SABÍAS QUE ? Nace Goya (1746)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. El propio Fernando VII puso excusas al acto de anulación de la Pragmática: «Hombres desleales o ilusos cercaron mi lecho, y abusando de mi amor y […] a los españoles, asegurando que el reino entero estaba contra la observancia de la pragmática, […] ponderando los torrentes de sangre y la desolación universal que habría de producir si no quedaba derogada».

 

30 de marzo

 

 Nace Goya (1746)

El niño que nació casi accidentalmente en Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746 se convirtió en el pintor que creó un mundo visual propio y terminó liberado de las estrictas normas artísticas de las modas de su época. En efecto, Francisco José de Goya y Lucientes aprendió del neoclasicismo, del rococó y de la delicadeza sentimental dominantes en su larga vida, pero tan solo utilizó sus fórmulas para dejar fluir su genio a través de la realidad que pintaba.

De padre dorador de clase media, Goya tenía catorce años cuando entró a trabajar como aprendiz en el taller zaragozano de José Luzán, un pintor local que le enseñó pintura a fuerza de copiar estampas. Tras una temporada en Madrid sin nada reseñable, en 1770 el aragonés se encontraba en Italia, donde al año siguiente ganó un concurso de la Academia de Bellas Artes de Parma con un clásico titulado Aníbal pasando los Alpes.

De vuelta a Zaragoza, el pintor recibió su primer encargo importante: la decoración de la bóveda del coreto del Pilar (1772). Al año siguiente se casó en Madrid con Josefa Bayeu, hermana del pintor Francisco, que lo introdujo en la Real Manufactura de Tapices, para la que diseñó una serie de temas costumbristas ya famosos, como El quitasol (1777), El columpio (1779) o Las floreras (1786), entre otros. Por esta época comienza a destacar como retratista y realiza magníficas obras: La marquesa de Pontejos (1785), La familia del duque de Osuna (1788), La duquesa de Alba (1795), Jovellanos (1798), La Tirana (1799), La familia de Carlos IV (1800-1801) o las majas desnuda y vestida (1803, 1806).

Tras superar una grave enfermedad que lo dejó a las puertas de la muerte, Goya dio un giro a su pintura con cuadros como El incendio y El naufragio (ambos de 1794), considerados prerrománticos, espíritu que continuó, salvo el paréntesis de la pintura mural de San Antonio de la Florida (1798) y su Casa de locos (1805).

Para finales de siglo apareció el Goya más comprometido con lo que ocurría en el mundo, y la crítica social se muestra ya en la serie de grabados de Los caprichos (1799), donde lo grotesco y el humor sirven para denunciar la política, la corrupción, la violencia, la superstición, la ignorancia y, en definitiva, la estupidez humana. El testigo, a quien le quedaron «grabados» en su cabeza los desastres de la guerra (1810), pintó además El dos de mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos y El tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío (ambos de 1814).

A la vuelta de Fernando VII a España (1814), que para Goya seguramente no era tan «deseado», el monarca le encomendó algunos trabajos, pero dejó de hacerlo cuando percibió en ellos cierta rebeldía pictórica. El pintor volvió a trabajar en otras dos series de grabados, La tauromaquia (h. 1815) y Los disparates (1815-1823). Luego se fue apartando del mundo madrileño y se refugió en su finca privada, la llamada «Quinta del sordo», donde comenzó sus «pinturas negras» (1819-1823), representadas en cuadros como El aquelarre, La riña a garrotazos, La romería de San Isidro, Dos viejos comiendo sopas o Saturno devorando a sus hijos.

Tras el Trienio Liberal, llegó la década ominosa, que Goya comenzó a vivir en su exilio de Burdeos. Allí se encontraba Leandro Fernández de Moratín, a quien le hizo otro retrato (1824). Después, media docena más de pinturas, entre las que destaca La lechera de Burdeos (h. 1826).


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