SABÍAS QUE ? La Concordia de Villafáfila (1506)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Un examen forense determinó que Francisco Pizarro recibió más de veinte golpes de espada y al menos uno de un objeto contundente en el cráneo.

 

27 de junio

 

Poco antes de fallecer, Isabel I de Castilla dejó escrito en su testamento (firmado el 12 de octubre): «[…] considerando que la mejor herencia que puedo dejar a la princesa y al príncipe [su yerno Felipe de Habsburgo, el Hermoso], mis hijos, es dar orden [a] mis súbditos [… para que] les sirvan lealmente, como al rey mi señor y a mí han servido […] e viendo como el príncipe mi hijo, por ser de otra nación e de otra lengua, no se conformase con las dichas leyes y fueros y usos y costumbres de estos dichos mis reinos y él y la princesa mi hija no los gobernasen por las dichas leyes e fueros e usos y costumbres, no serán obedecidos y servidos como deberían…». Ahora bien, respecto a su hija estableció lo siguiente: «… [si] la dicha princesa mi hija no esté en estos reinos o […] haya de ir a estar fuera de ellos, o estando en ellos no quiera o no pueda entender en la gobernación de ellos […] el rey mi señor debe gobernar y administrar los dichos mis reinos por la dicha princesa mi hija».

A la muerte de Isabel la Católica (26 de noviembre de 1504) el problema sucesorio en Castilla suscitó un contencioso entre los partidarios de Juana I de Castilla, heredera legítima al trono castellano, y los de Fernando II de Aragón, soberano del trono de Isabel si se daban los casos descritos en el párrafo anterior. La incapacidad mental de Juana, que ya había mostrado sensibles signos de locura, facultaba, en efecto, al rey aragonés para cumplir el testamento de la reina. No sin pocas dificultades, puestas sobre la mesa por Felipe el Hermoso, el problema al fin se solucionó mediante las capitulaciones que Fernando el Católico firmó en Villafáfila (hoy provincia de Zamora) el 27 de junio de 1506 y que fueron ratificadas al día siguiente en Benavente (a escasa distancia) por el flamenco, ya Felipe I de Castilla.

Las capitulaciones firmadas por Fernando el Católico en Villafáfila, previamente acordadas con los partidarios de Felipe el Hermoso, eran, además de un pacto de cooperación mutua, un bienintencionado, sincero y auténtico mensaje de paz y amistad perpetuas dirigido a su yerno, que conseguiría prácticamente ser dueño y señor único de Castilla. Esto se entrevé en lo siguiente:

[…] el señor rey don Fernando, continuando su buena voluntad e intención y el verdadero amor que tiene a los dichos señores rey y reina, sus hijos, y queriéndolo mostrar por la obra, ha por bien y le place y es contento de dejar y deja estos dichos reinos y la gobernación de ellos a los dichos señores rey don Felipe y reina doña Juana, sus hijos, para que ellos los tengan y gobiernen como rey y reina, como señores que son de estos dichos reinos, y no solamente el dicho rey don Fernando les deja la gobernación de estos dichos reinos en vida de la señora reina, mas, si ella incurriese en cualquier grave enfermedad, o porque no quisiese o no pudiese entender y ocuparse en la gobernación de estos reinos, o si Dios dispusiese llevársela de esta vida, […] desde ahora, en todos los dichos casos, quiere y le place dejar y deja la dicha gobernación de estos reinos al dicho señor rey don Felipe por ahora y para siempre jamás.

Felipe falleció exactamente noventa días después, y Fernando, aunque nombró gobernador al cardenal Cisneros, se hizo con la regencia de Castilla.


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