Oprah como actriz, intérprete, entrevistadora, narradora y presentadora de TV y cine 13 страница

 

WALLACE: Oprah no se limita a pronunciar discursos para los jóvenes. Quería hacer algo más que ayudar a las niñas negras, así que las mujeres de su personal formaron un grupo de Little Sisters, con niñas de uno de los barrios de viviendas subvencionadas de Chicago. Para poder permanecer en el grupo, hay dos normas básicas: tienes que tener buenas notas en la escuela y no quedar embarazada.

 

La cámara muestra a Oprah con un grupo, en pijama, riendo y charlando.

 

WALLACE: Se reúnen varias veces al mes. Esta noche, en una fiesta pijama, en la sala de estar de Oprah […] Junto con las risas, siempre hay algo serio, algo nuevo que aprender, alguna manera de que las niñas amplíen sus horizontes […] Y siempre se habla de Dios.

 

Oprah intentó hacer con las niñas de Cabrini Green lo que Vernon había hecho con ella: las llevaba a la biblioteca y las animaba a leer. Les daba diccionarios y les hacía aprender cinco palabras nuevas cada día. Las sermoneaba: «Yo era muy parecida a vosotras. Era de aúpa». A la revista Ms. Oprah explicó: «Les digo las cosas muy claras: “si quedáis embarazadas, os partiré la cara. No me vengáis con que queréis hacer grandes cosas en vuestra vida y, sin embargo, no sois capaces de decirle no a un chico. Si queréis tener algo que querer y abrazar, decídmelo y os compraré un perrito”».

«Cuando hablamos de metas y dicen que quieren Cadillacs, les digo: “Si no sabéis hablar correctamente, si no sabéis leer, ni matemáticas, si quedáis embarazadas, si dejáis la escuela, nunca tendréis un Cadillac. ¡Os lo garantizo! Y si en las notas sacáis suspensos, estáis fuera del grupo. ¡No me digáis que queréis hacer grandes cosas en la vida, si lo único que lleváis a la escuela es una radio!”»

Incluso entonces, Oprah era consciente de todo lo que tenía en contra. «Una niña del programa Cabrini Green dijo que su meta era tener montones de hijos, y así conseguir más dinero de la asistencia social […] Tenemos veinticuatro en el grupo. Quizá salvemos a dos.»

El grupo no duró mucho. Cuando el programa de Oprah pasó a ser nacional, Oprah dijo que no tenía el tiempo ni la energía ni los recursos para cargar con un programa que, en su opinión, necesitaba una estructura mayor. «Lo que pasaba era que nos llevábamos a las niñas a hacer cosas agradables, cosas buenas, cosas divertidas […] (pero) me di cuenta de que esas cosas sólo eran actividades. Cosas buenas, pero sólo actividades […] En realidad, no podía influir profundamente en la manera en que las niñas pensaban en sí mismas. Así que fracasé.»

Oprah dejó de involucrarse personalmente en sus donaciones, pero continuó extendiendo cheques y pronunciando discursos y apareciendo en persona para recaudar fondos para buenas causas. De lo que está disponible para el público —comunicados de prensa de Harpo, más entrevistas de Oprah en periódicos y revistas— se puede saber lo siguiente:

 

• En 1986, ganó 10 millones de dólares y donó 13 mil dólares para comprar una milla en la cadena de manos unidas de 6.400 kilometros, formada a través de los Estados Unidos, para recaudar dinero para luchar contra el hambre y la falta de vivienda en lo que se promocionó como «el mayor número de famosos nunca reunido». Oprah le dijo a Time: «Mi milla será para quienes no puedan permitirse pagar los diez dólares (cuota fija). No hay ningún rico en mi milla».

• En 1987, ganó 31 millones de dólares y donó 10.000 a la Escuela Preparatoria Marva Collins, de Chicago, y 50.000 para las Vernon Winfrey Scholarships (las becas que llevaban el nombre de su padre Vernon Winfrey), en la Universidad Estatal de Tennessee, a la cual aportaría 770.000 dólares en ocho años.

• En 1988, ganó 37 millones y donó sus ingresos de Revlon, 100.000 dólares, a Corporate/Community Schools of America, de Chicago. Extendió un cheque de 2.000 dólares para las Olimpiadas Especiales y otro de 7.000 dólares para proporcionar comidas calientes a los ancianos de Alexandra, en Sudáfrica, una donación que continuó durante tres años. Por esta contribución, le concedieron el Premio Humanitario de la Conferencia Nacional de Cristianos y Judíos por su «participación en un programa de becas universitarias y por su ayuda humanitaria a Sudáfrica».

• En 1989, ganó 55 millones y extendió un cheque por 1 millón de dólares a Morehouse College, para el Oprah Winfrey Scholars, al cual, para 2004, había aportado 12 millones de dólares. También dio 25.000 dólares a la House of the Good Shepherd (Hogar del Buen Pastor), de Chicago, un albergue para mujeres maltratadas y sometidas a abusos sexuales; 10.000 dólares a la Glide Memorial Church, de San Francisco, que atiende a los pobres de la ciudad; 25.000 dólares a las Corporate/Community Schools of America; 1.000 dólares a Purple Heart Cruise; 40.000 dólares a las obras benéficas combinadas de la Southern Christian Leadership Conference (SCLC) y la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP); 100.000 al Rape Treatment Center, de Santa Mónica (California). Además, recaudó 1 millón de dólares para las víctimas del huracán Hugo, durante su programa emitido desde Charleston (California del Sur).

• En 1990, ganó 68 millones y extendió cheques por 20.000 dólares para la B. Robert Lewis House, de Eagan (Minnesota), para abrir un refugio para mujeres maltratadas; 25.000 dólares para Art Against AIDS/Chicago. Además generó más de 1 millón de dólares en donaciones públicas para la Cumbre Mundial en favor de la Infancia y Unicef, después de un programa dedicado a la dramática situación de los niños que se morían de hambre. Se comprometió a entregar 500.000 dólares en dos años a la Chicago Academy for the Arts y compró la totalidad de entradas (954 asientos) de la noche del estreno en Broadway de La lección de piano, de August Wilson, para ayudar a la organización A Better Chance, o ABC, que proporciona becas a las mejores escuelas para alumnos de color, desfavorecidos pero académicamente capaces. También llevó en avión a la hija y el yerno de Nelson Mandela, desde Boston a Sudáfrica, para que estuvieran presentes cuando su padre saliera de prisión, después de 27 años. La publicista de Oprah le dijo al Chicago Sun-Times que Mandela quería evitar que «sus hijos estuvieran allí, ociosos, tres o cuatro días, esperando a que lo soltaran». En un homenaje en televisión, en horario de máxima audiencia, Bob Hope entregó a Oprah el America’s Hope Award por «los logros de su carrera y por sus esfuerzos humanitarios». Oprah estaba tan agradecida por el homenaje del famoso actor que envió a Hope un ramillete de rosas, cada semana, hasta su muerte en 2003.

• En 1991, ganó 80 millones y extendió cheques por 100.000 dólares para comprar libros para la Harold Washington Library, de Chicago; 50.000 dólares para la Glide Memorial United Methodist Church, del reverendo Cecil Williams, y 1.000 dólares para el Purple Heart Cruise.

• En 1992, ganó 88 millones y extendió un cheque por 50.000 dólares para el LaPorte County Child Abuse Prevention, de Indiana, cerca de su finca, y otro por 30.000 dólares para Every Woman’s Place, un refugio para mujeres en Muskegon (Michigan). También donó 20 adaptadores Dakota para estudiantes sordos para que pudieran acceder a los programas de televisión con subtitulado oculto.

• En 1993, ganó 98 millones y, después de rodar There Are No Children Here, en las viviendas subvencionadas de Chicago, donó su salario de 500.000 dólares, para dotar becas para los niños de familias con ingresos bajos, de las Henry Horner Homes, a través de una fundación a la que llamó There Are No Children Here. Entregó 50.000 dólares a la Holy Family Preservation Society, una de las iglesias más antiguas de Chicago, y 1 millón de dólares a la Providence-St. Mel School, predominantemente afroamericana. «El dinero se destinará a ofrecer becas para niños desfavorecidos», les dijo a los periodistas.

• En 1994, ganó 105 millones y donó los 10.000 dólares de su premio del Council on Women’s Issues, de Chicago, a Providence-St.Mel. Efectuó la primera subasta de su ropa, con fines benéficos, y recaudó 150.000 dólares, que repartió entre Hull House, de Chicago y FamiliesFirst, de Sacramento. Ese año lo más importante fue que se sentía económicamente lo bastante segura como para volver a dedicarse a sus donaciones e hizo un gesto que captó la atención del país: detendría, ella sola, el ciclo de pobreza de los Estados Unidos. Celebró una conferencia de prensa para afirmar que empezaría en Chicago, creando una fundación llamada Families for a Better Life, con la intención de sacar a 100 familias de las viviendas subvencionadas y llevarlas a viviendas privadas, darles formación laboral, atención sanitaria, asesoría financiera, asistencia educativa y 30.000 dólares en ayudas económicas durante dos años. Comprometió 6 millones de dólares en el programa. «Quiero destruir la mentalidad de dependencia de la asistencia social, ese creer en la victimización», afirmó.

 

Oprah no sentía ninguna simpatía por quienes se beneficiaban de la asistencia social y, con frecuencia, los criticaba: «Fui hija de la asistencia social, igual que vosotras […] ¿Cómo os permitisteis convertiros en madres dependientes de la asistencia social? ¿Por qué elegisteis este camino? Yo no lo hice». Las mujeres parecían avergonzadas de no ser lo bastante buenas para que Oprah las aceptara. «Cuando invitó a Welfare Warriors, un grupo de madres que militan en defensa de las madres pobres de Milwaukee, a aparecer (en uno de sus programas de bienestar social), aceptamos […] pese a que estábamos furiosas porque Oprah había traicionado a las madres afroamericanas sumidas en la pobreza —escribió Pat Gowens, directora de Mother Warriors Voice—. En realidad, su desprecio hacia las madres pobres hizo que aumentaran las socias de Welfare Warriors, cuando las madres afroamericanas se incorporaron específicamente para mostrar su oposición a Oprah. (Un ataque típico de Oprah a una madre dependiente de la asistencia social que había en el público: “Pero te quedas sentada en casa, sin hacer nada, sólo esperando a que llegue tu cheque mensual”)».

Oprah prometió que no habría papeleo gubernamental en su programa Families for a Better Life, que sería dirigido por la Jane Addams Hull House Association, uno de los centros sociales más antiguos del país. También declaró que utilizaría su gran influencia para conseguir que otras corporaciones, instituciones y fundaciones siguieran su ejemplo.

«Es una zona de guerra —dijo a Entertainment Weekly —. Tenemos que sacarlas de ahí. Tenemos que tenderles la mano para que salgan adelante por sí mismas». En pocos meses, Random House, Inc. y Capital Cities ABC aportaron, cada una, 500.000 dólares a la fundación de Oprah.

«Nadie lo consigue solo —afirmó—. Todos los que han alcanzado cualquier nivel de éxito en la vida lograron hacerlo porque algo o alguien les sirvieron de faro que iluminó su camino. Lo que parece un ciclo inacabable de pobreza y desesperanza generacional puede romperse si cada uno de nosotros está dispuesto a ser una luz para el otro. Cuando aprendas, enseña; cuando consigas, da. Así es como cambias el mundo. Una vida, una familia cada vez.»

Había llegado a esta trascendental decisión después de rodar There Are No Children There, basada en el libro de Alex Kotylowitz sobre una familia que vivía en uno de los grupos de viviendas subvencionadas más violentos de Chicago. «Al principio, ABC quería que Diana Ross interpretara mi parte (pero) Diana dijo que no quería hacerlo porque no ofrecía la suficiente esperanza. A mí me pareció que el libro era la realidad —explicó Oprah, que canceló sus vacaciones en el sur de Francia para hacerse cargo del papel—. Siempre hay esperanza —dijo—. Yo no crecí en viviendas de ese tipo, pero soy un ejemplo perfecto de alguien que ha subido desde la nada. Desde una nada absoluta. Tienes delante a alguien que fue una auténtica paria.»

 Durante el rodaje conoció a un niño llamado Calvin Mitchell, de diez años, que le conquistó el corazón. Vivía en las viviendas subvencionadas, con sus cuatro hermanos y su madre, Eva, que dependía de la asistencia social. Después de la película, iba a ver a Oprah a su despacho, cada semana, y ella se lo llevaba a su finca los fines de semana y le compraba ropa y zapatos. Al final, le preguntó a su prometido: «¿Qué te parecería si Calvin viniera a vivir con nosotros?»

«Si estás dispuesta a que venga toda la familia», contestó Stedman, miembro de la junta de la Jane Addams Hull House Association. Le explicó que un compromiso así debía ser para toda la familia, no sólo para uno de sus miembros.

«Aunque pensé en ello, Calvin no se trasladó a mi casa —dijo Oprah—. Le conseguimos trabajo a su madre. Le estamos enseñando cosas prácticas de la vida, como abrir una cuenta bancaria, vivir según lo que permita el presupuesto. Además, los hemos sacado de las viviendas subvencionadas.»

Juntos, Oprah y Stedman trabajaron en un plan para Families for a Better Life Foundation, que creían que erradicaría la dependencia de la asistencia social de las familias más pobres del país. «Stedman fue el catalizador —le confesó Oprah a People —. Es un hombre sistemático y su orientación me inspiró. Y este proyecto que llevamos juntos es como si cantáramos. De verdad, cantamos.» Su enfoque se apoyaba en los principios de autoperfeccionamiento del gurú Stephen Covey, cuyo centro de liderazgo ayudó a formar al personal de Hull House. Luego, Covey escribiría el prefacio del libro de Stedman sobre autoperfeccionamiento, You Can Make It Happen.

Tras conseguir sacar a una familia de las viviendas subvencionadas, ahora Oprah quería hacer lo mismo pero con 100 familias. Sin embargo, al atraer tanta atención de los medios hacia su anuncio, había dado a los receptores de ayudas sociales la impresión de que iba a ‘comprar’ su salida de la pobreza. Hull House recibió más de 30.000 llamadas, que redujeron a 1.600 candidatos, pero la falsa idea de que les iban a dar una casa gratis, siguió estando tan extendida que hubo que reescribir las hojas de solicitud para especificar: «No os vamos a comprar una casa».

Como había empezado en la misma época en que la administración Clinton trataba de reformar el sistema de bienestar social, el experimento de Oprah era observado atentamente y con grandes esperanzas. Oprah se involucró activamente en todos los aspectos, ayudando a seleccionar a las familias participantes y creando su plan de estudios de ocho semanas. Participaba en las sesiones de asesoría y seguía de cerca sus avances. Pero, después de gastar 843.000 dólares, en 18 meses, y ver sólo papeleo, cerró repentinamente la fundación y emitió una seca declaración pública: «Siento que me estoy convirtiendo en el gobierno. He gastado casi 1 millón de dólares en el programa y la mayoría han ido a gastos de desarrollo y administración. Esa no fue nunca mi intención. Ahora quiero averiguar, con la ayuda de personas que entienden de esto mejor que yo, cómo llegar directamente a las familias de una manera que les permita acabar valiéndose por sí mismas».

Se negó a conceder entrevistas sobre por qué había cancelado el programa y exigió un silencio absoluto a todos los asociados con él, incluyendo el personal de Hull House y las familias participantes. Nunca se emitió un informe ni se publicó un análisis del gasto, y por esto fue severamente criticada por los filántropos que valoran el rendir cuentas como fuerza curativa. «El problema con Families for a Better Life no fue su fracaso, sino que fue un fracaso nada constructivo, que no ofreció ninguna información sobre la transición de la asistencia social al trabajo». escribió Peter J. Frumkin, en Strategic Giving: The Art and Sience of Philanthropy. Frumkin que había sido miembro de Harvard, profesor de asuntos públicos de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs y director del RGK Center for Philanthropy and Community Service, culpaba a Oprah por ser tan hermética y proteger tanto su imagen. En su opinión, su experimento para pasar de asistencia social a trabajo era demasiado atrevido para no compartirlo con los que seguían comprometidos con hacer avances en ese terreno: «No debería haber ningún estigma en un fracaso constructivo que acumula conocimientos […] (pero) las iniciativas dotadas de unos fondos muy importantes que acaban en un fracaso nada constructivo, como la de Winfrey, merecen todas las críticas que están recibiendo y más […] No hay ninguna excusa para ser ineficaz y no rendir cuentas».

Oprah no creía deber nada a nadie. Con la excepción de las donaciones de Random House, Inc., y Capital Cities ABC, había financiado Families for a Better Life con su propio dinero, y no estaba dispuesta a financiar un informe público sobre su fracaso. Como le había dicho anteriormente a las graduadas de Miss Porter’s School, en Farmington (Connecticut), en su discurso en la ceremonia de graduación: «Sabed esto: si tomáis una decisión y os dais cuenta de que no era la acertada, siempre tenéis el derecho a cambiar de opinión, sin sentiros culpables».

Oprah cerró sus dos fundaciones, There Are No Children Here y Families for a Better Life y puso en marcha otra, llamada For a Better Life. Como director de la nueva fundación puso a Rufus Williams, director sénior de Harpo. Entre 1996 y 2000, pasó la fundación For a Better Life a la Oprah Winfrey Foundation, para que englobara la mayoría de sus donaciones para obras benéficas, y sus mayores aportaciones fueron a Oprah Winfrey Scholars (Morehouse), Oprah Winfrey Boys and Girls (Kosciusko), y Oprah’s Angel Network, que promocionaba en su programa para conseguir donaciones de los telespectadores. No tenía ninguna intención de despojarse del manto humanitario de la princesa Diana ni, pese al profesor Frumkin, tampoco estaba dispuesta a reconocer cualquier error que pudiera rebajar su papel como líder humanitaria.

De hecho, Oprah consideraba que tanto ella como Stedman eran unos líderes tan inteligentes que formaron equipo para impartir un curso en la Kellog Graduate School of Management, de la Northwestern University, titulado Dinámica del Liderazgo. «Siempre he soñado con enseñar —le confesó a Jet—, y Stedman y yo compartimos la misma fe en la importancia del liderazgo dinámico en este país.»

La universidad estaba entusiasmada con su nueva profesora adjunta. «Las reacciones que recibimos de los estudiantes de MBA son fenomenales —dijo Rich Honack, que en 1999 era decano adjunto y director de marketing y comunicaciones—, porque Oprah es admirada muy sinceramente, en especial por las mujeres y los alumnos de las minorías, que la ven como alguien que ha triunfado.» Oprah insistió en que no se permitiera la entrada de la prensa en el campus durante sus clases nocturnas de cada martes, y todos y cada uno de los 110 estudiantes seleccionados para el curso tenían que presentar una tarjeta de identificación especial y someterse al control de cuatro guardias de seguridad antes de ser admitidos en el aula. Los responsables de la universidad les advirtieron de que cualquier estudiante que hablara con los periodistas sería sometido a una acción disciplinaria que podría llevar a la expulsión. Las extremas medidas de seguridad impulsaron al periódico estudiantil, al que también se le prohibía el acceso, a acusar a la universidad de implantar la censura. Oprah llegaba al campus cada semana en su propio furgón negro, blindado, con ventanillas a prueba de balas, acompañada por sus propios guardaespaldas.

Stedman y ella dieron su curso de liderazgo durante dos semestres de otoño y Oprah enviaba su avión privado a recoger a los oradores invitados, como Coretta Scott King, Jerry Yang, de Yahoo, Jeff Bezos, de Amazon.com y el ex secretario de Estado Henry Kissinger.

«Yo estaba allí, invitada por Stedman, la tarde en que vino Kissinger —recordaba Fran Johns, una mujer de negocios de Chicago—. Kissinger había ido para hacerle un favor a Oprah […] Estábamos sentados detrás de los estudiantes cuando Oprah subió corriendo las escaleras. “Espera. Espera —le gritó a Kissinger—. No veo nada”. Se sentó a mi lado y no paró de decir, a lo largo de toda la conferencia, “¿Verdad que es genial? ¿Verdad que es genial?” Y yo pensaba, “¿Genial? Es un asesino, rastrero y maquiavélico […] pero es un orador interesante porque conoce todas esas increíbles historias internas sobre cualquier cosa”».

Oprah estaba tan agradecida a Kissinger que encargó un cuadro al óleo de su perro labrador y voló a Connecticut para entregárselo personalmente. «El develado del cuadro del perro tuvo lugar un fin de semana cuando Isaac y yo estábamos en el campo (Connecticut) y los Kissinger nos invitaron a su casa —recordaba la señora Isaac Stern, viuda del famoso violinista—. Isaac fue a conocer a Oprah. Yo me quedé en casa e hice una siesta.»

Una vez impregnada del legado de la esclavitud para rodar Beloved, ahora Oprah estaba todavía más entregada a ayudar a los niños afroamericanos. Años después explicó esa entrega: «La razón de que destine tanto dinero en educar a los niños negros —10 millones de dólares para A Better Chance, que saca a los niños de los barrios degradados del gueto y los lleva a escuelas privadas— es que sé que, así, sus vidas cambiarán para siempre». Aunque muy publicitadas, las donaciones de Oprah en los primeros años de su carrera eran mínimas; menos del 10% de sus increíbles ingresos. En 1998, empezó a aumentar sus aportaciones con fines benéficos y a hacer donaciones más importantes a su fundación benéfica:

 

 

 

La estrella polar de sus donaciones era Nelson Mandela, al que había conocido a través de Stedman, después de haber acompañado a la hija y el yerno de Mandela a Sudáfrica para que pudieran estar allí cuando liberaran a su padre de prisión, en Robben Island. Aunque financió el viaje en 1990, Oprah no se encontró con Mandela hasta el 2000. Para entonces, él había recibido ya el premio Nobel de la Paz, junto con Frederik Willem de Klek por sus esfuerzos por unir a Sudáfrica después de años de apartheid. Al año siguiente Mandela fue elegido primer presidente negro del país, cargo que ocupó hasta 1999. Cuando dejó el cargo, recorrió los Estados Unidos para recaudar dinero para la Fundación Nelson Mandela, dedicada a educar a los niños de su país. «No está más allá de nuestro poder crear un mundo en el que todos los niños tengan acceso a una buena educación —afirmaba—. Los que no lo creen tienen muy poca imaginación.»

Durante su visita, apareció en el programa de Oprah, el 27 de noviembre de 2000, y cuando llegó para hacer la grabación, los trescientos empleados de Harpo se alinearon en el vestíbulo para estrecharle la mano. «Fue la entrevista de toda una vida», dijo Oprah más tarde. Cuando Oprah visitó Sudáfrica, le preguntó a Mandela qué regalo podía hacerle, a él y a su país. La respuesta fue: «Constrúyeme una escuela», y ella aceptó. Por su parte, él le regaló el dibujo de unas manos que había hecho en prisión. «Oprah tiene montones de obras de arte en su casa —recordaba Sandra Day O’Connor, ex juez del Tribunal Supremo—. Cuando estaba visitando a mi amiga Mary Dell Pritzlaff, vecina suya en Montecito, Oprah se enteró de que estaba allí e insistió en que las dos fuéramos a cenar con ella […] Fue una noche maravillosa y Oprah estuvo encantadora […] Lo que más me gustó fueron las cuatro manos que había enmarcado y tenía colgadas en una de las paredes. Las había dibujado Nelson Mandela cuando estuvo preso en Robben Island.»

Antes de abrazar el proyecto que llevaría a la Oprah Winfrey Leadership Academy for Girls, Oprah se embarcó en otro proyecto para Mandela y empezó a planear A Christmas Kindness para 50.000 niños sudafricanos. Reunió un equipo con miembros del personal de Oprah Winfrey Foundation y de Harpo y unos cuantos amigos personales y durante un año trabajaron junto con la Fundación Nelson Mandela para hacer que la Navidad de 2002 fuera algo memorable para unos niños que nunca habían recibido regalos. Dijo que lo hacía porque se acordaba de cuando era niña y su madre, que dependía de la asistencia social, no se podía permitir ofrecerles una Navidad a sus hijos.

«Estaba triste no tanto por no tener juguetes como por tener que enfrentarme a mis compañeros de clase —recordaba Oprah—. ¿Qué diría cuando los otros me preguntaran qué me habían traído? Aquella Navidad, tres monjas se presentaron en mi casa con una muñeca, fruta y juegos para nosotros. Me sentí tan aliviada porque me hubieran dado algo, porque no me hubieran olvidado. Porque alguien había pensado en mí lo suficiente como para llevarme un regalo.»

Oprah habló con los responsables de los orfanatos de Sudáfrica para saber qué regalos serían culturalmente apropiados. «Me dijeron que ninguna de aquellas niñas había visto nunca una muñeca negra; la mayoría arrastraban de un lado para otro Barbies rubias y desnudas. ¿No sería maravilloso que cada niña se pudiera ver en los ojos de una muñeca igual que ella? Regalarle un muñeca negra a cada niña que conocía se convirtió en mi pasión y mi misión.»

Pasó el verano de 2002 eligiendo regalos para los niños: «Me emocionaba ver mi despacho lleno con 127 muñecas de muestra. Después de escoger la que yo habría querido cuando era niña, llamé al fabricante y le pedí que sus muñecas apenas morenas fueran bañadas en color dos veces, para oscurecerlas. Elegimos pelotas de fútbol para los chicos, radios alimentadas con energía solar para los adolescentes y tejanos y camisetas para todos. Además, quería que todos recibieran un par de zapatillas deportivas. En Sudáfrica, donde muchos de los niños andan descalzos bajo aquel sol abrasador, los zapatos son oro».


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