Primer hogar de Oprah Winfrey 7 страница

«Mira la foto de la cabeza —indicó Luvenia, señalando la imagen de Oprah con unos pendientes largos con símbolos de la paz—. ¿Ves lo negra que era? Con la nariz ancha y todo. Ahora [más de tres décadas después] es diferente. Parece que se haya blanqueado la piel y que quizá se haya hecho algo de cirugía estética. […] La verdadera Oprah es la Sofía de El color púrpura. Esa es la auténtica Oprah. No la diva guerrera pasada por Photoshop que aparece en las portadas de su revista y que parece tener la piel tan clara.»

Como afroamericana que es, Luvenia comprende la tiranía del color entre los negros. «Como Oprah tiene la piel tan oscura, sufrió la discriminación dentro de nuestra propia comunidad. Por eso, siempre se ha sentido atraída por hombres blancos que han logrado el éxito. Para sentirse segura necesita tener a su lado a un hombre triunfador de piel clara. En Nashville, era Bill, Bubba Taylor, el director de pompas fúnebres; cuando se marchó Oprah puso los ojos en Ed Bradley, el corresponsal de piel clara de 60 Minutes; e n Baltimore, perdió la cabeza por un disc-jockey de piel clara; luego fue Stedman, Obama… e incluso Gayle. Todos tienen la piel muy clara.»

La fijación de Oprah con la piel clara es confirmada por un famoso experimento psicológico citado en Brown v. Board of Education, en el cual las niñas negras, a las que se les ofrecían muñecas de diferentes tonos de piel, preferían, en un número abrumador, jugar con muñecas blancas. Cuando se les pedía que identificaran la muñeca «buena», elegían la blanca; cuando les pedían que eligieran la muñeca «mala», señalaban la negra. «Interpretamos que esto significaba que el niño negro acepta, a una edad tan temprana como los seis, siete u ocho años, los estereotipos negativos relativos a su propio grupo», afirmó Kenneth Clark, uno de los psicólogos a cargo del experimento.

Oprah reconocía que la discriminación por el color dominó su vida durante muchos años, hasta el punto de que este hecho determinó también la universidad que ella eligió. Dijo que se matriculó en la Universidad Estatal de Tennessee, una histórica universidad negra de Nashville, en lugar de la Fisk University, privada y más prestigiosa, porque no quería competir con las chicas de piel clara. En aquellos tiempos, la Fisk University era conocida por la llamada «prueba de la bolsa de papel»: parece ser que se pedía a los solicitantes que adjuntaran fotografías a sus formularios de ingreso, y cualquiera que tuviera la piel más oscura que las bolsas de papel era rechazado.

«En realidad, Oprah no quería ir a la universidad —comentó Andrea Haynes, su profesora de oratoria del instituto—. Tenía un trabajo remunerado en la emisora de radio negra y tenía la mira puesta en la televisión, pero Vernon insistió en que tuviera una educación universitaria. Así que conservó el trabajo en la radio y se matriculó en la TSU, la Universidad Estatal de Tennessee que, en mi opinión, era la institución educativa menor de Nashville». Pero la TSU, que costaba 318 dólares al año (muy poco comparados con los 1.750 dólares que costaba Fisk), era todo lo que Vernon Winfrey se podía permitir. Desde entonces, se ha escrito que Oprah consiguió una beca para estudiar oratoria y teatro en la TSU, pero en la universidad no hay constancia de ninguna beca, y Vernon descartó la idea, cuando declaró orgullosamente, de pie en su barbería: «Este sitio mandó a Oprah a la universidad».

En 1971, Fisk era considerada la Harvard negra, la universidad para las élites de color. Por el contrario, la Universidad Estatal de Tennessee era para los hijos de la clase obrera negra. Oprah tenía clara la diferencia, cuando le dijo a la revista Interview: «Fui a la TSU pero había otra universidad negra en la ciudad adonde iban todos los piel vainilla. Yo la consideraba una escuela mejor, pero no quería ir justamente porque no quería tener que competir con las de piel de vainilla, porque siempre se llevaban todos los hombres».

Más tarde le dijo en una entrevista publicada en People que «odiaba, odiaba y odiaba» su universidad. «Ahora me enfurezco cuando alguien viene y dice que estuvo en la Tennessee State conmigo. Todos estuvimos furiosos, durante cuatro años. Era una universidad sólo para negros, y lo que tocaba era estar furioso. Siempre que se hablaba de raza, yo estaba con el otro lado, quizá porque nunca sentí la clase de represión a la que están expuestos otros negros. Creo que me llamaron “negrata” una única vez, cuando estaba en quinto.» Explicó que su aversión por la TSU era consecuencia del activismo negro que se vivía en el campus y, como le dijo a Mike Wallace, en 60 Minutes, ella no era «la clase de mujer que viste un dashiki».

Cuando comprendió que la clase dominante de los Estados Unidos procedía de las universidades de la Ivy League, se sintió todavía más avergonzada de la TSU. En una retransmisión por Internet realizada con Eckhart Tolle en 2008, Oprah afirmó que no le gustaba que la identificaran por la universidad a la que había ido: «Me irrita que la gente pregunte: “¿A qué universidad fue?”. Lo preguntan para saber si perteneces a su clase». Es probable que le irritara la pregunta porque sentía que sus credenciales universitarias la rebajaban.

Es comprensible que Oprah despertara resentimientos entre algunos compañeros de la TSU, pues muchos de estos alumnos no estaban conformes con los comentarios que Oprah hacía sobre su universidad y consideraban que se trataba de absolutas invenciones de alguien que trata de congraciarse con los espectadores blancos: «La TSU no era como dice Oprah; tal vez lo fue a principios de los años sesenta, pero no cuando nosotras estábamos allí —dijo Barbara Wright que, al igual que Oprah, era de la promoción de 1975—. Vine del Norte, porque quería ir a una universidad históricamente negra. Todos llevábamos melenas afro en aquel entonces, como Angela Davis, pero no hacíamos marchas por las calles». Conocida por su puño alzado y su lucha por la liberación negra, Davis, que había sido profesora de UCLA, alcanzó la fama internacional en 1970, cuando se relacionó su pistola con el asesinato de un juez blanco en un alboroto que tuvo lugar en un juzgado, donde murieron cuatro personas. Davis huyó de la jurisdicción, pero fue arrestada, detenida y maltratada. Tras de esperar veintidós meses a que la juzgaran, al final un jurado formado sólo por blancos la absolvió de todos los cargos, en uno de los juicios más famosos de la historia de los Estados Unidos.

«Éramos chicos tradicionales, que queríamos tener la experiencia de estar lejos de casa, vivir en un campus y entrar en una hermandad —dice Barbara Wright—. Oprah no formaba parte de nuestra vida universitaria, en absoluto, probablemente porque era madura para su edad, como todos descubrimos más tarde. ¿Cómo puedes ser amiga de los que no han vivido tanto? Además, Oprah era una chica de ciudad, que no se alojaba en el campus y que no solicitó ingresar en una hermandad. Siempre que estaba por allí, andaba dando vueltas por Fisk.»

Oprah se sentía atraída por Fisk igual que un colibrí por el agua azucarada. «Iba allí siempre que podía —declaró Sheryl Harris Atkinson, otra compañera de clase en la TSU—. En el primer curso hicimos una asignatura de oratoria y comunicación. La oratoria era la principal asignatura de Oprah, la mía era educación, pero aquel curso era obligatorio para las dos. Éramos quince en la clase y Oprah se sentaba a mi lado. “Pareces un encanto, así que voy a ayudarte a ser una mejor comunicadora”, me dijo. Me hizo de mentora en aquella asignatura. Éramos iguales, pero ella decidió que yo era su alumna, tal vez porque yo era justo lo contrario que ella ya que no soy verbalmente agresiva ni aseverativa. Me seguía a todas partes. “Estoy detrás de ti —decía a voz en grito en el vestíbulo o en las escaleras—. Te estoy siguiendo”. Estaba decidida a ser mi amiga. En aquel entonces, me consideraban una chica negra guapa; por eso ella quería ser amiga mía. Sabía que American Airlines me había contratado, lo cual era algo importante en aquel tiempo. Iban a utilizar mi imagen para sus anuncios de publicidad. Así que Oprah decidió: “Me voy a pegar a ella”. Era por lo de ser una chica guapa. No tenía nada que ver con ninguna habilidad mía ni tampoco era por mi personalidad. Sólo por mi aspecto.»

Pese a su arrasadora confianza en sí misma, Oprah reconoció más tarde que su propia imagen estaba un poco desdibujada: «Recuerdo que cada mes, el día que salía la revista Seventeen, esperaba junto al puesto de periódicos a que llegara la camioneta de reparto. Lanzaban un paquete de revistas y yo estaba allí, para comprar el primer ejemplar y leer todos los consejos de belleza. Quiero decir, Dios mío, la idea de ser guapa. Pensaba que si podía ser guapa, mi vida sería perfecta. Así que miraba las modelos y leía cada truco de maquillaje y los probaba todos. Incluso me planchaba el pelo. Ahí estaba, una chica negra que no se preocupaba de planchar nada más que su blusa, pero que también se planchaba el pelo».

La prima hermana de Oprah, Jo Baldwin, vicepresidenta de Harpo Inc., entre 1986 y 1988, recordaba cuánto se indignó Oprah cuando Jo atrajo la atención de Bryant Gumbel, y Arthur Ashe detuvo su limusina en Madison Avenue para preguntarle cómo se llamaba. «Oprah dijo: “Estoy harta de que los hombres te miren siempre a ti. […] Daría la mitad de todo lo que tengo por tener tu aspecto.» Más de veinte años después, Jo Baldwin se echó a reír al recordar lo que le había contestado: «Le dije que era tonta».

Oprah reconoció ante la actriz Charlize Theron que había crecido «idolatrando a las chicas guapas». Dijo: «Pensaba: “¿Cómo sería tener este aspecto?”». Cuando conoció a Diane Sawyer, pareció enamorarse perdidamente de la guapa rubia copresentadora de Good Morning America que, al igual que Oprah, era una reina de belleza sureña, y que en 1963 había sido coronada Miss Júnior de América.

Algunos empleados de ABC-TV observaron la afectuosa relación entre las dos mujeres y se guiñaban el ojo, como diciendo: «¿Adivinas quién está loca por Diane?». Recordaban las llamadas por teléfono, bien entrada la noche, y las risitas, los entusiastas planes para hacer programas conjuntos en el futuro, los abrazos y los espléndidos regalos de Oprah; los gigantescos ramos de orquídeas que llegaban después de todas las grandes exclusivas de Diane, el caro bolso Kieselstein-Cord, el anillo con un diamante de un quilate para el dedo del pie.

«Corrían rumores por el trabajo», contó Bonnie Goldstein, ex productora de ABC News.

«Ni siquiera sé cómo nació nuestra amistad —dijo Oprah en declaraciones para la revista InStyle en 1998—. Nos sentábamos alrededor de la mesa y decíamos: “¿Sabes quién es la más guay? Esa Diane Sawye”. Luego, cuando menos me lo esperaba, llamó Diane y me invitó a Martha’s Vineyard. Nos lo pasamos de miedo. Fue más que genial.»

Otra mujer muy guapa de la que Oprah se hizo amiga, después de alcanzar la fama, fue Julia Roberts, la protagonista de Pretty Woman, que apareció en el programa diez veces y, en 2004, describió a Oprah como su «mejor amiga». Interesada por el seductor aspecto de la actriz, Oprah preguntó: «Eso de ser guapa, ¿llega a molestarte? Me gustaría saberlo. El otro día hablaba con mi amiga sobre esto y le dije: “En realidad es estupendo que tú y yo nunca fuéramos, bueno, mujeres guapas, porque ahora no tenemos que preocuparnos por dejar de serlo”». La actriz respondió: «No te puedes quejar de hacer una película llamada Pretty Woman, cuando tú eres esa mujer». Oprah asintió, mostrándose de acuerdo, y sonrió con adoración.

En la universidad Oprah parecía acumular gente guapa. «Le tenía echado el ojo a mi novio en Fisk y siempre me hacía preguntas sobre él —dijo Sheryl Atkinson—. Se parecía mucho a Stedman, que era lo que llamamos un chico guapo, de piel clara con rasgos europeos y una tez de color caramelo. Oprah estaba decidida a perseguirlo a todas partes. Recuerdo que un domingo por la noche estaba en la residencia, tumbada en la cama, escuchándo a Oprah en la WVOL. Oí cómo le dedicaba una canción a mi novio. No me lo podía creer. No me enfadé, porque sabía que él no estaba interesado en ella, pero me sorprendió lo atrevida que era. Pero es que también era así en clase: a los profesores no les caía bien, porque discutía con ellos y les decía que se equivocaban. Decían algo y Oprah replicaba y los corregía. Tomaba el control de la clase. Era muy mandona.»

Sin embargo, no todos los profesores de la TSU pensaban así. El doctor W. D. Cox, por ejemplo, recordaba a Oprah como una estudiante excepcional: «La conocí desde los dieciséis hasta los veintiún años. Era una estudiante muy agradable, trabajadora y que se tomaba muy en serio sus responsabilidades». Recordaba que llevó su clase a Chicago en 1972, para un proyecto de oratoria y que habían «disfrutado de una tontería» a expensas de Oprah.

«Durante nuestra estancia [en la ciudad] se informó de que habían violado a una chica en el segundo piso. Le dije una mentira a Oprah. Si Oprah se hubiera enterado de la violación, habría gritado: “¡Eh! ¡Estoy aquí!”. Oprah no se tomaba a la ligera esa clase de bromas. Eran una provocación para ella.»

Cox lamentó haberse burlado de la agresividad de Oprah cuando conoció la historia de sus abusos sexuales: «Me quedé estupefacto —afirmó Cox—. Su padre y su madrastra eran la fuerza que la sostenía. La actitud de Vernon era estricta; fue lo mejor que le sucedió nunca».

En su segundo curso, Oprah entró en el Gremio de Actores de Tennessee para hacer el papel de Coretta Scott King en un drama titulado The Tragedy of Martin Luther King, Jr. El titular de la crítica de The Meter, el periódico de la TSU, era brutal: «Martin Luther King asesinado dos veces». El crítico fue implacable.

 

Oprah Winfrey, en el papel de Coretta King, me decepcionó un tanto. Oprah, que presenta las noticias de una emisora de radio local, se muestra versátil en sus emisiones de radio de la WVOL. No obstante, no consiguió hacerlo en escena y fluctuó muy poco durante la obra.

 

Años después, Oprah atribuyó su impopularidad en la universidad de Tennessee a la envidia: «Mis compañeros estaban celosos porque yo tenía un trabajo remunerado. Recuerdo que recibía mi pequeño cheque de 115 dólares y con él trataba de contentar a mis compañeros. Siempre que alguien necesitaba dinero, yo se lo ofrecía: “Ah, ¿necesitas diez dólares?”, o los invitaba a pizza; encargaba pizzas para la clase. Hacía cosas así. Toda esa “enfermedad de querer gustar”. Allí es donde me fue peor, creo, porque quería que cuantos tenía junto a mí me aceptaran y no pudo ser».

Sus compañeros no se percataban de que, en realidad, la conducta de Oprah se debía a la inseguridad: «Actuaba como si supiera con certeza que algún día iba a ser alguien y nos lo iba a restregar por la cara más adelante —dijo Sheryl Atkinson—. Recorría el pasillo con la cabeza muy alta y balanceándose como si dijera: “Soy lo que mejor que se ha visto nunca andando”. Cuando la gente la veía venir, la evitaban. Tenía esa clase de seguridad que dice: “No me importa no caeros bien… Voy a ser alguien importante y lo lamentaréis”. Sí que se convirtió en alguien importante, pero yo no lo lamento. La aplaudo y la elogio por todas las buenas obras que ha hecho. Sólo desearía que no se mostrara tan resentida con la universidad. Pero eso surge de algo profundamente enterrado en Oprah, unos secretos que son demasiado negros y profundos para mirarlos. La gente lucha contra esa clase de cosas toda la vida. Puede que su actitud tuviera alguna relación con el hecho de que su padre fuera tan estricto con ella. Sé que, por lo menos cuando estábamos en la escuela, lo detestaba profundamente».

Más adelante, Oprah dio las gracias públicamente a Vernon por salvarla: «Sin su dirección, habría acabado embarazada y convertida en otro dato estadístico». Pero esa gratitud tardó mucho en llegar. Cuando cumplió los dieciocho años, se libró de su estricto control y se fue de casa.

«Tuve que ayudarla, porque Vernon estaba tan furioso que no quiso mover un dedo —dijo Luvenia Harrison Butler—. La instalamos en un piso en Cane Ridge Road, en Hickory Hollow.» Años después, Oprah sostenía que había continuado viviendo bajo el techo de su padre, sometida al azote de sus toques de queda a medianoche, hasta que se marchó de Nashville, a los veintidós años. «No sé por qué decía eso; tal vez para presentar la imagen de una niñita buena […] Cualquiera que fuera la razón, probablemente está relacionada con esos malditos secretos suyos […] Por eso hace que todos los que trabajan para ella firmen esos acuerdos de confidencialidad que les prohíben soltar ni una palabra sobre sus experiencias personales o profesionales con ella. Supongo que es su manera de conservar el control sobre lo que alguien pueda averiguar sobre ella […] Es un poco triste.»

Poco después de que Oprah se trasladara a su propio piso, fue a ver a Gordon El Greco Brown, un promotor local que había comprado la franquicia de Miss Nashville Negra y Miss Tennessee Negra, en 1972. «Su madrastra, la señora Zelma, la había traído para hablar de Miss Prevención de Incendios. Cuando empezó en la TSU se apuntó a mi escuela de modelos, cerca del campus. Un día, entró tan campante y anunció: “Hola. Algún día seré una gran estrella. ¿Dónde tengo que apuntarme, ricura?”. Sólo tenía diecisiete años y no era guapa. Pero estaba claro que tenía algo. Tenía mucho aplomo y una voz fabulosa.»

El profundo timbre de voz de Oprah siempre impresionaba. En el instituto, comparaban su rico registro vocal con el de la contralto estadounidense Marian Anderson. Para una adolescente, la potente voz de Oprah siempre era una revelación.

«La celebración de Miss Nashville Negra fue la primera vez que se celebraba un concurso de belleza para chicas negras. En el pasado sólo los había para chicas blancas —dijo El Greco Brown—. Oprah veía el concurso como un peldaño para la gran carrera que deseaba con tanta desesperación. […] Prácticamente, tuve que suplicar a todas las demás que participaran, porque no había ningún incentivo de dinero. Ni beca. Ni un acuerdo récord. Ni un contrato en Hollywood. Sólo un título, una banda y un ramo de flores.»

Oprah rellenó la solicitud para el concurso, haciendo constar su estatura: 1,69 m; peso: 61 kg; medidas: 91,5-63,5-94; número de pie: 40/41. Anotó sus aficiones: nadar y la gente; sus aptitudes: interpretación dramática; y sus padres: el señor y la señora Vernon Winfrey, sin mencionar a su madre Vernita Lee, de Milwaukee. A la pregunta «¿Por qué desea participar en el concurso de belleza de Miss América Negra?», Oprah escribió: «Me gustaría tratar de imbuir algo de orgullo [negro] individual en nuestro pueblo. Dignidad». Y en otro apartado escribió: «Nunca he estado casada, ni tengo una anulación, divorcio o separación», y añadió: «Nunca he concebido un hijo».

La noche del 10 de marzo de 1972 no había ni un asiento libre en la sede de Black Elks, en la calle Jefferson. «Me las había arreglado para reunir quince concursantes y se las juzgaba por su belleza en traje de noche y en traje de baño, además del talento —explicó El Greco Brown—. Oprah hizo una presentación normal en la competición de belleza, pero cuando llegó el momento del talento hizo una lectura dramatizada y cantó… y volvió loco al público. Era muy buena; se colocó entre las cinco primeras.»

«Sólo había una chica que superara a Oprah en talento. Se llamaba Maude Mobley y más tarde trabajó como cantante de refuerzo en el Gran Ole Opry. Maude no sólo tenía talento, sino que además tenía una figura estupenda y consiguió la máxima puntuación en las competiciones con traje de baño y traje de noche. Todos la eligieron como ganadora en cuanto pisó el escenario.»

Los seis jueces puntuaron y anunciaron a las ganadoras empezando por el final. «No me lo podía creer cuando el maestro de ceremonias leyó el nombre de la cuarta clasificada: Maude Mobley. Luego continuó leyendo las ganadoras, e hizo una breve pausa antes de proclamar: “La ganadora y primera Miss Nashville Negra, es… Oprah Gail Winfrey”.»

Recordando la exclamación colectiva de asombro del público, el promotor añadió que se vio asediado por gente que afirmaba que el concurso estaba amañado. «Yo mismo estaba confundido. Así que reuní todas las tarjetas de puntuación de los jueces e hice el recuento de votos. No me podía creer lo que descubrí: se habían cambiado las puntuaciones de la cuarta clasificada y de la ganadora. Estoy convencido de que se trató de un error. Los jueces eran personas honradas.»

El promotor dijo que al día siguiente fue a casa de Winfrey para explicar la confusión. «Le pregunté a Oprah si consideraría la posibilidad de entregar la corona a la legítima ganadora. Oprah se puso en pie y dijo, furiosa: “No, ¡es mía! Dijeron mi nombre y soy Miss Nashville Negra”.

»Intenté razonar con ella. “¿Cómo te sentirías si estuvieras en lugar de Maude?”

»“No me importa”, afirmó.»

A la semana siguiente, el retrato de Oprah apareció, como ganadora, en los periódicos de Nashville. Su fotografía, con un comunicado de prensa donde se mencionaba a Patrice Patton como segunda, fue enviada a todos los periódicos negros del país. No había ninguna mención de Maude Mobley.

«En la TSU todo el mundo hablaba del concurso de Miss Nashville Negra —comentó Sheryl Atkinson—. Lo discutíamos entre nosotros, porque nos parecía que Oprah era la ganadora menos probable. Realmente, no era la más guapa, pero estoy segura de que era la que más se hacía oír.»

«Creo que lo consiguió porque era muy conocida por su programa de radio —dijo Barbara Wright—. No podría haberlo logrado de ninguna otra manera.»

La confusión de las puntuaciones no se hizo pública hasta que Oprah se hizo famosa. Entonces Gordon El Greco Brown quiso publicar un libro de fotografías. «Tenía cientos de fotos de Oprah de aquellos concursos y le escribí para decirle que me gustaría publicar algo. Su abogado, Jeff Jacobs, me contestó y me dijo que les gustaría ver todas las fotos. Cuando vi que era abogado, le dije que iría a Chicago, con mi abogado, para poder hacer un trato. Pero Jacobs dijo que no, que no podía llevar a mi abogado. Tenía que reunirme con Oprah y él, yo solo. Me llevaron en avión a Chicago, me alojaron en un hotel y enviaron una limusina para que me llevara a los estudios Harpo. Me recibió Oprah, que me abrazó y actuó como si fuera mi mejor amiga. Luego me pasó a su abogado, que me vapuleó a placer.

»“Sólo queremos ver qué tiene”, dijo Jacobs, así que le enseñé todas las fotos. Le dije que había dedicado tres años a promocionar a Oprah (gratis) y que ahora me gustaría publicar un libro.

»Jacobs dijo: “Nada de libro. Nada de trabajo. Nada de nada. Pondremos un dinero encima de la mesa y las fotos se quedarán aquí. Lo toma o lo deja”. —Dije que quería conservar mis fotos. Jacobs contestó: “Pues márchese, pero no queremos ver esas fotos por todas partes”. Cuando me marché de Harpo, cancelaron la limusina para llevarme al aeropuerto y tuve que coger un taxi».

Sintiéndose menospreciado, el promotor vendió la historia y algunas fotos al National Enquirer, que publicó el titular «Oprah robó la corona del concurso de belleza». Al publicarse el artículo, el publicista de Oprah negó la historia: «A Oprah nunca le hablaron de ningún supuesto problema en ningún concurso en el que estuviera en aquella época».

Maude Mobley, a quien se describía en el reportaje de 1992 como «la legítima ganadora del concurso», parecía asustada: «Oprah es rica y poderosa. Preferiría no hablar de esto. Podría enfadarse conmigo».

La madre de Maude no fue tan prudente: «Sabía que algo no iba bien cuando dijeron el nombre de Oprah como ganadora —afirmó veinte años después del concurso—. Después de hablar con Maude, estaba tan furiosa que escribí a todos los que se me ocurrió que podrían reparar aquella situación. Pero a nadie le interesaba. Es verdad que Oprah robó aquella corona».

Otra versión del cambio de votos salió a la superficie cuando Patrice Patton, que quedó segunda en el concurso de Miss Nashville Negra, vio el reportaje de Gordon El Greco Brown, cuando estaba haciendo la compra en el supermercado: «Ya sabía que se habían cambiado las puntuaciones y que Oprah no había ganado —dijo en 2008—, pero no me creo lo que dicen de Gordon […] No creo ni por asomo que Oprah supiera lo del cambio ni que Gordon se enfrentara a ella. La coordinadora del concurso me dijo que fue Gordon quien cambió los votos del Miss Nashville Negra y que ella se había enfrentado a Gordon entonces y que cuando él no hizo nada para corregir la situación, dimitió. Unos años más tarde me encontré a la coordinadora y me contó la verdad: que era yo quien había ganado el concurso de Miss Nashville Negra y que Oprah había quedado en segundo lugar. Nunca he dicho nada, porque habían pasado cinco años desde que ocurrieron los hechos y habría parecido una mala perdedora. Además, Oprah me caía bien. Era una buena persona.»

«En aquel entonces, Oprah tenía muchos admiradores en Nashville, gracias a toda la publicidad que consiguió por haber sido la primera chica negra en ser Miss Prevención de Incendios, además de tener su propio programa de radio. Creo además que si no hubieran declarado a Oprah como Miss Nashville Negra, Gordon no habría vendido entradas para el concurso de Miss Tennessee Negra. Así que hizo que ganara…

»Cuando la coordinadora del concurso de belleza se marchó, Gordon me dio el trabajo a mí y viajamos por todo Tennessee tratando de conseguir chicas que participaran. Incluso entonces, sólo conseguimos unas pocas. Unos días antes del concurso, Gordon dejó su casa en Nashville y nosotras nos instalamos allí, para que yo pudiera prepararlas a todas para recorrer las emisoras de radio, las iglesias y los grandes almacenes. Oprah nos llevó a algunas de nosotras en la camioneta de reparto de su padre […] Todavía recuerdo lo decidida que estaba a volver a ponerse en forma para la competición. Quería tener cierta talla, así que empezó a hacer dieta. Fue la primera persona que vi tomar yogur. En aquel entonces, no tomábamos yogures. Pero ella sí, y perdió un montón de peso.»


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