SABÍAS QUE ? Revolución republicana fallida en Madrid (1848)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Los saqueadores destrozaron e incendiaron buena parte del patrimonio arquitectónico y artístico de Roma, realizaron profanaciones, cometieron sacrilegios y mataron a cientos de personas.

 

7 de mayo

 

El tercer Gobierno de Narváez tuvo que enfrentarse pronto a una grave crisis económica y a los sucesos revolucionarios extendidos desde Francia y otros países de Europa. La revolución en Francia en febrero de 1848 acabó con el reinado de Luis Felipe I, dando paso a la II República Francesa. En dicha revolución gala podrían enmarcarse, con duda, los altercados de marzo en Madrid promovidos por los progresistas más radicales —los moderados no se atrevieron a dar el paso—, incidentes que no fueron más allá por la baja participación social que hubo.

Sin embargo, sí se produjo un segundo intento antimonárquico en la madrugada del 7 de mayo de mayores dimensiones, ya que reunió las características de pronunciamiento militar; estuvo dirigido por el Regimiento España, acuartelado en Madrid, y probablemente fue azuzado «desde fuera» por el embajador británico en Madrid, interesado en la instalación de un Gobierno progresista que favoreciera los intereses comerciales de su país. En esta ocasión, Narváez fue más expeditivo y mandó aplastar el levantamiento. Con toda la fuerza posible, los sublevados fueron acorralados en la Plaza Mayor, dando fin a una revuelta que apenas había llegado a ver el sol.

Tal éxito se apresuró a publicarlo la Gaceta de Madrid esa misma mañana, cuya versión (gubernamental) describe los hechos de esta manera:

Un nuevo y brillante triunfo acaba de obtener la causa del orden en esta corte. En la madrugada de hoy varios grupos de paisanos dirigidos por unos oficiales separados recientemente de las filas, lograron engañar y seducir a unos cuantos soldados del regimiento de España, los cuales salieron del cuartel en desorden y se dirigieron a la plaza Mayor. El Gobierno, que vigila sobre esta última y desesperada tentativa de los revolucionarios; las autoridades, que estaban en sus puestos; la guarnición, que acudió a los suyos, inmediatamente dispersaron en breves instantes a los insurreccionados. Los paisanos huyeron cobardemente desde los primeros momentos, y los pocos soldados, víctimas de una sorpresa y del oro extranjero, volvieron presurosos a las filas del honor y de la lealtad, derramando lágrimas de dolor y de arrepentimiento. La población ha observado la misma noble y digna conducta que en la anterior intentona. Ni una sola puerta se ha abierto para los amotinados, mientras todas las que han sido necesarias se abrieron al momento para las tropas leales. Los revolucionarios han demostrado que ni seduciendo unos cuantos soldados, ni sin ellos, tienen la menor simpatía en el pueblo, ni más importancia que para trastornar por momentos el sosiego público. No solo la tranquilidad, sino la satisfacción y confianza más completa y visibles, reinan en la capital. El Gobierno y las autoridades se ocupan en sacar definitivamente las raíces a la revolución y la anarquía.

También en otros lugares de España, especialmente en Cataluña, Levante y los Pirineos, la insurrección fue aplastada de forma decidida. El Gobierno de Narváez salió muy reforzado no solo en España, sino en Europa, porque había abortado la revolución en la frontera con Francia. Por ejemplo, Austria, Piamonte y Prusia premiaron la acción gubernamental a través de un reconocimiento especial a favor del reinado de Isabel II.


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