Oprah como actriz, intérprete, entrevistadora, narradora y presentadora de TV y cine 5 страница

Cuando empezó el juicio, en enero de 1995, Oprah vio como sus índices de audiencia caían por los suelos: «Puedo mirar las cifras y decir: “¿Estaba Kato en el estrado? ¿Quién estaba en el estrado?”. Como ayer, cuando las cifras subieron un punto y medio respecto a la media de las dos últimas semanas, porque no había sesión en el tribunal». Tim Bennett, el nuevo presidente de Harpo Productions, defendía la caída en los índices de audiencia: «Aunque no son las mejores cifras de nuestra historia, todavía vamos por delante de nuestro competidor más cercano en cerca de un 100%. ¿Qué otro género en toda la televisión —comedias en horario de máxima audiencia, informativos en cadena, entrevistas por la noche— pueden alardear de lo mismo? —Admitió el impacto que tenía la cobertura del juicio—. Alrededor del 15% casi diariamente».

Durante el primer día de descanso del tribunal, en abril de 1995, Oprah dio un salto y recuperó parte del porcentaje perdido de audiencia, presentando a cuatro comentaristas del juicio para las cadenas, más el escritor Dominick Dunne, al que habían dado un asiento privilegiado en la sala del juez, porque cubría el proceso para Vanity Fair. En cuanto el público de Oprah tuvo ocasión de hablar, se declararon rápidamente apasionados partidarios de O. J. Simpson, y durante los seis meses siguientes, ellos y el resto del país, discutieron sobre si Simpson podía ser, debía ser o sería condenado. El debate también proseguía entre bastidores en Harpo, y Oprah decidió hacer un programa el 3 de octubre de 1995, después de conocerse el veredicto. Cuando se anunció que O. J. Simpson había sido declarado inocente, se la vio visiblemente escandalizada. La mayoría de los miembros negros del público gritaron, aplaudieron y bailaron, mientras algunos de los blancos presentes se quedaban sentados, atónitos, en un silencio incrédulo. El juicio había dividido al país por motivos de raza. Las encuestas mostraron que un 72% de los estadounidenses blancos creían que O. J. era culpable, mientras que el 71% de los negros creían que era inocente. Aunque, en privado, Oprah había pronosticado el resultado, públicamente se puso del lado de los blancos. Las encuestas hechas diez años más tarde registraban un cambio, sólo un 40% de negros creían que O. J. era inocente, lo cual acercaba la opinión negra a la de los blancos.

«Durante mucho tiempo después de aquello, me escribían preguntando qué pensaba, de verdad, cuando leyeron el veredicto de no culpabilidad —dijo Oprah—. Bien, pues aquí está: me quedé estupefacta. No podía creerme aquel veredicto. Como periodista, trataba de mantener un cierto equilibrio dentro de mis opiniones, que eran muy firmes, pero aquel día me fue difícil hacerlo.» Era sorprendente oír que Oprah se identificaba como periodista que trataba de mantener a raya sus opiniones «que eran muy firmes». En realidad, era una sagaz presentadora de televisión que no quería ganarse la antipatía de los miembros de su audiencia que creían que O. J. Simpson debía ser declarado no culpable.

Un antiguo empleado de Harpo recuerda que, antes del veredicto, los que estaban en la sala de control pronosticaron que O. J. sería condenado, pero Oprah disintió. «No conocéis a mi gente», afirmó, refiriéndose al jurado, predominantemente negro; comprendía que los comentarios racistas de Mark Fuhrman le privarían de toda credibilidad entre los jurados afroamericanos. Públicamente, dijo que la percepción entre los negros era que casi todos los blancos pensaban lo mismo que Fuhrman. En una columna para el Nashville Banner, la amiga y ex compañera de Oprah en WTVF-TV, Ruth Ann Leach, se centró en la opinión de Oprah sobre que «la mayoría de los blancos sienten un profundo odio hacia los negros». Después de señalar que «toda la carrera de Oprah ha sido alimentada, apoyada y hecha posible principalmente por blancos», Leach escribió: «Esta mujer sabe muy bien que es adorada por millones de estadounidenses blancos. Si sigue pensando que la mayoría de blancos odia a la mayoría de negros, ¿qué deben sentir personas de color menos privilegiadas? Los blancos afirman sentirse desconcertados por las encuestas que dicen que los afroamericanos creen que O. J. Simpson no cometió los crímenes. ¿Cómo puede nadie descartar todas las gotas de sangre, todas las hebras de fibra? Es fácil: los negros —y no sólo las señoras y los señores el jurado— sencillamente no creían nada de lo que los policías racistas y sus equipos de apoyo racistas presentaban como prueba».

Durante dos días después del veredicto, Oprah dedicó el tema en su programa titulado «O. J. Simpson, el día después». Los tabloides informaron de que le habían prometido a Oprah la primera entrevista televisada de O. J., algo que ella se apresuró a negar. «Nunca entrevistaré a O. J. Simpson», declaró. Días más tarde, recibió a Loni Anderson, estrella de televisión y ex esposa de Burt Reynolds, a quien acusó de haberla tirado contra los muebles y golpeado la cabeza contra la pared de su casa de Hollywood. Oprah estaba escandalizada.

«Ya he tenido bastante de hombres que pegan a sus mujeres», afirmó y, volviéndose hacia el público, anunció que proscribía de su programa a todos los que maltrataban a sus esposas. De nuevo, contó la humillación a la que la había sometido su amante casado cuando la abandonó en Baltimore pillándole la mano con la puerta al cerrarla de un portazo: «Recuerdo que me caí al suelo, llorando. Recuerdo que estaba en el suelo y me dije: “¿Quién soy yo en realidad?” Y desde aquel momento, tomé la decisión de que iba a hacerme cargo de mí misma».

Desde el principio de su carrera, Oprah era algo así como la novia de América; era la querida hermana que conocía los secretos de la hermandad, algunos de los cuales descubría en libros de del tipo «cómo hacer…», como, por ejemplo el título El encanto de la vida simple, de Sarah Ban Breathnach, un libro de consejos para mujeres. Para sus espectadores, Oprah era la vecina que preparaba café para las esposas, después de que sus maridos se marcharan a trabajar, con la fiambrera del almuerzo. Era la señora compasiva que calmaba y consolaba y, de vez en cuando, regañaba. Era la pregonera del pueblo que advertía en contra de los pedófilos, de los que pegaban a sus esposas y de todo tipo de maltratadores y que, como tal, se erigía en defensora de las mujeres, en especial de las mujeres oprimidas a las que los hombres trataban mal.

«Si pudiera conseguir que las mujeres negras conectaran con todo este problema de los abusos —le dijo a Laura Randolph, de Ebony—. Constantemente oigo a mujeres negras que dicen: “Bueno, me dio unas cuantas bofetadas, unas cuantas veces, pero en realidad no me pega”. Estamos tan acostumbradas a que nos traten mal que ni siquiera sabemos que se supone que el amor es una sensación realmente buena.» Oprah utilizaba su propia vida como ejemplo de cómo sus espectadoras podían liberarse de esos perdedores que había en su vida y recuperar su propia estima: «Si yo puedo hacerlo —predicaba la primera multimillonaria negra de los Estados Unidos—, tú también puedes».

Aunque se negó a entrevistar a O. J. Simpson, sí que entrevistó a los que le rodeaban, incluyendo el profesor de Harvard, Alan Dershowitz, que había sido contratado como abogado defensor de O. J. en el tribunal de apelación. Había escrito una novela, The Advocate’s Devil, que giraba en torno a un abogado de Harvard que cree que su cliente, deportista profesional, podría ser culpable de un delito grave y al dilema al que se enfrenta el abogado al representarlo. Cuando Warner Books no consiguió que Dershowitz apareciera en el programa de Oprah, llamó él mismo a los productores e insistió en que hicieran un programa titulado «Cómo defender a un criminal».

«En realidad, forzó su entrada en el programa, como si fuera un bulldozer —reveló un ex publicista de Warner Books— pero luego se vio neutralizado porque también habían invitado a la familia de Ron Goldman. Dershowitz se enfadó y se dedicó a mencionar su libro una y otra vez. Lo hizo hasta tal punto que Oprah se volvió hacia el público y se burló de él diciendo: “A ver, ¿cuál es el título del libro?” Todos corearon el título a la vez. Es que, sin ninguna duda, se estaba pasando […] Y si tú y tu libro no recibís un trato de cariño en su programa, perdéis.» El libro de Dershowitz de hundió, desapareció sin dejar rastro.

Los programas más polémicos sobre O. J. que hizo Oprah fueron los del 20 y 24 de febrero de 1997, unas entrevistas con Mark Fuhrman, que había jurado ante el tribunal que nunca había usado la palabra negrata. Las grabaciones y los testigos demostraban que mentía, y Oprah lo presionó.

«¿Qué quiere decir que no hay respuestas acertadas o equivocadas? ¿Qué hay de la verdad? —le preguntó—. ¿Cree que es usted racista?»

Fuhrman dijo que no.

«¿Por qué no? Si pudo usar aquellas palabras, ¿por qué no? ¿Cree que puede usar la palabra con N y no ser racista?»

Incluso dejando claro lo mucho que le repugnaba el detective, los periódicos negros criticaron a Oprah por haberlo llevado al programa, en especial durante el Mes de la Historia Negra. The Chicago Defender citó a Eugene Pincham, ex juez del tribunal de apelación de Illinois, que había dicho que dejar que apareciera en el programa era «una bofetada» a la comunidad afroamericana del país. Oprah reconoció que su entrevista a Fuhrman había provocado más reacciones que cualquier otro tema en la historia del programa. Más adelante, Oprah entrevistó a los fiscales, Marcia Clark y Christopher Darden, cuando estos publicaron sus libros sobre cómo habían perdido el caso, y empatizó especialmente con Darden. «Pensaba que el juicio —133 días— había sido un desperdicio total de su vida y de su tiempo», dijo Oprah.

Al empezar la nueva temporada, en septiembre 1997, los productores de Oprah le propusieron que entrevistara a Paula Barbieri, la modelo de Playboy que había escrito un libro sobre su relación con O. J. Simpson: «Cuando me vinieron con aquello, dije: “Dejadme que os diga algo: O. J. se ha acabado. No voy a entrar en otra temporada hablando de algo que debería haberse terminado hace dos años”». —explicó Oprah para el Chicago Sun-Times—. « Paula Barbieri no va a dirigir mi vida. ¿Me oís? No va a haber ninguna Paula Barbieri —afirmé—. No me he pasado doce años haciendo este programa para empezar una nueva temporada con Paula Barbieri.»

Alguien insinuó que la indignación de Oprah podía ser debida a que había perdido la exclusividad en beneficio de Larry King, Diana Sawyer y Matt Lauer, todos los cuales se habían apresurado a entrevistar a Barbieri. Richard Roeper, que lo había hecho dos días antes, acusó a Oprah de ser una completa hipócrita.

«Barbieri ha aceptado a Jesucristo como su salvador y ha abandonado Hollywood por una vida de trabajo con la iglesia —publicó el Chicago Sun-Times —. ¿No debería Oprah estar abrazándola delante de las cámaras y susurrándole: “¡Adelante, chica!”, mientras las lágrimas les bañan las mejillas?»

Semanas después del revuelo Barbieri, Oprah decidió hacer un programa titulado «¿Qué es lo bastante negro?» El 30 de septiembre de 1997, durante las dos horas y media de grabación, miembros del público la criticaron por mimar a los espectadores blancos y por haber invitado a Mark Fuhrman durante el Mes de la Historia Negra. Había programado la emisión del programa para el 8 de octubre de 1997, pero lo canceló, posiblemente porque no quería ser vilipendiaba en público y vista como centro de tanta disensión racial.

El juicio contra O. J. Simpson continuó resonando durante años. Después de su absolución en los juzgados, fue declarado responsable en un juicio civil por homicidio y se le condenó a pagar 33,5 millones de dólares por daños a las familias de Nicole Brown Simpson y Ron Goldman, una cantidad que los Goldman se esforzaron por cobrar en todo momento. Una década más tarde, Simpson firmó un contrato de 3,5 millones de dólares con ReganBooks para escribir If I Did It (Si lo hice yo), supuestamente una novela sobre cómo podría haber cometido los asesinatos. Las familias de las víctimas protestaron y el escándalo público hizo que Rupert Murdoch cancelara el contrato y convirtiera el libro (400.000 ejemplares) en pulpa de papel. Fred Goldman, que inicialmente se había opuesto a la publicación, se hizo con los derechos del libro, según la sentencia del tribunal de lo civil contra Simpson y organizó su publicación con una cubierta donde el If quedaba reducido al tamaño de un insecto, de forma que el título parecía ser I Did It: Confessions of a Killer (Lo hice yo: Confesiones de un asesino), por O. J. Simpson. Goldman encargó una nueva introducción y añadió un epílogo de Dominick Dunne. El libro se publicó en 2007, y una vez más, Oprah se metió en el fango.

Durante la emisión inaugural de la temporada del 2007, anunció otro programa más sobre O. J. Simpson, diciendo que había invitado a los Goldman y a Denise Brown, hermana de Nicole, para hablar de la novela con Marcia Clark y Christopher Darden, los antiguos fiscales del caso. Pero Denise Brown estaba tan furiosa con los Goldman por no oponerse al libro que se negó a aparecer con ellos y canceló su presencia. Finalmente, aceptó grabar una sección separada, en la cual podría instar al público a boicotear el libro.

Oprah abrió el programa del 13 de septiembre de 2007 con Fred Goldman y su hija, Kim, en escena: «Este es un dilema moral y ético para mí —afirmó—. En este programa vendemos libros. Promocionamos libros, pero yo creo que este libro es despreciable […] Estoy a favor de que se publique, porque no creo en la censura, pero, personalmente, no me gustaría estar en la situación de alentar a que se compre».

De inmediato a la defensiva, Kim Goldman respondió: «Se trata de nosotros o él». Oprah atacó a los Goldman por el dinero que ganarían con la publicación.

«¿Diecisiete centavos por libro? ¿Sólo eso? ¿Qué clase de acuerdo editorial es ese? ¿Diecisiete centavos? —insistió Oprah—. ¿Eso alivia su dolor? —Oprah volvía al dinero una y otra vez.

»¿Consideran que la recaudación del libro es dinero manchado de sangre?»

El padre de la víctima, que tenía unos 66 años, dijo que no se trataba de tanto dinero.

«Si ustedes sólo van a recibir diecisiete centavos por ejemplar, ¿quién se queda el resto?», preguntó una Oprah escéptica.

«Tenemos una sentencia —dijo Fred Goldman—, la única forma de justicia que conseguimos por medio del tribunal de lo civil. Y ese pedazo de papel no vale nada, a menos que llevemos adelante esa sentencia. Le quitamos (a Simpson) la posibilidad de ganar un dinero adicional, y ese dinero es la única forma de justicia.»

Oprah parecía asqueada y desaprobadora: «Nosotros, como país, hemos sido capaces de avanzar —afirmó—. Me gustaría tener la esperanza de que ustedes pudieran (seguir adelante y) alcanzar la paz».

Muy irritada, Kim Goldman soltó: «Es insultante suponer que alguna vez consigamos la paz».

«No quería ser insultante —respondió Oprah—. Gracias por hacer honor a su compromiso de estar aquí.» Rápidamente pasó a los anuncios y luego presentó a Denise Brown.

«No voy a leer este libro —le dijo—. Mis productores lo han leído y me han dicho que pinta a Nicole como drogadicta y fulana y que se merece la descripción.» Denise Brown afirmó que el libro era «malvado» y que su publicación estaba «moralmente mal». Al final de la hora, Oprah parecía tener las manos limpias; había dicho que no leería el libro y que no lo recomendaría. Sin embargo, permitió que los principales personajes aparecieran en su programa y le consiguieran unos índices de audiencia muy altos, al tiempo que impulsaba la novela de O. J. Simpson al número dos de la lista de bestsellers del The New York Times.

En mayo del 2010, para celebrar el 10.º aniversario de la revista O, Oprah hizo que la fotografiaran con diez fans para un artículo de Internet titulado «La entrevista O definitiva: Oprah contesta a todas sus preguntas». Una admiradora preguntó: «Después de entrevistar a tantas personas, ¿hay alguna […] con la que […] siga queriendo hablar?» Oprah respondió que seguía queriendo entrevistar a Sydney Simpson, la hija de O. J. Simpson.

Cuando en 1996 Oprah puso en marcha su Club del Libro, daba a todos sus autores un «trato amoroso» y su aprobación entusiasta enviaba los libros, a toda máquina, a la lista de bestsellers de The New York Times, una experiencia alucinante para cualquier escritor. El Club del Libro de Oprah se convirtió en una sensación nacional que la entronizó como icono cultural, mientras daba energía a las editoriales, enriquecía a los autores e instruía a los telespectadores. Sin embargo, cuando Alice McGee le sugirió, en una nota, que hiciera un club de lectura en antena, Oprah creyó que no funcionaría. Le preocupaban los índices. «Tendremos unos números horribles —dijo—. Fracasaremos […] Durante todos estos años, siempre que hemos intentado hacer literatura ha sido la muerte en los índices.» Pero después de recibir una medalla de oro de la National Book Foundation y una condecoración de la Association of American Publishers, fue nombrada Persona del año, por el Literary Market Place, designada por Newsweek la persona más importante del mundo de los libros y los medios, y alabada como «Library Lion» (León de la Biblioteca) por la Biblioteca Pública de Nueva York, enmarcó la nota de McGee y la colgó en la pared de su despacho.

Por entonces, aparecían por todo el país clubes de lectura y muchos libreros organizaban lecturas de autor y grupos de estudio en sus establecimientos. Oprah reaccionó a la popularidad ya existente de esos grupos y se apoderó del espíritu de su tiempo. «No tiene ningún mérito por su inventiva —bromeó Jeff Jarvis, crítico de TVGuide —, pero no hay ninguna duda de que sabe robar sabiamente.»

Así, pues, Oprah puso en marcha su Club del Libro y, al igual que hacía con muchos de sus programas, empezó por ella misma. Habiendo pasado de llevar sudaderas de la talla XXXL a vestir ajustadas prendas de lycra, después de perder casi 40 kilos en 1993, sentía que le había dado un giro a su vida. Había acabado aceptando que el ejercicio diario era su salvador metabólico, y ahora quería convertir a sus sedentarios telespectadores. Así pues, decidió que el periodo de la oleada de mayo sería todo un mes de « Ponte en marcha con Oprah: Entrenamiento de Primavera 1995». Esto preparó el escenario para el libro de fitness que quería escribir con su preparador y que precedió a su Club del Libro.

«Tuvimos una gran discusión sobre qué funcionaría (aquel mes de entrenamiento primaveral) con las cifras y qué pasaba con la gente que, de verdad, no quería perder peso —dijo Oprah—. Y luego decidimos que O.J. iba a salir de todos modos, así que podíamos hacer lo que quisiéramos». Para entonces, Oprah podía hacer casi cualquier cosa que quisiera y seguir siendo la número uno. No tardaría en ganar el Emmy para programas diurnos, por quinto año consecutivo, como mejor presentadora de programas de entrevistas, y haría su primera aparición en la lista anual Forbes de los 400 americanos más ricos, con un valor neto de 340 millones de dólares. La revista Life dijo que Oprah era la «mujer más poderosa de los Estados Unidos» y Time la nombró una de «las personas más influyentes del siglo». Como dijo una vez el dramaturgo Jean Anouilh, «Todos creen que Dios está de su parte. Los ricos y poderosos saben que lo está».

Prestando atención a sus ejercicios de un mes de duración, The Onion, un periódico muy dado a la parodia, publicó unos titulares en primera página que anunciaban: «Oprah se independiza de los Estados Unidos. Forma una nación independiente de amas de casa comedoras de queso». La burlona historia informaba de que la recién formada república de «Ugogirl» sería reconocida por las Naciones Unidas como una nación soberana con carácter y frescura.

Desde que en 1993, empezó a perder peso con Bob Greene, Oprah hablaba de escribir un libro con él y Bob empezó a tomar notas. Cuando ella decidió que había llegado el momento, buscaron un escritor y firmaron un acuerdo con Hyperion para ser coautores de Make the Connection: Ten Steps to a Better Body and a Better Life. Oprah escribió la introducción y la entrada de cada capítulo, con fotos suyas en el momento en que estaba más gorda y cuando estaba más en forma, así como conmovedoras anotaciones sacadas de sus diarios sobre cómo su peso le había consumido la vida.

Despertó un entusiasmo delirante hacia el libro cuando Hyperion patrocinó un desayuno con ella y su preparador en el estadio de Soldier Field, durante la convención de ABA de 1996, en Chicago, que fue seguido por una marcha de una milla hasta McCormick Place, el centro de convenciones. «No os puedo decir lo que comí aquella mañana ni con quien compartí mesa ni qué llevaba puesto aquel día —escribió Renee A. James, en el Morning Call, de Allentown—. Pero recuerdo esto con toda claridad: Oprah Winfrey estuvo increíble. Tenía un aspecto fabuloso y parecía muy accesible. Cuando habló a los reunidos, daba la impresión de ser tu mejor amiga. Cada mujer del público sentía como si Oprah conectara específicamente con ella. Compartíamos los mismos esfuerzos, incluyendo la interminable batalla perdida contra el peso, pese al hecho de que Oprah era (por entonces) millonaria y tenía un programa de televisión de éxito y más dinero del que el resto de nosotras juntas vería en varias vidas. No nos cohibía que fuera una famosa internacional. Era como nosotras. Sonaba exactamente igual que cada una de nosotras cuando hablábamos con nuestras amigas. Oprah encajaría a la perfección si entrara en una de nuestras reuniones para almorzar. Toda la experiencia estuvo llena de fuerza. La conexión que hizo aquel día con unas 2.000 mujeres tenía que ver con mucho más que con el simple hecho de perder peso.»

Lamentablemente, James cambió su opinión sobre Oprah 12 años más tarde. «¿Podría tener algo que ver con la diferencia entre la superstar multimillonaria que vemos ahora, en 2008, y la amiga que yo vi yendo de un lado para otro y hablando con la gente en Soldier Field en 1996? De alguna manera, Oprah está empezando a sentirse un poco demasiado “llena de poder”, una pizca demasiado “iluminada” para el resto de nosotras. A mí, esto me hace pensar en esa amiga que ha llegado a estar un poco demasiado impresionada consigo misma y se ha vuelto un poco demasiado buena para el resto. Te da rabia, pero sigues echándola de menos.»

Contemplar a Oprah y a su preparador, en el verano de 1996, encabezando a todas aquellas mujeres que avanzaban resoplando y jadeando por los aparcamientos, por los pasos elevados sobre la autopista y a lo largo del lago, convenció a los libreros para hacer fuertes pedidos de Make the Connection, del que se hizo una primera tirada de 2 millones de ejemplares. El día de la publicación, Oprah dedicó el programa a su libro con Bob Green y, además, posó para un artículo de primera plana en People: «El hechizo de Oprah: después de cuatro años con una nueva filosofía del estar en forma, por fin Oprah es feliz». En menos de un mes, Make the Connection estaba en el número uno de todas las listas de bestsellers del país.

Oprah estaba tan convencida de que nunca volvería a aumentar de peso que dedicó los siguientes meses a hacer un vídeo motivacional casero titulado Oprah: Make the Connection, en el cual hablaba de que había vencido su problema de peso. Sobre dicho vídeo el Chicago Sun-Times dijo: «El vídeo de sesenta minutos más que una guía de instrucciones sobre cómo ponerse en forma, es un festival Oprah. Vemos a Oprah boxeando en la playa con Greene. Oprah en un campo de flores con un cachorro. Oprah en su camerino. Oprah bailando. Oprah sentada a la mesa, cenando con sus amigos. Oprah acabando el maratón. Vemos a Oprah gorda. Vemos a Oprah en forma».

También vemos a la Oprah generosa, que anunció que todo lo recaudado con el vídeo iría al programa A Better Chance, un programa radicado en Boston que ofrece a los estudiantes de los barrios deprimidos que tienen buenas notas la oportunidad de asistir a las mejores escuelas preparatorias para la universidad, de todo el país.

Unos días después de lanzar su propio libro, Oprah lanzó su Club de Lectura para presentar obras de literatura adulta contemporánea. Hizo unas cuantas excepciones con sus amigos, por ejemplo, cuando eligió el libro de no ficción de Maya Angelou, The Heart of a Woman, o los cuentos para niños, Little Bill, de Bill Cosby. Pero cuando empezó a presentar libros de no ficción en 2005, rechazó las memorias de su ‘tía’ Katharine Esters, Jay Bird Creek, diciendo (según la señora Esters), que «el libro era demasiado trillado y mediocre. No había dramatismo ni pasión».

 «Me publiqué el libro yo misma —comentó años más tarde la señora Esters—, y Oprah dijo que no podía tomarlo en consideración para su programa, a menos que lo publicara una editorial como Random House. También dijo que a sus espectadores no les gustaría —la señora Esters había escrito sobre cómo era crecer en el sur de Jim Crow y sobre su lucha por los derechos civiles—. Mi libro era demasiado poco para que Oprah se tomara la molestia de considerarlo.»

De forma inexplicable, Oprah no prestó atención a las dos mujeres cuyas obras le habían abierto la puerta de la interpretación: Alice Walker, que escribió El color púrpura, y Gloria Naylor, autora de The Women of Brewster Place, y ninguna de ellas fue nunca seleccionada para el Club del Libro de Oprah ni por estas ni por ninguna de sus obras posteriores. Especialmente desconcertante fue la distancia que Oprah puso entre ella y Alice Walker, si se tiene en cuenta que El color púrpura había tenido un papel muy significativo en el éxito de Oprah, ampliando y, en muchos sentidos, forjando su carrera. Su homenaje a la película se podía ver en el prado ‘color púrpura’ que creó en su finca de Indiana. Sin embargo, nunca invitó a Alice Parker a ver el himno de alabanza paisajística a su novela.


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