Harpo Productions, Inc. 4 страница

Después de rodar El color púrpura, anunció sus planes para seguir una carrera cinematográfica, además de continuar con su programa de entrevistas. «Lo quiero todo. […] Pienso convertirme en una gran actriz —confesó a Ladies’ Home Journal—. Una gran actriz.»

Después de unas tortuosas negociaciones con WLS para contar con tiempo libre y poder rodar su primera película, Jeff Jacobs propuso hacerse con la propiedad de su programa para que fuera ella, y no WLS, quien fijara su programa para futuras películas. La emisora se había negado a darle doce semanas de permiso y ella había amenazado con marcharse si no se las daban. Así que Jacobs cedió el derecho a vacaciones pagadas y permisos por enfermedad para conseguirle el tiempo que necesitaba, y la emisora aceptó contratar a presentadores invitados y emitir programas anteriores, hasta que ella volviera. En aquel momento Jacobs le dijo que tenía que pensar en producir su propio programa y construir su propio estudio para tener el control absoluto de su vida profesional. «Me permitió ver que ni siquiera el cielo es el límite», declaró Oprah.

Cuando, en 1986, recibió la nominación para el Globo de Oro como mejor actriz de reparto, seguida de la nominación para los premios de la Academia, no había quien la parara. «Tengo que actuar —dijo en Good Housekeeping—. En gran medida soy buena entrevistando porque me enseñé a entrevistar. Pero nací para actuar.» En la CNN, Oprah le dijo a Larry King que estaba «loca de felicidad» cuando actuaba: «Oigo que la gente dice esto cuando habla de tener hijos. Cuando el bebé acaba de salir de la madre y todo eso, pero yo vivo esos momentos cuando estoy actuando».

Dijo que pensaba hacer por lo menos una película al año. En marzo de 1988, empezó su segunda película, El paria, con Geraldine Page, Elizabeth McGovern y Matt Dillon, basada en la novela de Richard Wright sobre la furia asesina de un hombre negro. Oprah hacía el papel de la madre que pide piedad a los padres de la chica blanca a la que su hijo ha asesinado. Su actuación dejó fríos a los críticos. «Interviene con una sobrecarga de sentimentalismo», escribió Julie Salamon, en The Wall Street Journal. Hal Erickson, en la base de datos online AMG (All-Movie Guide) estuvo de acuerdo: «El histrionismo excesivo de Oprah resulta deslucido en comparación con su brillante y bien modulada actuación en El color púrpura». Vincent Canby escribió en The New York Times: «La película sólo parece pasada de moda cuando los intérpretes, en especial Oprah Winfrey, apuestan por el sentimentalismo».

El paria fue un fracaso de taquilla y la retiraron dos semanas después del estreno, pero Oprah se elevó por encima de las duras críticas. «Tendría que hacer una comedia», le dijo al Chicago Tribune. Cuando le ofrecieron el papel de la limpiadora de Manhattan, en la versión cinematográfica del relato «Un día de trabajo», de Truman Capote, decidió que la estaban encasillando en el papel de mujer gorda y angustiada con un moño gris y medias elásticas caídas. Le dijo al escritor Robert Waldron que se sentía ofendida por los que la acusaban de hacer sólo papeles de Tía Jemima. «Al principio, era muy amable —afirmó—. ¡Ahora lo que me gustaría es darles una buena bofetada!» En AdWeek declaró: «Me gustaría hacer un personaje que tuviera algo de sexualidad. Como Dinah Washington, que era una cantante negra fabulosa, que tuvo siete maridos y agotaba sexualmente a sus hombres». Oprah no quería interpretar sólo a mujeres negras con problemas. «Para mí es importante contar nuestras historias, pero me niego a limitarme sólo a eso.»

Al oír sus declaraciones sobre sus deseos de convertirse en estrella de cine, muchos dieron por sentado que King World perdería The Oprah Winfrey Show, el programa que ocupaba el tercer lugar en cuanto a ingresos, después de Wheel of Fortune y Jeopardy!, pero el distribuidor no estaba preocupado. «Oprah es muy ambiciosa —afirmó el director financiero, Jeffrey Epstein—. Quiere actuar en el cine y en la televisión, pero no hay muchos papeles importantes para mujeres negras. Así que tiene que producir programas ella misma, que cuestan un montón, y la mejor manera de financiar todo eso es seguir con su trabajo de cada día.» Oprah acababa de pagar un millón de dólares a Toni Morrison por los derechos cinematográficos de Beloved, la novela con la que había ganado un premio Pulitzer. «Ni siquiera intenté negociar. […] Le pedí: “Dime cuánto”, y lo pagué». Estaba convencida de que había invertido un millón de dólares para que su nombre apareciera en letras de neón.

Excepto las estrellas de rock, las de cine, los atletas profesionales y los maleantes de Wall Street, pocas personas ganaban más dinero que una presentadora de televisión, con un programa nacional clasificado en el número uno, que se emitía en 200 ciudades de los Estados Unidos y en 64 mercados internacionales. En su primer año de sindicación, Oprah ganó 31 millones; en el segundo, 37 millones; tres años más tarde, ganó 50 y luego 55 millones y apareció en Forbes como la novena persona mejor pagada del mundo del espactáculo. El programa de entrevistas era su mayor fuente de ingresos y no tenía ninguna intención de dejarlo. «Es mi seno, mis raíces y mis fundamentos —dijo—. Sin él, nada más podría pasar.» Tampoco consideraba la posibilidad de abandonar Chicago para dedicarse al cine. Aunque la mayoría de los papeles como intérprete estaban en Nueva York y Los Ángeles, Oprah sabía que su programa no triunfaría en ninguna de las dos ciudades.

«Creo que en el Medio Oeste hay gente que se sorprende por algunas de las experiencias que mostramos en nuestro programa —le dijo a Fred Griffith—. Si en mi programa hay alguien que dice: “Mi padre salió con un pato durante muchos años”, en el Medio Oeste dicen: “¡Dios mío, su padre salía con un pato!”, en Nueva York dicen: “Ah, pues mi primo también salía con un pato”.» Refiriéndose al impresionable público del estudio que podía recoger en una zona que, en una ocasión, el escritor Calvin Trillin describió como un entorno en el que «la cultura no pesa en el aire», Oprah dijo a Electronic Media: «Aquí todavía es posible escandalizar a alguien».

Su productora ejecutiva añadió: «Definitamente, nuestro público adopta la personalidad de la ciudad —dijo Debra DiMaio—. Reflejan valores del Medio Oeste. Son abiertos. Y no tengo nada en contra de Los Ángeles o Nueva York; su modo de vida es más humano».

«Es verdad que Oprah no podría hacer su programa en ningún otro sitio —afirmó Cheryl L. Reed, ex redactora del editorial del Chicago Sun-Times—. En Nueva York y Los Ángeles la gente es más sofisticada y escéptica, pero Chicago es perfecto para su tipo de televisión».

La ciudad le estaba agradecida a Oprah por quedarse, porque atraía elogios internacionales y hordas de turistas, y los hoteles y restaurantes se llenaban con los que asistían a sus programas cada año. Son tantos que la Oficina de Turismo de Chicago añadió una lista de «Información sobre las entradas para el programa de entrevistas» al folleto que envía a posibles visitantes. Además, Oprah aporta todos los años cientos de miles de dólares a las organizaciones locales, entre ellas un hospital infantil, programas educativos, escuelas, albergues y programas de alfabetización. Por añadidura, ha dado dinero, generosamente, a varios museos y organizaciones artísticas de toda la ciudad incluyendo, entre otras, el Shedd Aquarium, la Academia de las Artes de Chicago, el Museo de los Niños, en Oak Lawn, y el Museo DuSable de Historia Afroamericana.

La revisión de las declaraciones a Hacienda de Oprah por todas sus obras benéficas, más las declaraciones que ha hecho a la prensa, indican que, desde 1987 hasta finales de 2009, ha contribuido con más de 30 millones de dólares a diversas organizaciones de Chicago. Parte de estos fondos proceden de las donaciones de los espectadores a su organización Angel Network de Oprah; un dinero que la presentadora recogió de otros y donó en su propio nombre.

Para agosto de 1988, Jeff Jacobs había completado las negociaciones del acuerdo con Capital Cities/ABC que le daría a Oprah el control total de su programa semanal. Además, después de mucho tira y afloja, consiguió un nuevo acuerdo con King World para renovar el contrato con Oprah para otros cinco años, hasta finales de 1993, y las siete emisoras de Capital Cities/ABC aceptaron conservarla hasta ese momento. Por añadidura, ABC le dio tres especiales de la cadena. Los analistas del sector calcularon que los acuerdos valían más de 500 millones de dólares para Oprah y King World. Veinte años después, calcularon que The Oprah Winfrey Show generaba 150 millones de dólares al año, de los cuales Oprah se quedaba con 100 millones. En cambio, Ellen DeGeneres, otra popular presentadora de programas de entrevistas, con unos índices de audiencia también altos, ganaba 25 millones al año, una cifra impresionante, pero que sólo era una cuarta parte de lo que ganaba Oprah. La considerable diferencia es debida a que Oprah es la propietaria y productora de su programa, aunque también se beneficia de tener una franja horaria más rentable, cuando el número de telespectadores es mayor. El programa de Oprah se emite a las cuatro de la tarde en todas las ciudades (excepto Chicago, donde lo hace a las nueve de la mañana), justo antes de las noticias, lo cual hace que sea más valioso para una emisora que el programa de Ellen, que sale en antena por la mañana.

Cuando, en 1988, se anunciaron las noticias del cambio de propietario, Oprah se reunió con Robert Feder, del Chicago Sun-Times: «Estuve mirando fotos de Rosa Parks y Leontyne Price —le dijo—, y creo que soy la resurrección de muchos de mis antepasados. Soy vida resucitada para ellos. Vivo su sueño. Por favor, por favor, cítame bien, porque no quiero que la gente piense que soy Jesús. […]

»Toda mi vida, he interpretado a mujeres negras. Harriet Trubman, Sojourner Truth, Fannie Lou Hamer, todas son una parte de mí. Siempre he sentido que mi vida es la suya realizada, que son puentes que yo he cruzado. Ellas nunca soñaron que pudiera ser tan bueno. Todavía siento que todas están conmigo diciendo: “Adelante, chica. A por ello”.»

Una semana más tarde, Daniel Ruth, columnista del Sun-Times, seguía boquiabierto. Después de declarar que el ego de Oprah se había lanzado a «una borrachera de glotonería falstafiana», escribió: «No te preocupes, Oprah. Sólo porque puedas convertir estupideces en dinero no tienes que inquietarte demasiado por las comparaciones con Cristo. […] Me cuesta mucho creer que Sojourner Truth pasara mucho tiempo bregando con temas como “Víctimas de los gorrones” (programa de Oprah, del 5 de julio de 1988), “Estrellas de los culebrones y sus fans” (29 de junio de 1988) o “Vestirse sexy ”, (28 de julio de 1988)». Para ser justos, Ruth reconoció el mérito de Oprah por ocuparse de temas como «Relaciones raciales» (4 de agosto de 1988), la polémica sobre la película La última tentación de Cristo (16 de agosto de 1988) y un debate sobre el sida (15 de julio de 1988). Pero a continuación, arremetió contra ella: «Por favor, querídisima Oprah, no supongas que puedes estar en la misma clase que los auténticos intelectuales, líderes y mujeres negras pioneras como Sojourner Truth, Fannie Lou Hamer, Leontyne Price y, en especial Rosa Parks, que se ganaron unos justos elogios con su compromiso, cualidades y valentía».

Una vez que Oprah fue dueña de su propio programa, Jeff Jacobs empezó a buscar un estudio de producción y, al cabo de pocos meses, encontró una propiedad de 4 millones de dólares (9.300 metros cuadrados) en el Near West Side de la ciudad, que entonces era una zona deteriorada de fachadas desconchadas y solares vacíos. Jacobs comprendió que Chicago sólo se podía expandir en esa dirección y aconsejó a Oprah que hiciera la inversión. Le dijo que sería su «campo de sueños». Si construía, los sueños llegarían. Podía producir su programa de entrevistas allí y, además, hacer películas para ella y para otros. «Es la seguridad —afirmó—. Es el control de nuestro destino.» A los periodistas les dijo: «Harpo será el estudio entre costas y permitirá que Oprah haga cualquier cosa que quiera, de forma económica y bajo su propio control». Jacobs y King World aportaron el 20 por ciento del precio de compra, dando a Oprah el 80 por ciento de la propiedad. Oprah se convirtió, así, en presidenta del Consejo de Harpo Productions, Inc., y Jacobs, en presidente ejecutivo y director general.

La adquisición hizo que fuera la primera mujer afroamericana en tener su propio estudio cinematográfico en propiedad, y sólo la tercera mujer en la historia en lograrlo (las dos primeras fueron Mary Pickford y Lucille Ball). No obstante, Oprah fue la única en hacerlo completamente sola, sin marido, si bien contaba con los sagaces consejos de su abogado y agente, que la animaba a apostar por ella misma: «No seas un talento en alquiler —le dijo Jacobs—. Sé tu propia dueña. No aceptes un salario. Hazte con una parte de la acción». En aquellos momentos de su vida, Oprah describió a Jeff Jacobs como «un regalo», y tenía su foto en un marco de plata encima de su mesa, junto a otras de Bill Cosby, Quincy Jones, Stedman y Gayle. «Jeff me liberó de la mentalidad de esclava —afirmó—. Me ayudó a ver que, realmente, podía tener el control».

El control era vital para Oprah, quizá debido a su infancia, tremendamente vulnerable en Milwaukee, pero Jacobs seguía teniendo que empujarla para que aceptara la idea de propiedad. Le aseguró que no había ninguna necesidad de que las empresas cotizaran en Bolsa, así que no tendría que vérselas con unas inspecciones rigurosas, algo que detestaba. Tampoco tendría que responder ante un consejo de directores ni fideicomisarios ni comités de supervisión. «Mi visión del control [entonces] era que nadie me dijera qué hacer —declaró Oprah—. [Hasta entonces] había pensado como esclava. Pensaba como alguien con talento. Tienes que pasar a otro nivel de cosas para decir: “Quiero ser dueña de esto”.» Por suerte para Jacobs, los deseos de Oprah pesaban más que sus reservas.

Jacobs describía así su trabajo como asesor de Oprah: «Le presento investigaciones, opciones y opiniones. Las discutimos y luego ella decide. Trabajo para ella y con ella, y por esta razón, hemos construido una organización en la que ella sabe exactamente qué está pasando en todo momento. Es ella quien firma los cheques y quien toma las decisiones. Yo la protejo y miro las cosas desde un punto de vista legal, además de empresarial, pero ella entiende esta organización de arriba abajo».

Antes de su agria ruptura en 2002, Jeff Jacobs ayudó a Oprah a construir su imperio mediático, que incluía:

Harpo Productions, Inc.

SUBSIDIARIAS: Harpo Interactive, Harpo Music Publishing, Harpo Sounds Music Publishing, Oprah Music Publishing, Harpo Sounds.

SUS CRÉDITOS INCLUYEN: No One Dies Alone (1988); The Oprah Winfrey Show (1988-presente); Just Between Friends (1989); The Women of Brewster Place (1989); Brewster Place (1990); In the Name of Self-Esteem (1990); ABC. Especiales para Adolescentes (1992-1993): Girlfriend, I Hate the Way I Look, Shades of a Single Protein y Surviving a Break Up; Nine (1992); Oprah Behind the Scenes (1992); Overexposed (1992); Michael Jackson Talks… to Oprah (1993); There Are No Children Here (1993); David and Lisa (1998); Tuesdays with Morrie (1999); Oprah Goes Online (2000), Use Your Life (2001); Oprah After the Show (2002); Dr. Phil (2002-2005); Oprah Winfrey Legends Ball (2006); Rachael Ray (2006-presente); Building a Dream (2007); Oprah Winfrey Oscar Special (2007); Oprah’s Big Give (2008); Dr. Oz (2009-presente).

 


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