Primer hogar de Oprah Winfrey 6 страница

«No recuerdo lo que dije, pero el tema [para un discurso de dos minutos y medio] era “el negro, la Constitución y los Estados Unidos”. Lo pronuncié en Filadelfia, ante diez mil personas y me sentí realmente cómoda. Siempre me preocupaba que se me viera la combinación cuando me levantaba para hablar, pero ante diez mil personas comprendes que nadie puede ver si te asoma por debajo de la falda o no. No te puedes asustar cuando, mires donde mires, verás un mar de personas».

Oprah ganó el concurso en la septuagésima primera Grand Lodge Convention, que homenajeaba al alcalde Charles Evers, de Fayette (Misisipí), con su premio más alto. El alcalde era el hermano mayor de Medgar Efers, el militante pro derechos civiles asesinado en 1963 por un defensor de la supremacía blanca.

Mientras los Black Elks se reunían en Filadelfia, los Elks blancos lo hacían en San Francisco para votar por el requisito de «sólo blancos» para sus miembros. Sostenían que Dios no hizo a ningún negro aceptable para su «hermandad». Por entonces, un portavoz de los Elks blancos dijo que su debate, prohibido a la prensa, había sido «amistoso» y «con espíritu de amor fraterno».

Al año siguiente, Oprah compitió en el Tennessee State Forensic Tournament, ganó de nuevo y en 1971 fue al concurso nacional que se celebró en la Universidad de Stanford, en Palo Alto (California). «No recuerdo que hubiera ningún otro estudiante negro aquel año —dijo Andrea Haynes— y, con toda seguridad, no había ninguno entre los finalistas. Oprah era la única. Actuó y ganó casi cada día de la semana, acabando entre los cinco primeros.»

Durante un descanso de cinco horas entre presentaciones, Oprah fue de compras a San Francisco y compró un pañuelo de seda para su profesora, que recordaba que «Oprah estaba muy impresionada por haber pagado 15 dólares por aquel pañuelo y muy impresionada por haberlo comprado en Saks Fifth Avenue». Comprar aquel pañuelo era todo un derroche para una chica de diecisiete años, procedente de Nashville (Tennessee) que, en 1971, gastaba 72 centavos por dos trozos de pollo frito de Minnie Pearl.

Perder el torneo nacional decepcionó a Oprah, que había presentado una conmovedora lectura de Jubileo, la novela de Margaret Walker, la versión negra de Lo que el viento se llevó, en la cual una esclava llamada Vyry es rociada con orina por la esposa del amo, que está celosa de su madre. Más tarde, Vyry es azotada con un látigo hasta convertirla en una masa sangrienta de carne, por haber tratado de huir.

«Ahora, cuando pienso en ello —dijo la señora Haynes—, me doy cuenta de que fue una elección atrevida, al poner la experiencia de los esclavos ante la cara de los blancos, pero Oprah, que no era en modo alguno una activista, captó la humanidad del personaje y lo presentó sin ira ni amargura.»

Vestida con una falda larga de algodón y un viejo pañolón y con su largo pelo negro recogido bajo una redecilla blanca, Oprah pronunció su alocución ante sus compañeros de clase antes del torneo estatal.

«Nunca olvidaré la fuerza de su energía cuando se dirigió hacia el frente de la sala, ya metida en el personaje, recorriendo la estancia con la mirada y haciendo contacto visual con tantos de sus compañeros como le fue posible —recordaba Sylvia Watts Blann, más de treinta años después—. Sin más preámbulos, se lanzó a una actuación llena de fuerza, relatando en primera persona la historia de una esclava mientras la examinaban [ofrecida, pero no vendida] en la plataforma, la ataban a un poste y la azotaban por tener demasiado temple y le frotaban las heridas con sal.

»Aquella mañana no fui la única que tuvo los ojos anegados en lágrimas, mientras nos transportaban ciento diez años en el pasado, a una época horrible, cuando los blancos se atrevían a ser dueños de los negros, aquí, en esta misma nación, en este mismo Estado. Siempre me ha asombrado la manera en que, en lugar de atacar, personalmente furiosa, decidió ponernos delante el espejo del legado de este crimen contra la humanidad. A lo largo de los años, mientras Oprah se dedicaba a construir su carrera en la vida pública, me acordé muchas veces de la desgarradora realidad que nos transmitió con su actuación. Incluso entonces supimos que era especial.»

Aunque en 1970 la Ley de Derechos Civiles imponía la integración en las escuelas públicas y en los servicios públicos, en Nashville, la división social que separaba a blancos y negros seguía firme. «Todos éramos amigos durante el día, pero en realidad, al salir de la escuela, no hacíamos nada con ellos [los negros] —explicó Larry Carpenter—. Oprah trató de relacionarse con los blancos y la reprobaron por ello. Los chicos negros pensaban que trataba demasiado con la otra raza.»

«Fue entonces cuando por primera vez me llamaron ‘Oreo’ [negra por fuera, blanca por dentro] —recordaba Oprah—. Crucé la raya y me senté con los blancos en las cafeterías. […] En la escuela era la niña mimada de la profesora, lo cual creaba otros problemas. Nunca hablaba en dialecto —no estoy segura del porqué, puede que me avergonzara— y me atacaban por “hablar bien, como los blancos”, por venderme.»

Cuando era adolescente, Oprah se sentía violenta ante las imágenes de africanos que veía en televisión y en el cine. «Me avergonzaba si en la escuela alguien preguntaba: “¿Eres africana?”. No quería que nadie hablara de eso. Y si alguna vez en alguna clase en la que yo estuviera se hablaba, siempre era sobre los pigmeos y sobre […] la conducta primitiva y bárbara de los africanos. […] Recuerdo que quería acabar lo antes posible con aquella época. ¿Las fotos de pechos desnudos de National Geographic? Me daban mucha vergüenza.»

Al ser minoría, los alumnos negros de East reforzaban su número votando en bloque, en especial para los cargos y nombramientos del cuerpo estudiantil, las valoradas designaciones «superlativas» de más popular, más guapo, con más talento, con más probabilidades de triunfar, más tímido, etc. Se reunían, nombraban a un candidato y votaban sólo por esa persona, mientras que los alumnos blancos, con varios candidatos, inevitablemente dividían su voto, lo cual solía permitir que el candidato negro ganara. «Ésa es la razón de que mi elección como presidente de los estudiantes se considerara algo tan inesperado —recordaba Gary Holt—. Era uno de los dos blancos que se presentaban contra un negro y no podría haber ganado sin el apoyo negro.»

Al mismo tiempo, Oprah era la única alumna negra que se presentaba para vicepresidente. La foto de su campaña exhibía el eslogan «Pon un poco de color en tu vida. Vota por la genial Oprah». Celebró su fiesta de cumpleaños en el gimnasio de la escuela y prometió mejor comida en la cafetería y, en lugar de discos, prometió una banda de música (medio negra, medio blanca) para la fiesta de promoción. También la eligieron porque se hizo con votos negros y blancos. Además ganó uno de los codiciados «superlativos» porque, según Cynthia Connor Shelton, fue lo bastante atrevida para nominarse ella misma. «Esto muestra su confianza en sí misma y su determinación para que la reconocieran», dijo su compañera de clase.

Muchos años después, un miembro del grupo negro que seleccionaba a los candidatos confirmó que era verdad que Oprah se había propuesto en la categoría de chica más popular», y había ganado gracias al voto negro en bloque.

Pero su padre, Vernon Winfrey, no se sintió impresionado por su victoria. «Cualquier perro de la calle puede ser popular —afirmó—. ¿A quién votaron como “Con más probabilidades de triunfar”»?

Vernon no alentó a Oprah a presentarse para el título de Miss East Nashville High ni para Miss Wool y no se mostró comprensivo cuando perdió ambos concursos. No le importaba que no fuera la reina de la fiesta del inicio de curso, ni de la de los tulipanes ni la del baile de la promoción o que ni siquiera fuera animadora. Pero para Vernon sí fue una decepción que no estuviera en el National Achievement Scholarship Program for Outstanding Negro Students, porque quería que fuera quien pronunciara el discurso de graduación, pero se conformó con las buenas notas que la situaban en la National Honor Society. Vernon le dio unas palmaditas en la cabeza y le dijo: «Tienes algo ahí dentro que nadie te puede quitar».

Desde el principio, Zelma y él insistieron en que fuera a la biblioteca una vez a la semana y les escribiera un informe sobre un libro, lo cual familiarizó a Oprah con la vida de Sojourner Truth, Harriet Tubman y Fannie Lou Hamer, y con la poesía de Langston Hughes y Maya Angelou. «No sólo tenía los deberes de la escuela, sino que además tenía los deberes de casa —contaba Oprah—. Por añadidura, sólo me permitían ver la televisión una hora, y esa hora era siempre antes de que hicieran Leave It to Beaver. Me repateaba.»

Se quejaba amarga y constantemente de lo estricto que era su padre. «Vernon era un viejo muy duro —decía Gary Holt—, y se aseguraba de saber dónde estaba Oprah en cualquier momento del día. […] En aquella época no había muchas relaciones entre razas, pero si hubiera sido un hecho socialmente más aceptado, Oprah y yo podríamos haber acabado juntos. […] Éramos muy amigos y compartíamos las mismas y fuertes creencias cristianas».

Oprah escribió en el anuario de Holt:

 

Me has enseñado más por medio de tus actos, por la manera en que vives el día a día, que verdaderamente sólo hay un Único Camino, Jesucristo. Y que si Él no tiene el control, si no dirige toda la función, la vida es sólo una vorágine sin fin ni sentido.

 

«En realidad, cuando estábamos en la secundaria, no se toleraba que salieras con alguien de otra raza —explicaba Holt—, pero Oprah quería hacerle una jugarreta a Vernon. Así que me invitó a su casa y le hizo creer que salíamos. Vernon se quedó de piedra cuando abrió la puerta y me vio allí delante. Fue cordial, pero era evidente que le preocupaba que un chico blanco fuera a ver a su hija. Fue como Adivina quién viene a cenar esta noche, y yo era Sidney Poitier. Oprah lo hizo sudar un rato, y luego se echó a reír y le dijo que estábamos preparándolo todo para el baile de promoción.»

Oprah y sus amigos negros fastidiaban a su maestra de oratoria, que era blanca, y lo hacían con ese mismo sistema: «Si estábamos en unos grandes almacenes o en un restaurante, me llamaban a voz en grito desde el otro extremo: “Eh, Mama. Ven”. Luego se partían de risa cuando todos los blancos se volvían y veían que yo era su “mama”». Con frecuencia, la señora Haynes llevaba a sus alumnos de oratoria a los concursos estatales en su pequeño Mustang rojo. En una ocasión, para ponerse en marcha temprano, le propuso a Oprah que pasara la noche en su casa y compartiera la habitación con su hermana pequeña, que había venido a verla. «Mi hermana salía de la ducha y Oprah estaba hablando por teléfono con una de sus amigas: “Sí, ahora mismo está en la ducha” —decía—. Ya sabes cuánto les gusta lavarse el pelo a estas chicas blancas. Constantemente están lavándose el pelo.»

En la década de 1960 la lucha por los derechos civiles había llegado con fuerza a Nashville mediante la celebración de boicots, sentadas, protestas, manifestaciones y marchas; se trataba de una parte de la turbulencia racial que en aquellos años se había ya extendido por todo el Sur. Cuando Oprah estaba en la escuela secundaria se imponía ya, poco a poco, la discriminación positiva para que los negros, durante tanto tiempo rechazados, pudieran alcanzar la igualdad de oportunidades.

Dado que era el primer alumno negro con un cargo en el cuerpo estudiantil y además era también conocida en todas las iglesias negras de Nashville, Oprah fue seleccionada como uno de los delegados de la Conferencia de la Casa Blanca para Niños y Jóvenes. El director, Stephen Hess, había prometido «una muestra representativa de la juventud de los Estados Unidos […] no sólo […] de los activistas estudiantiles de la clase media blanca». Dijo que el grupo de edad de entre catorce y veinticuatro años reflejaría la demografía del país. Al final, las minorías, que representaban el 30 por ciento de los delegados, estaban sobrerrepresentadas a propósito, para que no diera la impresión de que se trataba de algo meramente simbólico. Años más tarde, Oprah diría que fue «la única estudiante seleccionada en su estado», pero su ligera exageración no rebaja el honor.

Asistió a la conferencia en Estes Park (Colorado), con mil delegados, la mayoría de los cuales eran cristianos bien afeitados, con el pelo cortado al rape. Entre los asistentes estaba también James S. Kunen, autor de The Strawberry Statement. «No me imaginaba —afirmó Kunen— que se pudieran encontrar tantos chicos “buenos” en los Estados Unidos». No obstante, por muy tradicionales que parecieran aquellos los jóvenes delegados, sus recomendaciones eran cualquier cosa menos convencionales.

En una sesión, que duró cinco horas, algunos de los del pelo rapado estaban en las primeras filas fumando hierba abiertamente, mientras su grupo de trabajo informaba sobre la legalización de la marihuana. Los asistentes denunciaron la invasión de Camboya, se opusieron a la guerra de Vietnam, apoyaron la retirada de las fuerzas de los Estados Unidos para finales de año y pidieron que se pusiera fin al reclutamiento. Propusieron unos ingresos garantizados de 6.500 dólares para las familias de cuatro miembros, estipularon que una cuarta parte del presupuesto nacional se asignara a educación, condenaron la esclavitud y su funesto legado como «la mancha más negra del país», y pidieron al presidente Richard Nixon que proclamara que el racismo era «el cáncer de la sociedad estadounidense».

Pese a las resoluciones contra el establishment hechas por su delegación, Oprah no volvió a casa convertida en una activista política. Todo lo contrario. «La única marcha en la que tomó parte —dijo su novio Anthony Otey— fue la March of Dimes.»

Esta marcha llevó a Oprah a WVOL, la emisora de radio negra de Nashville, para buscar patrocinio. «[Oprah] me dijo que caminaba mucho y que tendría que pagarle por el número de kilómetros que caminara —explicó John Heidelberg, uno de los disc-jockeys, que más tarde sería presidente y propietario de la emisora—. Yo le respondí: “De acuerdo”.»

Unas semanas más tarde, Oprah volvió a recoger el dinero. «Me admiró su voz —recordaba Heidelberg—. Se expresaba muy bien. Su gramática era buena. […] Soy del quinto pino, fuera de los límites de Misisipí. A veces, la idea y la imagen que la gente tiene de los negros que viven en el Sur puede ser muy negativa. […] Cuando oí a Oprah pensé: “Vaya, aquí tenemos a una jovencita que puede ir a cualquier sitio”.»

Le preguntó si estaría dispuesta a grabar una cinta. La llevó a la sala de redacción, cogió un texto del teletipo y escuchó cómo Oprah leía con una voz clara, profunda y rica, sin sombra de acento ni dialecto. Le prometió que le daría la cinta al director de la emisora.

«[Durante muchos años] a las mujeres les fue difícil entrar en la radio —dijo—. Pero cuando el FCC (Comité Federal de Comunicaciones) exigió a las emisoras de radio que aplicaran la discriminación positiva, las cosas empezaron a cambiar. Los directores de las emisoras contrataban locutoras negras porque necesitaban una minoría. Era como si dijeran: “Bueno, tenemos que proteger nuestra licencia, así que contrataremos algunas mujeres”. […] Éramos un campo de entrenamiento para las jóvenes negras que, de otra manera, no habrían tenido ninguna oportunidad de entrar en la radio.»

Heidelberg no tardó en convencer a la dirección de WVOL para que se arriesgara con aquella joven de diecisiete años y le diera formación práctica. «Oprah sabía que tenía talento —continuó—. No se sentía intimidada ni amenazada por nada. Nada le preocupaba.»

«Era decidida —dijo Dana Davidson, que trabajó en WVOL, con Oprah—. Sabía adónde iba.»

Poco después de que Oprah empezara a trabajar a media jornada se produjo un incendio en la casa del director de la emisora, y los bomberos acudieron tan rápidamente que el director decidió que la emisora participaría en el siguiente concurso de Little Miss Spark Plug (Miss Prevención de Incendios). Cada año, varias empresas de Nashville seleccionaban una candidata, por lo general una adolescente blanca y pelirroja, para que los representara en el concurso. La emisora WVOL presentó a Oprah al concurso. «Fui la sorpresa negra del día», comentó ella.

«Miss Prevención de Incendios era un acontecimiento importante en esa época —explicó Nancy Solinski, que consiguió el título en 1970—. No era un concurso de belleza. El premio se basaba en tu capacidad para hablar, tu postura y tu presentación, porque tu principal responsabilidad era ir a las asambleas estudiantiles y hablar de la importancia de obedecer las normas de seguridad contra incendios. Hasta 1971, todas las ganadoras habían sido blancas. Pero ese año Oprah era una de las quince candidatas. Era la única negra, pero ni pestañeó porque lo tenía todo y lo sabía. Era absolutamente daltónica ante su propio color. Todos los jueces eran viejos blancos, y cuando salió a presentar su parte casi podías ver cómo pensaban: “¿Qué se cree que está haciendo aquí?”»

Los jueces preguntaban a las concursantes qué querían hacer con sus vidas. Oprah dijo: «Creo en la verdad y quiero perpetuar la verdad. Por eso quiero ser periodista, como Barbara Walters».

A continuación les preguntaron qué harían si les dieran un millón de dólares. La mayoría dijo que lo donarían a obras benéficas, que lo emplearían en ayudar a los pobres o que le comprarían una casa a sus padres. Oprah no, Oprah contestó: «Señor, míreme —dijo, elevando los ojos al cielo—. Si tuviera un millón de dólares, lo gastaría como una estúpida. No estoy segura de en qué lo gastaría, pero gastaría y gastaría y gastaría. Sería una tonta gastona».

«Todos se echaron a reír —contaba Nancy Solinski—, y me alegró, aunque, francamente, me sorprendió que ganara. Le puse la corona, muy agradecida de que los jueces hubieran superado por fin sus propios prejuicios. Ya era hora.»

John Heidelberg había acompañado a Oprah al acontecimiento. «La concurrencia estaba boquiabierta y estaba claro que Oprah disfrutaba de cada momento.» Heidelberg recordaba lo entusiasmada que estaba Oprah de que los fotógrafos de los distintos periódicos se precipitaran a hacerle fotos. «“Aquí estoy”, gritaba. Oprah adoraba las cámaras. “¿Dónde está la cámara? Estoy aquí. Venid a verme”. Le encantaba acaparar la atención. —Se rió al recordar las reacciones de Oprah—. [Pensaba] “Esto es genial. ¡Oye, me encanta! ¡Esto es sí que es ir a algún sitio!”».

Unas semanas después de desfilar en lo alto de una carroza como Miss Prevención de Incendios, Oprah desfiló con los de la promoción de 1971 para recibir su diploma de graduada. Quince años más tarde, la East Nashville High School entregó la graduación a su última promoción y se convirtió en East Literature Magnet School. Incluso con las puertas cerradas, muchos de la clase querían seguir el contacto con la escuela; Oprah, por el contrario, nunca miró atrás.

«Ni siquiera aportó un ladrillo», dijo Larry Carpenter, en la sede de antiguos alumnos de East mientras recorría el sendero pavimentado sufragado gracias a las donaciones de antiguos alumnos y con los nombres de éstos y el año de graduación correspondiente. Los ladrillos, que costaban 50 dólares, financian becas para los niños pobres de Nashville. Hasta el año 2008, no había ninguno con el nombre de la graduada más famosa de la escuela. «He escrito a Oprah muchas veces —comentó Larry Carpenter—, con la esperanza de que contribuya a nuestro fondo de becas, pero lo cierto es que nunca me ha contestado.»

La presidenta de la Asociación de antiguos alumnos de East Nashville, Patsy Rainey Cline, también ha intentado solicitar la ayuda de Oprah para el programa de becas de la escuela, pero sin resultado alguno: «No ha mostrado ningún interés en ninguna actividad de la escuela desde que dejó Nashville. […] Parece muy interesada en los niños desfavorecidos y en niños negros de diferentes nacionalidades, y no hay ninguna duda de que esa situación prevalece en East High, pero…».

Considerando los millones de dólares que años más tarde Oprah donó a obras benéficas, no parece que se pueda culpar a Larry Carpenter y Patsy Rainey Cline cuando piensan que es deliberado que Oprah excluya la East High School de la lista de sus donaciones. Luvenia Harrison Butler opinaba que Oprah dejaba de lado a su instituto de Nashville debido a unos recuerdos dolorosos. «Todo es parte de los secretos de su pasado», afirmó.

Sin embargo, cuando en 1994, la promoción de Oprah, la de 1971 decidió reunirse, volvieron a contactar a ella y, esta vez, respondió diciendo que le gustaría celebrar la reunión en su programa de televisión. «Pasamos semanas consiguiendo los nombres y direcciones de todos, para sus productores —dijo Luvenia—. Fue un montón de trabajo, pero creímos que era una manera estupenda de reunirnos todos. Por desgracia, no fue así como sucedió».

La prometida reunión de la clase acabó siendo un programa más centrado en la presentadora que en sus compañeros de clase. Oprah sólo pidió que aparecieran unos cuantos, además de su profesora favorita, Andrea Haynes. «En realidad, cuando llegué a Chicago y comprendí que el programa no iba a ser la reunión prometida, sentí que se aprovechaban de mí, que me utilizaban», recordaba Gary Holt.

Cuando Oprah presentó al ex delegado de los estudiantes, diciendo que era profesor de informática, comentó: «Pensaba que serías presidente de una compañía o algo así».

Cuando él contó la anécdota de que se había ganado «unos palmetazos» en su último curso, por haber abandonado la escuela durante horas de clase, ella se quedó atónita. «¿Cómo pudieron darte palmetazos? Eras el delegado de los alumnos».

«Las normas son las normas, Oprah —respondió él—. Para todos.»

Antes de grabar el programa, la había visto en el vestíbulo, rodeada de su camarilla de estilistas, maquilladores y productores. «La abracé con fuerza y le pregunté: “Cariño, ¿por qué estás haciendo todo esto?”. Me contestó: “Porque quiero llevar la verdad al mundo”.» Gary Holt le dio su anuario de 1971, que ella había firmado cuando estaban en último curso. Junto a la anotación que decía, en parte: «Quiero que sepas que, de una manera muy especial […] te quiero», ahora escribió: ¡«Gary, veintidós años más tarde, Dios sigue siendo Rey! ¡Gracias por lo que has hecho y continúas haciendo para vivir bien! Oprah.» Él no tenía ni idea de qué quería decir. «Posiblemente, sólo era una declaración inofensiva que ella o sus ayudantes acuñaron para el público en general».

Durante una parte del programa, Oprah presentó a un hombre que había escrito un libro sobre la dificultad de cumplir con las expectativas del instituto. El hombre dijo: «Ser un héroe en el instituto es lo más grande de la vida. Luego, pasados los años, es difícil igualar esa clase de estima».

Aparte de Andre Churchwell, un cirujano cardiaco que también se graduó en 1971 en East, parecía como si Oprah fuera la única sentada en escena que había materializado la promesa de su potencial en la escuela. Al final del programa, preguntó a sus compañeros cómo recordaban sus años del instituto. Todos respondieron con calidez y sentimiento, diciendo que aquellos años fueron un valioso campo de pruebas y un tiempo en el que sintieron que eran una familia.

 Oprah pareció divertida. Iluminada por su propio foco, por fin delgada y glamurosa a la edad de cuarenta años, se sentía cualquier cosa menos nostálgica: «Vaya, yo no sentía que fuera una familia —declaró—. Sentía que era sólo una fase. La dejé atrás».

   4

«En aquella época me encantaba cómo era Oprah —afirmó Luvenia Harrison Butler—. Ella era Ope u Opie, y yo era Luv o Veenie … Nos conocimos en el instituto y fuimos íntimas hasta que se marchó de la ciudad. Solíamos desternillarnos de risa haciendo de Geraldine.» Luvenia se echó a reír al recordar la imitación que Flip Wilson, travestido, hacía de una mujer descarada a la que llamaba Geraldine. Cada semana, en su programa de variedades recorría pavoneándose el escenario embutido en un ajustado vestido de Pucci, con tacones altos y una peluca de pelo largo y negro, representando a una mujer lo bastante chabacana como para asustar a un oso. Desde 1970 hasta 1974, a Geraldine la adoraban los telespectadores, tanto blancos como negros.

«Oprah y yo imitábamos a Geraldine constantemente», continuó recordando Luvenia mientras hojeaba su anuario del instituto, de 1971, treinta y siete años después de la graduación. Sonrió al ver lo que había escrito Oprah:

 

Mira, Luv, eres una de las sonadas más guapas que he conocido. Tu amistad significa y ha significado mucho para mí. Siempre recordaré […] «Al pan, pan y al vino, vino»; ¿con quién crees que te la juegas, Geraldine? Llegarás muy lejos y tendrás un súper éxito. ¡Buena suerte! Acuérdate de mí.

 

En 2008, mientras almorzábamos, Luvenia cabeceó divertida: «¿Acordarme de ella? Dios santo, ¿quién puede olvidarla? Se anuncia al mundo entero en cuanto te das la vuelta».

Los efectos de la escuela para señoritas Sears Roebuck a la que Oprah asistió en Milwaukee se notan en las fotos del anuario: sentada con la sociedad honorífica, es la única que tiene los brazos cruzados sobre la falda, dibujando una X perfecta, la forma ideal para desviar del vientre el enfoque de la cámara. De pie, con el presidente de los estudiantes, tiene la cabeza inclinada hacia arriba, otro truco aprendido en la escuela para estirar el doble mentón. Con la National Forensic League, adoptó la pose clásica de las modelos, con un pie más adelantado que el otro.


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