Primer hogar de Oprah Winfrey 16 страница

Cuando le preguntaron qué quería decir con esto, su socio en el negocio se encogió de hombros. «Stedman y yo somos muy amigos desde hace tiempo —afirmó Armstrong Williams, en 2008—. Pero con Oprah he tenido mis problemas a lo largo de los años, así que ahora sólo trato con él». Williams quitó de su casa las dos fotos que Oprah le había dedicado («Para Armstrong, mi compinche, Oprah» y «Para Armstrong. ¡Lo hiciste genial en el programa! Gracias. Oprah»), y las metió en un paquete junto con los papeles que donó a la Universidad de Carolina del Sur.

Oprah empezó a enfriar su amistad con Williams poco después de que el periodista David Brock escribiera en su libro Blinded by the Right que Williams se le había insinuado sexualmente. Más tarde, Williams fue denunciado por un compañero de trabajo por acoso sexual, pero llegó a un acuerdo fuera de los tribunales. Oprah se distanció de él por completo cuando se hizo público que a Williams, por entonces comentarista conservador, la administración de George W. Bush le había pagado 240.000 dólares, en secreto, para promocionar la polémica ley denominada Ningún Niño Rezagado. Los medios acusaron a Williams de conducta no ética y posible uso ilegal del dinero de los contribuyentes. El sindicato del periódico dejó de publicar su columna, perdió su programa de televisión y, tras una investigación que duró un año, tuvo que devolver 34.000 dólares al Departamento de Educación de los Estados Unidos por haber cobrado demasiado.

Lo que Oprah no sabía era que, para entonces, Armstrong Williams estaba en la nómina de algunos periódicos y revistas sensacionalistas, y enviaba regularmente información a National Enquirer, The Star y Globe para los artículos en exclusiva sobre Oprah. «Tenía línea directa en sus oficinas y sabíamos cada paso que daba, porque Stedman y ella intercambiaban su programa cada dos semanas y Armstrong nos hacía llegar copias —dijo el ex editor de uno de estos periódicos—. Así que sabíamos adónde iban y qué hacían; por eso nuestros fotógrafos conseguían las fotos íntimas que publicábamos, en especial durante sus vacaciones juntos».

Sin darse cuenta, Oprah había iniciado el doble juego al contratar a Armstrong para que fuera su enlace con esos medios con el objeto de hacerles llegar noticias sobre sus buenas obras. «Te aseguro que Oprah sabía, sin ninguna duda, que Armstrong trabajaba con nosotros para ella, pero lo que no sabía es que también trabajaba para nosotros, contra ella —dijo un redactor senior de una de estas publicaciones, involucrado en la relación—. Oprah se obsesionó tanto con nuestra cobertura que hizo que Jeff Jacobs nos llamara para negociar. No fuimos nosotros quienes nos pusimos en contacto con ella, sino ella quien nos buscó, para intentar lograr algún control sobre lo que estábamos publicando sobre ella. Hablamos con Jacobs y acordamos llamarlo cuarenta y ocho horas antes de la publicación de cualquier cosa relativa a Oprah. Nos dijo que había cuestiones delicadas, en especial sobre el peso, pero no estaba obsesionado por esa cuestión, como lo estaba ella. […] Jacobs nunca traicionó a Oprah, pero Armstrong sí que lo hizo y para nosotros fue una fuente fantástica de información, y lo fue durante mucho, mucho tiempo. […] En un momento dado, incluso me puso al teléfono con Stedman y pudimos iniciar una relación también con él.»

En 1988 Stedman se trasladó a Carolina del Norte para trabajar con Bob Brown, de B&C Associates, ex agente de policía al igual que él, y adoptó sin problemas el conservadurismo de Brown. «Te digo que Stedman es republicano hasta la médula —afirmó Armstrong Williams—. Oprah está influida por la política de Hollywood. No puede evitarlo. Ella es así; Stedman no. Es un individuo muy conservador.»

Oprah reconoció sus diferencias políticas con Stedman cuando le preguntaron si abortaría en caso de descubrir durante el embarazo que su hijo podía nacer sin brazos ni piernas. «Sí, claro que sí —contestó—. Sé que molestaría a muchas personas, pero en esto tengo las ideas muy claras. Quiero que mi hijo llegue al mundo con todas las oportunidades que la naturaleza pueda darle. Por supuesto, una vez que ha nacido, haces frente a lo que la naturaleza te ha dado, pero si yo supiera por adelantado que mi hijo sería un discapacitado, querría, definitivamente, abortar. No obstante, Stedman no está de acuerdo conmigo en absoluto. Entre nosostros sería una GRAN DISCUSIÓN. Cuando lo piensas, es terrible querer a alguien con quien discrepas en una cuestión tan fundamental».

Como pareja, Oprah y Stedman estaban unidos por su devoción al evangelio de la autoayuda. Ambos eran ambiciosos y leían cuanto se publicaba sobre la superación personal, desde Creative Visualization (Visualización creativa) y Psycho-cybernetics (Psicocibernética) hasta The Nature of Personal Reality (La naturaleza de la realidad personal) y The Road Less Traveled (El camino menos recorrido). Compartían creencias religiosas parecidas —Oprah afirmaba que cada noche se arrodillaban para decir sus oraciones antes de acostarse— y durante ocho años asistieron a la Trinity United Church, del Reverendo Jeremiah Wright, en Chicago. Ambos sufrieron a causa de las insidiosas divisiones de color dentro de su propia cultura: Oprah al sentirse demasiado oscura, y Stedman envidiado por su piel demasiado clara. El padre de Stedman, pintor de brocha gorda, y su madre, ama de casa, eran primos hermanos, según Carlton Jones, primo tercero de Stedman, quien dijo que los padres de Stedman se habían casado para conservar la piel clara, característica de la familia.

«Hay muchos matrimonios endogámicos en nuestra familia —afirmó Jones. Posteriormente vendió a un periódico una historia sensacionalista sobre Stedman, pero fue acusado de mentir por dinero—. Soy pariente de Stedman por parte de madre. Ella era una Spaulding. Los Spaulding, Graham, Mores y Boyds de por aquí eran todos gente de piel clara. Y llevan más de cien años casándose entre ellos.

»En nuestra familia han nacido personas que tienen un aspecto tan blanco como cualquier hombre blanco, algunos, incluso con rasgos caucásicos. Pero también hemos ha habido niños retrasados […] que también se casan. Esa es la razón de que haya tantos retrasados en nuestro árbol genealógico. Primos en primer y segundo grado se casaban unos con otros, de ahí lo de la piel clara.»

Stedman dijo que ser llamado «blancucho» lo obligó a demostrar su valía dentro de su pequeña comunidad negra. Por añadidura, tuvo que vérselas con el estigma social con que cargaba la familia por los problemas de aprendizaje de sus dos hermanos menores, James y Darras. «Por aquel entonces, los llamaban ‘retrasados’, aunque ahora dicen que tienen ‘discapacidad del desarrollo’ —comentó—. Hoy hay muchos grupos de apoyo y programas para ayudar a las familias a hacer frente a esos problemas, pero nosotros, en esa época no teníamos acceso a ellos.» Refutó la afirmación de Carlton Jones de que sus padres eran primos hermanos, lo cual podía haber contribuido a la incapacidad mental de sus hermanos. Stedman dijo que se podía encontrar la prueba de lo que decía en una historia de la familia titulada A Story of the Descendants of Benjamin Spaulding.

Su primo Carlton afirmó que cuando Stedman era adolescente sus padres no le permitían llevar amigos negros a casa. «Su padre solía decirle: “¡No quiero que traigas a esos bastardos negros a mi casa!”, y lo decía en serio. Stedman nunca llevó a su mujer o a su hija a casa por esa misma razón.» Tardó varios años en llevar a Oprah a Whitesboro, pero ella sí que lo llevó a Nashville, para que conociera a su padre, poco después de que empezaran a salir.

En aquel entonces, a Stedman todavía le costaba aceptar que la gente lo hiciera a un lado para conseguir un autógrafo de Oprah y que los interrumpieran, cuando cenaban en un restaurante, para abrazarla. No entendía que ella tolerara esas intromisiones ni que le gustaran las atenciones de unos desconocidos maleducados. En Nashville permanecía hundido en un sillón de la barbería de Vernon, mientras la gente del vecindario acudía en gran número a verla, tocarla, fotografiarla e incluso cantarle. Se preguntaba en voz alta si ella era capaz de diferenciar entre los que eran valiosos y los que sólo querían estar cerca de una celebridad. «¿Quién sigue aquí, cuando toda esta gente se ha ido? —preguntaba—. ¿A quién le importa ella de verdad? No creo que ella lo entienda, o quizá lo entiende y no deja que eso la afecte. Pero Oprah ha pasado por tanto, una infancia dura, una familia rota, que es difícil decir que no debería disfrutar de todo esto».

Oprah y Stedman acabaron convirtiéndose en pareja, pero aunque llevan dos décadas viviendo juntos, no se han casado. «Mira, yo siempre le digo: “Stedman, si nos hubiéramos casado, ya no estaríamos juntos” —le contó Oprah a Jann Carl, de ET—. Y él dice: “Seguro. Seguro que no estaríamos juntos”. La nuestra no es una relación tradicional y el matrimonio es una institución tradicional, y hay ciertas expectativas que van aparejadas al matrimonio. La verdad es que él tiene su vida y su trabajo y yo tengo la mía, y no funcionaría.»

El padre de Oprah estaba de acuerdo: «Olvídate de la boda —dijo en 2008—. Nunca la habrá […] No se casará nunca con Stedman porque […] es muy independiente y no va a renunciar a nada por nadie […] Está satisfecha con ser quién es. Con Oprah es “trabaja como un cerdo o muere pobre”». Vernon Winfrey, que entonces tenía setenta y cinco años y seguía trabajando en la barbería, le contó que los cerdos deben hozar para conseguir comida y no morirse de hambre, insinuando que Oprah necesitaba buscar la riqueza más que nutrir una relación. Parecía que Oprah refrendaba la valoración hecha por su padre cuando se declaró a favor de los acuerdos prenupciales. «Significa que no eres estúpida —afirmó—. Si alguien tratara siquiera de decirme que quería venir y coger la mitad de todo lo que tengo… ¡Ay, ay, ay… sólo de pensarlo…!». Y a TV Guide también declaró: «Para mí el matrimonio significa ofrecerte —sacrificarte— a la relación. Convertirte en uno con esa relación. En este momento, yo no soy capaz de hacerlo».

«Ni ahora, ni nunca —dijo Vernon, negando con la cabeza—. Mi mujer, Zelma, murió en 1996 y unos años después, cuando empecé a verme con la mujer (Barbara Williams) que se ha convertido en mi segunda esposa, Oprah me llamó y me preguntó: “¿Estás enamorado?”.

»“¿Te puedes enamorar más de una vez?”, le pregunté yo.

»“Sí”, dijo ella.

»“No, no puedes”, le repliqué. Pero mi padre solía decir: “Te puedes casar con alguien porque te gusta y luego el afecto crece. Es eso o puedes ir dando vueltas de aquí para allá, sin ir a ningún sitio”. Así que yo estoy con alguien que me gusta.

»Oprah dijo: “Papá, me parece que soy como tú. Me gusta alguien, pero no estoy enamorada”.

»“Entonces ¿qué te parece si hacemos una doble boda?”»

Oprah dijo que no.

Cuando Oprah empezó a salir con Stedman, no paraba de hablarle a los espectadores de su nuevo novio, «Steddie», de lo guapo que era, de lo romántico, de que quizás al final se casarían, que incluso quizá tendrían hijos. «Me parece que malcriaría a cualquier hijo que tuviéramos Stedman y yo —ponderaba—. Ya he malcriado a su hija, Wendy. Les digo a ella y a sus amigas: “Vale, os regalaré una expedición para ir de tiendas. Podéis pasar una hora en la tienda y comprar todo lo que deseéis”.»

En una ocasión Oprah habló a los periodistas de que se le acababa el tiempo: «Algunos días deseo, de verdad, tener una niña, porque puedes vestirla y será tan mona […] será como yo. Luego pienso que querría tener un chico, porque me gustaría llamarlo Canaan. Canaan Graham es un nombre con mucha fuerza».

Años más tarde, en una entrevista televisada para A&E Biography se acercó más a su propia verdad, al decir: «La verdad es que creo que lo que pasé a los catorce años fue la señal de que para mí el hecho de que los hijos formaran parte de la ecuación no era sino una mera suposición. He concebido; he dado a luz […] y no me dio resultado. Estoy cómoda con la decisión de seguir adelante así».

Oprah confesó que su mejor amiga se sorprendió cuando reconoció que nunca había querido tener hijos: «Le dije: “No, nunca”. Incluso cuando estábamos en séptimo, Gayle sabía que quería mellizos. Ella siempre dice: “Si no me hubiera casado, habría tenido un hijo. Me habría parecido que mi vida no estaba completa sin un hijo”. Yo no siento eso, en absoluto».

Después de anunciar su compromiso en televisión, en 1992, y posar para People, Oprah lamentó haber hablado tanto de su relación con Stedman. «Alguien me dijo una vez: “Cada vez que mencionas su nombre, da la impresión de que lo haces porque ansías algo que no puedes tener”. Nunca se me había ocurrido que era así como se percibía […] Pero si no hubiera hablado de él, entonces todos se preguntarían: “¿Quién es el hombre misterioso?” o “¿Será Oprah lesbiana?”.»

Años más tarde, la gente empezó a preguntárselo. Algunos clasificaron la relación de Oprah con Stedman como algo de conveniencia para los dos, chismorreando sobre su sexualidad e insinuando que cada uno ayudaba al otro a ocultar sus preferencias por el mismo sexo, en especial Oprah, a la que se veía en público con Gayle King con mucha más frecuencia que con Stedman. Los tres negaron que fueran homosexuales y lo mismo hicieron sus amigos más íntimos, pero los rumores continuaron, en particular en Hollywood, donde Oprah era amiga de unas cuantas estrellas glamurosas conocidas como «lesbianas chic».

Oprah, Gayle y Stedman no tardaron en convertirse en pasto para los humoristas. Kathy Griffin, que ganó un Emmy en 2008 por su reality show, divirtió a un público con un número importante de gays, en DAR Constitution Hall, en Washington, preguntando por qué Oprah había llevado a Gayle a los Emmy ese año. «¿Es que no puede bajar al sótano y desatar a Stedman? Sólo por una noche. —El público se partía de risa—. Oh, vamos —continuó Griffin—, Todos sabéis que apoyo a Oprah y a su novio, Gayle.»

En el programa de televisión de David Steinberg, Robin Williams imitó a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, hablando por teléfono con Oprah. Williams cruzó las piernas, ladeó elegantemente los pies y se llevó la mano a la oreja. «¡Oh, cielos! ¿Dices que Stedman ha vuelto a ponerse tu ropa? Eso no está bien. No está nada bien, en absoluto.» El público se rió de la parodia de la pareja de Oprah como travesti.

Por aquel entonces los dos estaban casi acostumbrados a las burlas públicas. Pensaban que ya se habían enfrentado a lo peor pero fue entonces cuando News Extra, un periódico canadiense, publicó un artículo titulado «¡Nuevo escándalo de Oprah! Su prometido Stedman tuvo sexo gay con un primo». «Ese fue el momento más difícil para mí —le confesó Oprah a Laura Randolph, de Ebony, sollozando mientras contaba la historia del primo gay de Stedman que decía que se había acostado con él en un motel de Whitesboro (Nueva Jersey).» Oprah dijo que los rumores sobre la sexualidad de Stedman «le hicieron daño, mucho daño» a éste, y se culpó a sí misma. «Si yo fuera delgada y guapa, a nadie se le ocurriría decir algo así. Lo que estaban diciendo era “¿Por qué iba un tipo guapo y heterosexual a estar con ella?”.»

Oprah llevó un ejemplar del periódico a casa para enseñárselo a Stedman: «Fue muy valiente —dijo—; nunca lo he querido más. Me enseñó mucho durante aquel periodo. Cuando se lo di, lo miró y dijo: “Ésta no es mi vida. No tengo nada que ver con esto. Está claro que Dios quiere que aprenda algo”. Entonces, ahí estoy yo, en medio de la habitación, llorando, histérica y ¿sabes que hizo entonces Stedman? Se puso a buscar en el armario mientras comentaba que debería poner suelas nuevas a los zapatos. Y yo me quedo atontada. ¡Poner suelas nuevas a los zapatos! Nunca he visto una hombría mayor en toda mi vida».

A los pocos días, Oprah y Stedman presentaron una demanda de 300 millones de dólares contra el periódico por difamación, invasión de privacidad e intención de infligir daños emocionales. Su abogado informó a los periodistas de que Carlton Jones había vendido la historia nueve meses antes a un periódico de los Estados Unidos, que no la había publicado porque los abogados de Oprah los convencieron de que era mentira. Ahora, añadió el abogado, Jones dijo que había mentido al periódico por dinero. News Extra decidió no responder a la demanda. «Creo que los editores decidieron que no iban a defenderse» dijo el director. Treinta y cinco días después, el juez Marvin E. Aspen del tribunal de distrito dictó un fallo por incomparecencia contra el periódico, con sede en Montreal, que había vaciado y cerrado sus locales. Oprah y Stedman se sintieron reivindicados por los titulares del día siguiente: «Oprah Winfrey gana el pleito por incomparecencia».

Pero Stedman todavía tenía que armarse de valor para aguantar la burla de que le llamaran «el señor Oprah», «el Señorito» o, como dijo el National Review, «el prometido, en última instancia, Stedman Graham, El señor Adelaide para el Nathan Detroit de Oprah». Al principio, Stedman se ponía furioso cuando se referían a él como «el novio de Oprah», pero después de una relación de siete años, Oprah le dijo que lo superara. «Es lo que más le molesta —declaró—. Pero yo le digo que, aunque se muera, aunque se marche, aunque acabe siendo el dueño de todo Chicago, la gente seguirá diciendo: “Ese es el novio de Oprah Winfrey”.»

A Stedman continuaba irritándole la descripción. «No hay ningún respeto en ella —dijo—. Aunque ganas credibilidad al salir con una de las mujeres más poderosas del mundo, nadie te respeta por ello». El respeto es algo primordial para este hombre orgulloso, que trabajaba en una prisión cuando conoció a Oprah. Durante el día, vestía el almidonado uniforme de un guardia penitenciario, cuyo trabajo era cachear a los reclusos; por la noche se ponía unos mocasines con borlas, conducía un Mercedes y vivía lo que más tarde llamaría «una falsa vida».

A través de la bonita presentadora Robin Robinson, Stedman había conseguido entrar en la costa dorada de la sociedad negra de Chicago, que incluía a estrellas de los medios de comunicación como Oprah, atletas como Michael Jordan y la magnate del mundo editorial Linda Johnson Rice, cuya familia era propietaria de Ebony y Jet. Dentro de este círculo elitista había doctores de las universidades de la Ivy League, abogados, banqueros y profesores, que habían alcanzado la clase de éxito que Stedman nunca soñó que fuera posible para él. Aunque por su aspecto podía pertenecer al grupo de profesionales consumados —todos afables, listos y con estilo— él sabía que su título de la diminuta universidad baptista de Hardin-Simmons, en Abilene (Texas), le daba muy poco derecho a jactarse, y menos aún junto a los graduados de Harvard.

Volar tan alto tuvo un efecto transformador en Stedman, y pronto vio que el registro corporal de criminales no iba a darle la vida que quería. Los guardias de prisiones no se relacionan socialmente con Michael Jordan. Como estrella del baloncesto en el instituto y la universidad, el máximo deseo de Stedman era jugar para la NBA y que no lo seleccionaran fue la mayor decepción de su vida. Así que cuando Michael Jordan empezó a hacer anuncios y necesitó un sustituto, Stedman se lanzó sobre la ocasión, ansioso por ser parte —cualquier parte— del mundo de Jordan. Idolatraba al delantero de los Chicago Bulls, no sólo por sus asombrosas cualidades atléticas, sino por haber convertido su éxito en la cancha en un negocio lucrativo.

Deseoso de asociarse con los atletas profesionales, Stedman ideó un plan para crear la organización no lucrativa Atletas Contra las Drogas (ADD). Consiguió el respaldo de Michael Jordan para que otros atletas se unieran a él y firmaran vagas declaraciones diciendo que «estaban limpios de drogas y […] eran modelos de conducta positivos para la juventud de hoy». Los términos de su primera declaración de misión eran igualmente vagos: «Educar a los niños para que tengan un modo de vida mejor». Luego lo refinó: «Educar a los jóvenes para que tomen decisiones sanas en su vida». Imaginaba la organización de apariciones públicas para atletas de renombre en acontecimientos y torneos deportivos, que serían avalados por patrocinadores corporativos, lo cual permitiría que pareciera que le iba bien haciendo el bien, mientras se asociaba con las estrellas del deporte. «No llaméis a Stedman jock sniffer [1] —advirtió Armstrong Williams—. Detesta esa imagen.»

Para poner en marcha AAD, Stedman vendió su Mercedes, hizo efectivo su fondo de jubilación del sistema penitenciario y usó lo poco que había acumulado en su primer trabajo como policía en Fort Worth (Texas), seguido de los tres años en el ejército. Incluso sin ingresos o un plan de negocio, por fin sentía que tenía un propósito y un cierto estatus. Continuó trabajando de modelo para cubrir los gastos, después de dimitir del Departamento de Prisiones, donde, según afirmó, iba «camino de convertirse en director de prisión dentro del sistema federal».

La declaración de AAD hecha a Hacienda indica que la organización recauda una media de 275.000 dólares al año, la mayoría procedentes de un torneo de golf anual de famosos. Los donantes a AAD pagan por la cena de gala anual que permite que Stedman se siente a la mesa principal en compañía de atletas profesionales. No hay duda de que presidir Atletas Contra las Drogas le da un título importante, pero no un salario. En algún momento, antes de 2002, tuvo que prestarle a su organización más de 200.000 dólares para mantenerla a flote. No se especifica la manera en que AAD distribuye los fondos «para educar a los jóvenes para que tomen decisiones sanas en su vida».

Oprah, que no reconoció públicamente que consumiera drogas hasta 1995, se lo contó a Stedman al principio de su relación. «Me preocupaba cómo le afectaría, pero supo desde el principio que era uno de los secretos a los que me costaba enfrentarme y me animó para que no dejara que fuera un gran miedo —dijo—. Él nunca ha tomado drogas y no bebe alcohol.»

Stedman estaba decidido a mejorar su suerte, pero si necesitaba un acicate, no hay duda de que Oprah se lo proporcionó cuando le preguntaron si le importaba lo que un hombre hacía para ganarse la vida. Oprah no vaciló y dijo: «Me importa y mucho que cave zanjas. Sé que parece elitista. Pero aspiro a tanto en mi propia vida —quiero hacer realidad todo mi potencial humano— que no comprendo a la gente que no aspira a hacer ni ser nada».

Las ambiciones de Oprah eran gigantescas y su ansia de reconocimiento, casi insaciable. Sin botón de Off, su motor funcionaba constantemente, y atestaba sus días y sus noches con una actividad incesante. «Mi programa es caótico, pero es exactamente la clase de vida que siempre he querido —dijo—. Siempre he dicho que quería estar tan ocupada que no tuviera tiempo ni de respirar.»

Cada mañana, después del programa de entrevistas, por lo menos en los primeros años, pasaba tiempo con el público; estrechando manos, posando para fotos o firmando autógrafos. Se reunía con los productores para hablar del programa del día siguiente y analizaba los índices de audiencia del día anterior. Seguía adelante con sus planes para construir su estudio de diez millones de dólares («Tengo que pasar de millonaria a magnate»); buscaba papeles en el cine («Voy a ser una gran, gran estrella»); compraba derechos de libros para producir sus propias películas, la primera la biografía de Madame C. J. Walker, que creó cosméticos para mujeres negras, que se vendían de puerta en puerta, una actividad que la convirtió en la primera mujer millonaria self-made de los Estados Unidos. Oprah consideró la posibilidad de crear su propia línea de ropa para «la mujer más robusta», porque no conseguía encontrar trajes de diseño de su talla. Cuando encontraba algo que le gustaba, su ayudante de vestuario tenía que comprar dos trajes de la talla más grande disponible y hacer que de los dos confeccionaran uno, lo cual era costoso y llevaba tiempo. Se reunió con Lettuce Entertain You Enterprises, de Chicago, para hablar de abrir un restaurante. Estaba de acuerdo en ser socia, pero no en permitir que usaran su nombre, porque si fracasaban, no quería que le echaran la culpa. Quería poner en marcha un instituto para mujeres como una «extensión de lo que tratamos de hacer durante una hora en el programa. […] No se me ocurre otro nombre que centro para la superación personal». Trabajó con Maya Angelou para escribir una obra, un monólogo para una mujer, y llevarlo a Broadway, y habló de escribir su autobiografía. Oprah sabía que 1987 era su momento, cuando los negros estaban en primera línea en la política (Jesse Jackson), el cine (Eddie Murphy), la música (Whitney Houston), las noticias en cadena (Bryant Gumbel) y la televisión en horario de máxima audiencia (Bill Cosby).

Decidida, costara lo que costara, a estar presente, también ella, en el horario de máxima audiencia, Oprah quería ser la estrella de su propia serie, como Bill Cosby. «La produciré y la venderé a la cadena —afirmó—, y será un éxito arrollador». Habiendo demostrado su genio en la televisión, consideraba que tenía un talento innato para una comedia sobre lo que pasa entre bastidores en un programa de entrevistas, basado en Chicago. Vendió la idea de Chicago Grapevine, y en 1987, pasó semanas yendo y viniendo en avión a Los Ángeles para trabajar en el episodio piloto, pero al final, a Brandon Stoddard, presidente de ABC Entertainment, no le convenció. Decidió que la idea estaba «mal orientada»; dijo que el personaje de Oprah no estaba bien retratado como «directo y realista», y canceló la serie de trece semanas. Oprah no vio la cancelación como un fracaso, ni siquiera como un contratiempo. Era simplemente otro paso en su evolución mística.


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