse atrás de su compromiso con Knopf porque no había firmado un contrato estándar, sino simplemente una carta de acuerdo donde se decía que renunciaba a un adelanto sobre los royalties, pero que ella y la editorial dividirían los beneficios a partes iguales. Lo habitual es que los autores reciban un adelanto y, cuando las ventas del libro superan ese adelanto, reciban un porcentaje del precio de cada libro vendido, en concepto de derechos de autor. El acuerdo de copublicación de Oprah con Knopf era extraordinario y, considerando los primeros pedidos, estaba garantizado que sería fenomenalmente rentable tanto para la autora como para la editorial. La gente de Knopf, donde ahora llamaban Noprah al libro, trataron de poner buena cara ante lo que los analistas del sector calculaban que era una pérdida de veinte millones de dólares.

«Oprah ha pensado que necesitaba dedicarle más trabajo —le dijo Erroll McDonald a los periodistas—. Creo que el libro, tal como está, tiene mucha fuerza y es muy revelador, pero yo no soy el autor.»

El director del departamento de relaciones públicas y publicidad, William T. Loverd, trató de quitarle importancia a aquel golpe demoledor. «Oprah sentía que podía hacer un trabajo mejor —declaró—. No había bastante de ella en la obra. El libro sólo se ha pospuesto.»

Arlene Friedman, redactora jefe de Doubleday Book Club, dijo: «Pensábamos que era el libro que cualquier mujer querría leer».

«El libro es fuerte y sincero en extremo —afirmó Sonny Mehta, presidente y redactor en jefe de Knopf—. (Pero) es su libro y, por supuesto, nos atendremos a sus deseos. Esperamos con ilusión reanudar el trabajo en el proyecto, cuando ella esté dispuesta.» Y eso, como dicen los humoristas judíos, será un año después de Shavuos, la fiesta judía que nunca llega.

La publicista de Oprah se vio asediada por las llamadas de los periodistas que querían información sobre la súbita cancelación, e hizo todo lo que pudo para interpretar para ellos qué era, «la mitad de la curva de aprendizaje».

«Oprah creyó que era prematuro (publicarlo), porque hay muchas cosas positivas en su vida, en estos momentos, que le gustaría incluir en el libro, como su boda con Stedman y su reciente pérdida de peso por medio del ejercicio», informó Colleen Raleigh. Explicó que, desde su compromiso, Oprah estaba trabajando con su chef y su preparador para perder 38 kilos antes de su 40 cumpleaños, y estaba haciendo unos progresos excelentes, pero todo eso no convenció a los periodistas que siguieron presionando para averiguar la auténtica razón de que Oprah hubiera cancelado el libro, y preguntaron si era a causa de Stedman.

«No, no […] Su relación no tiene nada que ver —aseguró Raleigh—. No podría ser más sólida.»

Pese a todos los esfuerzos de la publicista, en todas las noticias sobre la cancelación del libro se insinuaba que el prometido de Oprah estaba horrorizado por lo que ésta había escrito sobre su pasada vida sexual, y señalaban que la pareja llevaba siete meses prometida oficialmente, pero que todavía no había fijado una fecha para la boda. Erroll McDonald trató de descartar la idea de que Oprah hubiera hecho descarrilar el libro debido a las objeciones de Stedman. «Esto querría decir que Oprah está a merced de lo que dicen otros —afirmó—, que no es capaz de tomar sus propias decisiones.» Pero ni siquiera él sabía qué había pasado en realidad.

Más confusas todavía eran las contradictorias historias que Oprah contaba sobre si Stedman y ella habían llegado a fijar, en algún momento, una fecha para la boda. En octubre de 1993, le dijo a Ebony:

 

Habíamos decidido que sería este otoño. Yo había acordado una cita con Oscar de la Renta. Iba a consultar el calendario para ver en qué semana las hojas de los árboles tendrían el mejor color y todo eso. Y entonces estalló todo eso del libro. Así que supongo que tendremos que empezar a hablarlo de nuevo.

 

Al mes siguiente (noviembre de 1993), informó a la revista Chicago:

 

Nos vamos a casar, claro. Pero no hemos fijado fecha. Nunca. Dejadme que lo repita: No… hemos… fijado… fecha. Así que, ¿cómo podríamos posponer la boda? Es una idea sacada de la nada por la prensa. No tiene nada que ver con la verdad de Stedman y yo […] Pero lo haremos (nos casaremos). ¿Contesta esto a su pregunta? Esa impresión de que hemos roto y hemos vuelto y hemos roto otra vez no es, absolutamente, categóricamente, verdad. No es verdad. Es una historia creada por los medios. Dejadme que lo repita; no es verdad […] nunca hemos roto. Ni una sola vez.

 

El mismo mes (noviembre de 1993), un periodista de McCall’s la entrevistó y vio los libros que había encima de su mesa: Weddings, de Martha Stewart, Wedding Readings, de Eleanor Munro, y un libro titulado Wedding Planner. Sin embargo Oprah afirmó: «Nunca he fijado una fecha para la boda. Es debido a los periódicos sensacionalistas y de chismorreos que la gente tiene la idea de que la boda se ha fijado y se ha pospuesto, varias veces. No tengo ninguna prisa en casarme. Me desagrada esa imagen de una mujer desesperada que quiere casarse».

Cuatro meses más tarde (febrero de 1994), le confió a Ladies’ Home Journal:

 

Hubo un momento en mi vida en que necesitaba el matrimonio para sentirme realizada. Pero ahora estoy muy satisfecha con mi relación […] Siento mucho haber mencionado el nombre de Stedman a la prensa. Es posible que todo esto de la boda no fuera una cuestión tan importante, si yo no lo hubiera mencionado.

 

Luego en Vogue (octubre de 1998), dijo:

 

Se suponía que íbamos a casarnos el 8 de septiembre de 1993, porque era el aniversario de boda de mi padre. Se suponía que mi libro, ese de la autobiografía, saldría el 12 de septiembre y Stedman dijo: «Va a confundirse todo. No puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo. Deberíamos posponer la boda». Y yo dije: «Bien, de acuerdo. La pospondremos.» Y, se lo aseguro, nunca hemos vuelto a hablar de ello. No es un problema. La relación funciona.

 

Quizá su comentario más revelador fuera el que hizo para el Daily Mail (febrero de 2006):

 

Me propuso en matrimonio hace unos diez años, así que reuní a unos cuantos amigos, y estaba temblando. Gayle dijo: «Es que estás un poco nerviosa.» Yo le dije: «No es que esté un poco nerviosa; es que estoy hecha un manojo de nervios; estoy temblando como un flan». Por entonces, llevábamos juntos casi una década. Ya habíamos elegido la fecha y se suponía que mi autobiografía saldría dos días después de la boda. Stedman dijo que no aprobaba el libro, porque contar la verdad sobre mi vida avergonzaría a mi familia y ¿por qué querría yo hacer una cosa así?

 

Aunque Stedman estaba enterado de la traumática infancia de Oprah y de los abusos sexuales que había sufrido, de su embarazo cuando era adolescente, de su promiscuidad, de su desastrosa aventura con un hombre casado en Baltimore, incluso del consumo de drogas en el pasado, no estaba preparado para la impresión de verlo todo allí de una forma tan cruda, en letra impresa. Tenía objeciones a que Oprah diera los nombres de los hombres de su familia que habían abusado sexualmente de ella y le trastornaba especialmente la dureza de lo que había escrito sobre su madre.

Durante años, Oprah le había estado diciendo a los telespectadores y a los entrevistadores que su madre la había abandonado poco después de que naciera. «No me quería —había dicho—. Nací en la vergüenza.» Fue sólo después de que su colaboradora, Joan Barthel, hiciera unas investigaciones preliminares cuando Oprah comprendió que su madre había estado con ella, en Kosciusko, los primeros cuatro años y medio de su vida, antes de dejarla al cuidado de su propia madre, Hattie Mae Lee, para irse «al norte» a buscar un trabajo mejor remunerado. Sin embargo, en su autobiografía Oprah culpaba a su madre de los abusos sexuales que sufrió después de trasladarse a Milwaukee, y Stedman protestó. «Tu madre no tiene ninguna necesidad de leer que no estuvo allí cuando la necesitabas», dijo.

Oprah también mencionaba a todos los que habían abusado de ella sexualmente, incluyendo a su tío favorito, Trenton Winfrey, que todavía vivía. Por añadidura, creía que su padre le había fallado cuando intentó contarle lo que su hermano le había hecho durante el verano de 1968. «Estaba furiosa con los que habían abusado de mí —confesó—. Y describí la escena de la violación con todo lujo de detalles. La soledad que sientes cuando tienes diez años y eres el juguete de alguien […] Yo no fui responsable. Ningún niño lo es. Aquellos hombres abusaron de mí, una niña pequeña. Y no hay nada más despreciable.»

También escribió sobre su embarazo a la edad de catorce años. «Pasé la mitad del tiempo negándolo y la otra mitad tratando de hacerme daño para perder al niño.»

Stedman creía que de unos asuntos tan privados había que hablar dentro de la familia y no en las páginas de un libro que todos podían leer. Más tarde, fue a Nashville para hablar con Vernon Winfrey, que llamó a su hija y luego fue a verla a su finca de Indiana para decirle que sentía como había reaccionado cuando ella le contó lo de la violación.

«Sé que ella piensa que no lo hice bien (cuando nos lo contó) —dijo Vernon—. Pero Trent (que murió en 1997) era mi hermano favorito. Estábamos desgarrados.» Más tarde, Vernon admitió que, probablemente, Trent era el padre del hijo de Oprah.

Oprah recordaba que la conversación con su padre en la finca había sido insatisfactoria. Él preguntó: «‘¿Te violaron? ¿Él te violó?’. Lo que estaba diciendo era: ‘¿Te forzaron en contra de tu voluntad? ¿Participaste activamente?’. Fue entonces cuando yo le dije: ‘No lo entiendes. Cuando tienes trece años (sic) y estás en el coche y está pasando, es una violación».

Oprah también había escrito sobre su consumo de drogas y sobre fumar crack con su amante casado, en Baltimore. «Me parecía que era más abierto y más cariñoso conmigo (cuando tomábamos drogas). Había oído hablar de que Richard Pryor tomaba freebase, pero cuando me la ofrecieron a mí, no sabía que eso es lo que era.» Fue un reconocimiento valiente por parte de Oprah. Más tarde habló públicamente de su consumo de drogas, porque, como dijo: «Hay algunas personas que sabían que estaba en el libro y amenazaban con ir a la prensa. Es decir que, como soy una persona pública, cada vez se le añadía más vergüenza al secreto.»

Admitió que había fumado crack en el cómodo ambiente de su propio programa, en 1995, mientras empatizaba, llorosa, con dos adictas que se estaban recuperando. «Yo tomé su droga», le dijo a una mujer adicta al crack, y estas cuatro palabras se convirtieron en titulares. La periodista británica Ginny Dougary encontró que la confesión de Oprah era un poco como decir «Bueno, y qué?». «Las revelaciones sensacionalistas, incluyendo las de la propia presentadora, son la especialidad del programa —escribió—. (Pero esta vez) no escandalizó a nadie, después de todo el jaleo de la prensa, porque Oprah nunca especifió la naturaleza precisa de su consumo de drogas.» Dougary le preguntó si era adicta a la cocaína: «No, no era adicta», contestó Oprah. Años más tarde Randy Cook, el que fue su compañero de piso y drogas durante cinco meses, en 1985, contradijo esta afirmación.

Oprah reconoció que, comprensiblemente, a su prometido no le entusiasmó lo que había escrito. «No dijo nada que fuera demasiado explícito ni que no debiera decirse. Dijo que no tenía la fuerza suficiente.» Oprah creía que a su libro le faltaba «claridad» e «introspección» y Stedman, devoto de los libros prácticos y de autoayuda y decía que le faltaba «inspiración». Quería que el libro fuera más que una autobiografía. «Mis experiencias tenían que dar fuerza a los demás —dijo Oprah— y sentido a la vida.»

Sin embargo, las objeciones de Stedman al tono y al contenido del libro no fueron la única justificación para la cancelación. En una conversación privada con un hombre que recibió una llamada telefónica de Oprah, esta dijo: «La razón de que retirara el libro fue que Maya Angelou vino a verme después del gran anuncio de la ABA y me preguntó: “¿Hay algo en el libro que esté exagerado? ¿Hay algo en el libro que no sea verdad?”. Le contesté: “Bueno, sí, hay escritas algunas cosas para que suenen bien. Tú ya lo sabes. Algunas cosas son, ya sabes […]”».

«No, cariño, no lo sé —dijo Maya—. Sólo sé que no puede haber ni una sola historia exagerada, ni una sola mentira, ni un solo recuerdo adornado. No puede ser. Y si lo hay, entonces retira el libro. No lo publiques.»

Angelou comprendía la tendencia de su amiga a adornar las cosas, en busca de efecto, quizás hinchar una anécdota para conseguir unas risas o un poco de comprensión. Angelou, que quería a Oprah como si fuera su hija, no quería verla humillada por los medios, que, como dijo, la atacarían con saña si descubrían historias fabricadas.

Curiosamente, a una de las editoriales que leyeron el manuscrito, pero no lo adquirieron, les preocupaban más las duras verdades de Oprah que sus leves mentiras; en particular, lo que escribió sobre prostituirse; era la primera vez que usaba esa palabra para describir su promiscuidad de adolescente.

«En aquel momento, le dije que no tenía ninguna necesidad de contarle eso a la gente —declaró el editor—. No era necesario que todo el mundo supiera que había sido prostituta. Además, sabía que lo vería en letra impresa y se echaría atrás, que es exactamente lo que hizo. He publicado las suficientes memorias de famosos como para saber lo que puede pasar entre el entusiasmo inicial de vender su historia y publicarla realmente. Una vez que ven en la página el sórdido material que dejaron atrás al trepar hacia la cumbre, se echan atrás. O simplemente lo borran o bien lo escriben de nuevo […] Se llama historia revisionista.»

La historia de los días de Oprah como prostituta adolescente ya habían sido revelados parcialmente por su hermana, en 1990, en el National Enquirer, pero entonces los principales medios de comunicación no prestaron atención a lo desvelado por ese periódico, así que los que no leían la prensa de supermercado no tenían ni idea del sórdido pasado de Oprah, excepto lo que ella misma decidía desvelar en su programa. Estaba garantizado que el hecho de admitir en su autobiografía que había sido prostituta —esa era la dura verdad, la versión sin maquillar de lo que su hermana había descrito al decir que Oprah ganaba dinero metiendo hombres a escondidas en su casa y «montándolos»— iba a salir en los titulares. Y reconocer un hecho como este iba a ser especialmente difícil para su padre, que seguía sin poder usar la palabra «prostituta» para describir a su hija adolescente. Hasta el día de hoy, su padre, no puede enfrentarse a esa verdad y sigue calificando aquel turbulento periodo de la vida de su hija Oprah diciendo que era uno de sus «oscuros secretos».

A Oprah le preocupaba tanto la advertencia de Angelou que la convocó a ella y a otros seis amigos, igualmente íntimos, a su finca de Indiana, para pasar el fin de semana de después del de ABA. Les dio a los siete, incluyendo a Stedman y Gayle, copias del manuscrito y les pidió su sincera opinión sobre si debía seguir adelante con la publicación. Como un solo hombre, todos le recomendaron que la cancelara. Durante ese fin de semana, hicieron que se diera cuenta de que algunas personas podían mostrarse poco comprensivas al descubrir que lo que ella siempre llamaba su «promiscuidad sexual de adolescente» era en realidad prostitución. Por haber sido sometida a abusos sexuales de niña, había cosechado una gran compasión entre el público, que la veía como víctima de unos depredadores despiadados y como alguien que había seguido adelante para hacer grandes cosas y ayudar a otras víctimas. ¿Por qué estropearlo ahora? ¿Por qué presentar algo que podía borrar toda la buena imagen que había acumulado? Los telespectadores quizá no estuvieran preparados para aceptar que su heroína era una antigua puta ni pasar por alto el abismo que hay entre la promiscuidad adolescente y venderse por dinero. Nadie quería que Oprah socavara el pedestal en el que estaba. «¿Para qué darles algo con que golpearte?», fue la reacción general de los que querían protegerla. Había construido una imagen pública reverenciada como alguien que había triunfado sobre el racismo, la pobreza y los abusos sexuales, y ahora, reconocer algo de este cariz podría hacer que todo eso se tambaleara. Sus enemigos irían a por ella, sus fans podrían sentirse traicionados y sus patrocinadores quizá se retiraran. Sencillamente, era un riesgo demasiado grande.

En el pasado, Oprah controlaba la publicación de información sobre sí misma, excepto las revelaciones relativas a su embarazo adolescente y que su hermana hacía a los tabloides. Su hermana había hecho alusión a su prostitución, pero incluso en ese caso, Oprah había emitido un comunicado cuidadosamente redactado sobre su embarazo y le habían permitido que se refugiara en el silencio, sin verse sometida a las incisivas preguntas de los periodistas. Sin embargo, ahora, con la publicación del libro no le concederían el lujo de esa clase de control en una gira promocional por treinta ciudades, durante la cual le podrían hacer la clase de preguntas que, con frecuencia, ella hacía a otros, en especial a las mujeres jóvenes que se habían vendido por dinero.

Si leemos el título de unos cuantos de los programas anteriores de Oprah, veremos cómo intentaba explorar el tema de la profesión más vieja del mundo, la prostitución:

 

• « Semblanza de las prostitutas» (6/11/1986)

«Prostitutas y madadamas» (29/10/1987)

• « Amas de casa prostitutas» (5/9/1988)

• « Adolescentes de las zonas residenciales: Las nuevas prostitutas» (25/9/1988)

• « ¿Quién acude, realmente, a las prostitutas?» (31/10/1996)

• « Vivir una vida secreta» (21/9/2004)

• « Niños vendidos como esclavos sexuales» (2/11/2005)

• « Dentro de la vida de jóvenes prostitutas» (8/5/2006)

• « Dentro del famoso Bunny Ranch Hotel» (29/4/2009)

 

Después de oír la verdadera historia de Gloria Steinem sobre una mujer a la que encarcelaban por prostitución y se preguntaba por qué sus chulos y sus clientes no estaban en prisión con ella, Oprah quería interpretar a una prostituta en la pantalla. La mujer fue a la biblioteca de la cárcel en busca de libros de leyes y, cuando la soltaron, continuó estudiando hasta completar la enseñanza secundaria, asistió a la universidad nocturna y, finalmente, llegó a ser abogada. «Voy a hacer, seguro, un papel intensamente romántico —afirmó Oprah— basado en esa historia verdadera […] Llegaré a ser una puta y a tener un chulo. Me muero de ganas por hacerlo.»

Después de leer el guión autobiográfico de Endesha Ida Mae Holland sobre su infancia como prostituta y su posterior participación en el movimiento de los derechos civiles, en 1991, Oprah se unió a otras cuatro mujeres para financiar la producción de From the Mississippi Delta, en el New York’s Circle, en el Square Theatre.

Años más tarde, volvió al tema de la prostitución en uno de sus espacios de After the Show (Después del programa), que grabó para la cadena Oxygen. Entrevistó a la escritora Jeannette Angell, que había conseguido un título de máster por la Yale Divinity School y luego había escrito un libro titulado Callgirl, haciendo la crónica de sus tres años como prostituta. El libro no se anda con ambages ni disculpas sobre lo que hizo para pagarse los estudios. «La verdad es que es el trabajo universitario ideal —afirmó Angelle en Yale Daily News—. Detesto decirlo, pero es la verdad. Es el medio perfecto para acabar los estudios, porque tienes un compromiso de tiempo mínimo a cambio de un dinero máximo.»

Oprah no fue en absoluto hospitalaria con Angell y, por su expresión facial y su tono de voz, parecía menospreciarla. «Vaya, seguro que su escuela se escandalizó —afirmó—. ¿Se sentía mal […] o se sentía genial al hacerlo? ¿Es como una cita a ciegas? Siento curiosidad por saber cómo se hace. ¿Recibe más (dinero) por […] esto […] otras cosas? ¿Hay por lo menos un cierto disimulo? […] ¿Se da primero un poco de conversación?»

La escritora aguantó impertérrita toda la entrevista e intentó tomarse a broma lo que fue un examen minucioso por parte de la más amada de las presentadoras de programas de entrevistas de los Estados Unidos. Cuando le pregunté cómo se sentía mientras Oprah Winfrey la hacía picadillo en la televisión nacional, después de que le hubieran prometido un entorno favorable para contar su historia, Jeannette Angell respondió por correo electrónico: «Por desgracia, tengo prohibido por contrato hablar o escribir sobre mi experiencia con nadie de Harpo. La compañía tiene muchos más abogados y mucho mejores de lo que yo me puedo permitir. Quizás averigüen que este es el caso de muchas personas; incluso algunas que estaban conmigo, aunque no aparecieran en el programa, fueron obligadas a firmar contratos. Pensándolo ahora, aquello debería haber encendido una luz de alarma, en aquel mismo momento. Ojalá me hubiera dado cuenta entonces».

Oprah reconsideró la idea de hacer pública su clandestina incursión juvenil en la prostitución y, tras escuchar las reflexiones de sus mejores amigos, decidió cancelar la publicación de sus memorias. Tiempo después, diría que había sido lo más inteligente que había hecho nunca y, desde su punto de vista, tenía toda la razón, aunque la periodista Gretchen Reynolds dijo que «atrajo sobre ella la peor publicidad de su carrera». Esta descripción parece un poco exagerada teniendo en cuenta que ante el anuncio de Oprah de que cancelaba la publicación la reacción de la prensa fue relativamente débil. A pesar de todo, la prensa captó, sin duda, las exageradas descripciones de la propia Oprah al hablar de sus experiencias personales, que siempre eran «de lo más devastadoras», «de lo más difíciles», «de lo más dolorosas», «de lo más horribles».

Ahora bien, Oprah siempre parecía buscar el superlativo para describir sus sentimientos como víctima, no obstante sentía que a su libro le faltaba la calidad emocional necesaria para encontrar eco en sus lectores. El libro no transmitía las seductoras contradicciones que la hacían tan fascinante, en particular la intrigante composición de una mujer profundamente reservada cuyo atractivo universal surgía de su franqueza y su supuesta espontaneidad. Tener dos yoes en la misma psique es parte de la condición humana, pero Oprah sentía que no se podía arriesgar a exponer su yo oscuro y, posiblemente, disminuir la luminosidad de su yo brillante.

También le preocupaba que, al cancelar el libro, «en Knopf todos me odiarán», así que al año siguiente, le entregó a la editorial el libro de recetas bajas en grasa de su chef y escribió el prefacio para In the Kitchen with Rosie. El cuerpo nuevamente adelgazado de Oprah era la mejor publicidad para el libro, pero además invitó a Rosie a su programa, el día en que se puso a la venta. El resultado fue que se vendió más de 1 millón de ejemplares sólo en las tres primeras semanas. Un año más tarde, el libro de recetas estaba ya en su trigésima sexta edición, con 5 millones novecientos mil ejemplares vendidos.

«Le dije a Knopf, “Me parece que esto va a ser algo grande”. Sólo iban a imprimir 400.000 ejemplares —explicó Oprah—. Llamé a Sonny Mehta y le dije “No creo que sea suficiente”. Él dijo: “Oprah, no lo entiendes. Hemos publicado a Julia Child y todos los grandes libros de cocina y, te lo digo yo, 400.000 es un número extraordinario para un libro de cocina. Es algo inaudito”. Y yo respondí: “Vale. No sabes a lo que te enfrentas”. Yo llevaba diez años haciendo dieta, en directo, en televisión. La gente veía este libro como la respuesta […] Fue el libro que se vendió más rápido en la historia de las editoriales. No me puedo resistir a un “Ya te lo dije yo”. Es un fallo de mi carácter. No puedo resistirme. Es como que vivo para ese momento en que tengo que soltar un “Ya te lo dije yo”. Así que cuando no se podía encontrar el libro en las tiendas y había listas de espera en todas partes, no me pude resistir a llamar a Sonny Mehta, que está haciendo funcionar las imprentas veinticuatro horas al día, y decirle: “Sonny, recuerdo que te dije…”. Y él respondió […] “Nunca en la historia de la edición habíamos visto algo así. Nunca. Es un fenómeno. Nadie podría haberlo pronosticado”. A lo cual yo le dije: “Yo intenté decírtelo”.»


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