SABÍAS QUE ? La rebelión de las Alpujarras (1568)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Primo de Rivera no solo no entregó a Aguinaldo más dinero, sino que facultó a su sobrino, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (futuro jefe de Gobierno de la dictadura de 1923-1930), a escribir una carta al líder filipino en la que le prohibía regresar al archipiélago.

2. Aguinaldo destinó los cuatrocientos mil pesos a la compra de armamento para continuar la guerra por la independencia de Filipinas.

 

24 de diciembre

 

 La rebelión de las Alpujarras (1568)

A lo largo de la década de 1560, la presencia de la Inquisición en las tierras de los señores moriscos fue haciéndose cada vez mayor. Se trataba de ir estrechando la vigilancia sobre las costumbres de la población morisca —principalmente en el antiguo reino de Granada—, sospechosa de seguir viviendo como musulmanes. A esto se añadió también la inspección de posesiones moriscas privadas, que terminó expropiando o multando severamente a muchos propietarios. Para colmo, el 17 noviembre de 1566, Felipe II dictó una Pragmática Sanción que prohibía a los moriscos practicar sus costumbres. Con todos estos antecedentes, no fue extraño que ni los nobles moriscos, reunidos en consejo, se pusieran de acuerdo y evitaran lo inevitable. A lo largo del año 1568, los partidarios de la rebelión fueron imponiéndose poco a poco, e hicieron acopio de armas y víveres para iniciarla

En la víspera de Navidad de 1568, los insurrectos proclamaron rey de Granada a Abén Humeya (Hernando de Válor y Córdoba), supuesto descendiente de los Omeyas cordobeses, y se desperdigaron por diversos pueblos de las Alpujarras (en la ladera sur de Sierra Nevada, entre las actuales provincias de Granada y Almería), incluso hasta el Albaicín (Granada) para reclutar hombres. La rebelión adquirió enseguida un fuerte carácter social y se adhirieron centenares de campesinos, se extendió más allá de las Alpujarras y a los pocos días se convirtió en guerra. En Aragón y Valencia, donde había una fuerte presencia morisca, se produjo un «contagio» ideológico que hizo que en toda la Península creciera el temor a una reconquista musulmana apoyada por el peligrosísimo imperio turco.

La contienda levantó a más de treinta mil moriscos armados. Felipe II tuvo que oponer un ejército bien organizado, en principio dirigido por los marqueses de Mondéjar y los Vélez. El escaso éxito de estos hizo que, a finales de 1569, el rey los sustituyera por su hermano paterno, Juan de Austria, que dispuso de cincuenta mil hombres para actuar directamente en los puntos «calientes» del conflicto. En efecto, de manera expeditiva entró en la zona montañosa de las Alpujarras, donde sus tropas causaron verdaderos estragos. Puesto que los moriscos conocían a la perfección los rincones de las faldas de la Sierra Nevada alpujarreña, en un primer momento pudieron contrarrestar la superioridad numérica del ejército cristiano, pero en el otoño de 1570 la mayor parte se encontraba refugiada o acorralada en las numerosas cuevas que tiene la región. De hecho, centenares de moriscos perecieron ahogados por el humo de las hogueras que los cristianos prendían en las entradas de las grutas para obligarlos a salir.

Juan de Austria consiguió aplastar la rebelión en octubre, pero en los primeros meses de 1571 tuvo que hacer frente a unos cuantos grupos rebeldes que continuaban escondidos en las montañas. El primer día de noviembre de 1570 los moriscos granadinos comenzaron a ser deportados y trasladados a otras regiones de la Península. La experiencia cristiana había demostrado que, aun después de la conquista de Granada (1492), los conversos seguían sin convertirse. La Iglesia católica apostaba por la dispersión como la mejor solución, pues estaba convencida de que esa «minoría» no debía tener sitio en la sociedad española.


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