Oprah como actriz, intérprete, entrevistadora, narradora y presentadora de TV y cine 14 страница

Oprah financió los vuelos para ella, Stedman, Gayle y 37 empleados, con todo el equipo técnico necesario para filmar lo que sucediera para futuros programas, más 300.000 regalos de Navidad que su personal se había pasado meses envolviendo. Su primera parada fue Johannesburgo, donde distribuyó los regalos a los niños de escuelas y orfanatos. Viajó a Qunu, el pueblo de Nelson Mandela, donde el mismo Mandela hizo de Papá Noel y la ayudó a entregar regalos a 6.500 niños que habían recorrido kilómetros a pie para conocer al hombre al que llamaban Madiba, el nombre tribal de Mandela. En cada parada, el personal de Oprah montaba tiendas de fiesta, llenas de burbujas, música de feria, payasos y más comida de la que aquellos niños habían visto jamás.

Oprah dijo que su Chrismas Kindness, que filmó para su programa, le había transformado la vida: «Me costó 7 millones de dólares, pero fue la mejor Navidad que he tenido nunca». Durante aquellas tres semanas, se sintió abrumada por el número de huérfanos, cuyos padres habían muerto víctimas del sida, y antes de abandonar Sudáfrica, adoptó 10 niños, de edades entre 7 y 14 años, que no tenían a nadie que los cuidara. «Sabía que no podía salvar a todos los niños, pero podía seguir ocupándome personalmente de estos diez —declaró—. Los matriculé en un internado privado y contraté a cuidadores para que los atendieran.»

Oprah justificó su maternidad a distancia por su carácter: «No traje a estos niños aquí (porque) mi modo de vida no me permitiría dedicar todo mi tiempo a ellos y esto era lo que necesitaban». A un continente de distancia, apenas podía ser madre, pero sí una generosa benefactora. «Cada Navidad volvía con montones de regalos», dijo. En 2006, compró a sus diez ‘hijos’ una casa enorme y contrató a un decorador para que personalizara cada uno de sus dormitorios. Pero cuando volvió al año siguiente, se quedó consternada al encontrárselos pegados a sus móviles RAZR, de 500 dólares, y hablando de sus PlayStations, iPods, zapatillas de deporte y extensiones del pelo. «Supe, de inmediato, que les había dado demasiado —confesó—, sin inculcarles valores que acompañaran los regalos.» Al año siguiente, no les dio «montones de regalos», sino que les hizo elegir una familia tan pobre como ellos lo habían sido e hizo que pasaran sus vacaciones haciendo algo bueno por los demás.

Antes de dejar Sudáfrica en 2002, Oprah empezó a construir en el solar donde acabaría estando la Oprah Winfrey Leadership Academy for Girls. «Esta vez no fracasaré», afirmó. Volvió a casa y empezó a buscar información sobre cómo construir la escuela preparatoria para chicas más magnífica del planeta, porque eso era, exactamente, lo que tenía en mente. «Esta escuela será un ejemplo para el mundo», declaró.

Utilizando su involucración en A Better Chance, Oprah envió a su sobrina Chrishaunda Lee a la Miss Porter’s School, una escuela de élite, para chicas, casi todas blancas, en Farmington (Connecticut), donde, entre otras, se habían graduado Gloria Vanderbilt, Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis y Barbara Hutton, la debutante apodada la pobre niña rica de los Estados Unidos. Oprah quedó tan impresionada por el cambio de su sobrina después de asistir a la escuela de Miss Porter que estableció la Oprah Winfrey Prep School Scholars, a la cual aportó, a lo largo de los años, 2 millones para becas.

Para dotar de fondos a su propia escuela, puso en marcha la Oprah Winfrey Operating Foundation, que más tarde cambió de nombre para llamarse Oprah Winfrey Leadership Academy Foundation, que financió ella misma. Al principio, invirtió 10 millones de dólares, pero al acabar, el proyecto costaba más de 40 millones. Los planes se dispararon desde «una agradable escuela internado hasta una escuela internado de clase mundial para niñas», dijo Dianne Hudson, que coordinaba el trabajo.

 

 

 

Oprah continuó investigando otras escuelas preparatorias, entre ellas la Young Women’s Leadership Charter School, de Chicago y la SEED School, de Washington. También pidió consejó a Christel DeHaan, filántropa de Indianápolis que, calladamente, construía escuelas para niños pobres por todo el mundo.

Para entonces, Oprah tenía unas ideas muy claras sobre la educación, especialmente sobre las escuelas públicas de los Estados Unidos, unas ideas que no se privaba de compartir. Después de hacer dos programas, uno de ellos titulado « Informe especial de Oprah: las escuelas estadounidenses en crisis», sobre el sistema educativo del país, aquejado de graves problemas, Oprah se consideraba ya versada en el tema. Tanto es así que en una visita a Baltimore, dictaminó que el sistema escolar de la ciudad era «una atrocidad».

En una entrevista para WBAL-TV, Oprah dijo: «Lo que está pasando aquí es un crimen contra los niños de la ciudad. Es un crimen. Es un crimen que la gente ni se imagina». Añadió que había considerado la posibilidad de hacer una donación benéfica al sistema de la escuela pública de Baltimore, pero que había decidido que sería gastar dinero en vano. «Lo que he aprendido de mis donaciones benéficas es que, a menos que puedas crear sostenibilidad, es un despilfarro. Sería igual que si lo tiraras a la basura.» También dijo que había hablado de la «atrocidad» de la ciudad con Nelson Mandela: «Estaba en su casa, hablándole de la situación de los hombres negros aquí en Baltimore —dijo, citando [incorrectamente] un 76% de abandono escolar entre los negros varones—. No me creyó».

Tampoco la creyó la Junta Escolar de la Ciudad de Baltimore, que intentó dar los datos correctos. «Tenemos que ser el Dr. Phil y responder con los datos» —dijo Anirban Basu, miembro de la junta escolar, que corrigió el índice de abandono del instituto, dejándolo en el 50% (no el 76%), de los negros varones de Baltimore.

Los funcionarios de la ciudad, que parecían no tener el valor de enfrentarse a alguien de su riqueza y alta consideración, acogieron la diatriba de Oprah con timidez. «Me parece que no es consciente de los progresos que hemos hecho —dijo el alcalde, Martin O’Malley—. Estoy seguro de que no hubo malicia por su parte.»

The Sun no fue tan diplomático. Dan Rodricks, tras afirmar que los problemas de todas las escuelas de los barrios deprimidos tienen sus raíces en la pobreza, escribió: «La alta concentración de niños pobres en las escuelas es una fórmula ideal para el fracaso, algo que ha sido estudiado y demostrado. Las familias pobres tienen pocas opciones, así que están atascadas». El periodista proponía que Oprah, que había dado sus primeros pasos profesionales en Baltimore, «empeñe un par de anillos y algunos zapatos» y entregue el importe la sección local del Children’s Scholarship Fund, que ofrece becas parciales a los niños pobres. «Creo que lo conoce. Si no, que se lo pregunte a Stedman […] es miembro de la junta nacional de la organización […] ¿Cree que los niños de Baltimore están siendo privados de una buena educación, Oprah? Extienda un cheque.»

Pero Oprah ya había comprometido sus millones con las niñas pobres de Sudáfrica, donde el índice de graduación en el instituto era del 76%, en algunos lugares. Prefería cambiar las cosas entre alumnos con un alto rendimiento allí que con otros de bajo rendimiento en los Estados Unidos, donde dijo que los niños pobres no valoraban la educación. «Acabé tan frustrada al visitar las escuelas de los barrios deprimidos que dejé de ir. La idea de que es necesario aprender no existe allí. Si le preguntas a los críos qué quieren o qué necesitan, te dirán que un iPod o unas zapatillas deportivas. En Sudáfrica, no te piden dinero ni juguetes; te piden uniformes para poder ir a la escuela».

A través de Oprah’s Angel Network, empezó a encauzar cada vez más dinero del que recaudaba de sus telespectadores a Sudáfrica. Un análisis de las declaraciones a Haciencia desde 2003 hasta finales de 2007 indica que casi el 10% de las donaciones se destinaban a ese país:

 

 

 

 

Oprah se había enamorado de África, y el continente se convirtió en su nuevo baremo para juzgar a todo el mundo. Cuando Gayle y ella asistieron a la boda de Scott Sanders y su compañera, Gayle brindó por la pareja. Dijo que Oprah le había dado la lista de invitados para la inauguración de la Oprah Winfrey Academy en Sudáfrica y mencionó que había invitado a Sanders, productor de la versión musical de El color púrpura. Gayle dijo que le había preguntado: «¿Es digno de África?» y que Oprah le había asegurado que, por supuesto, Sanders era «digno de África». El cumplido de Gayle, hecho con buenas intenciones, pareció torpe y poco amable, en presencia de Alice Walker, que escribió El color púrpura y que era la pastora que casaba a Sanders, porque no había sido juzgada digna de ser invitada a la inauguración de la escuela de Oprah.

Cautivada por sus raíces africanas, Oprah se imaginaba que descendía de los guerreros zulúes. «Siempre me he preguntado cómo sería si resultara que soy sudafricana —le dijo a las 3.200 personas que asistían a su seminario de Live Your Best Life en Johannesburgo. Aquí me siento como en casa. ¿Sabéis que de verdad estoy en casa? Fui en busca de mis raíces e hice que analizaran mi ADN, y soy zulú». En aquel momento todavía no había recibido los resultados de Henry Louis, Skip, Gates, Jr., que estaba haciendo que analizaran el ADN mitocondrial de Oprah para un programa de PBS (Public Broadcasting Service) titulado, En busca de las raíces de Oprah.

 «Si me dices que no soy zulú, me disgustaré mucho —le advirtió—. Cuando estoy en África, siempre siento que tengo aspecto de zulú. Me siento conectada con la tribu zulú.» Gates estaba nervioso cuando tuvo que informarla de que sus antepasados procedían de Liberia, y Oprah se quedó cabizbaja. No le enorgullecía estar relacionada con un país colonizado por esclavos estadounidenses liberados. Gates tuvo que detener el rodaje unos minutos, porque Oprah necesitaba serenarse.

«Se le descompuso la cara cuando averiguó que descendía de liberianos y no de zulúes —dijo Badi Foster, presidente del fondo Phelps Stokes, que se dedica a fortalecer a las comunidades de África y las Américas—. Ahora tiene que mejorar sus relaciones con Liberia y no mostrarse tan despreciativa […] Trajo en avión a la presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf (primera mujer elegida presidente de una nación africana) para que participara en su programa, pero luego no le hizo ningún caso y se pasó todo el tiempo entrevistando a la reina Rania (de Jordania), la joven y bella esposa del rey Abdalá.»

Desde el año 2000 hasta el 2006, Oprah batalló con el gobierno de Sudáfrica para construir su escuela en el solar de veintidós acres (nueve hectáreas), en Henley-on-Klip, a las afueras de Johannesburgo, que le había recomendado el Ministerio de Educación sudafricano. No le gustaban los planos originales, porque decía que parecían gallineros o barracones. «¿Por qué iba a construir chozas de hojalata para unas chicas que vienen de chozas de hojalata?» Los planificadores del gobierno le dijeron que los niños africanos duermen en el suelo, en chozas sin agua ni electricidad, o comparten un colchón con otros miembros de la familia, así que el entorno más simple sería un lujo para ellos. Oprah rechazó su actitud junto con sus planos, y contrató a sus propios arquitectos. «En esta escuela voy a crear todo lo que me habría gustado tener a mí misma, de forma que las niñas tengan lo mejor de lo mejor que mi imaginación pueda ofrecerles […] Esta escuela será un reflejo de mí misma.» Y también lo serían sus alumnas; todas pequeñas oprahs. «Todas las niñas tienen “eso” de un modo u otro —afirmó—, una luz que dice “Lo quiero”. “Puedo triunfar”. “No soy mis circunstancias”».

Oprah estaba decidida a hacer que la Oprah Winfrey Leadership Academy for Girls fuera su versión de Miss Porter’s School, presentada como si fuera el Ritz, con un gimnasio, pistas de tenis, un salón de belleza, un espacio de yoga, un centro de salud y un comedor con mesas de mármol, servilletas de hilo y vajilla de porcelana, cubertería de plata y cristalería, todo lo cual lo había sido seleccionado por ella misma. Insistió en que hubiera también un anfiteatro con un aforo para 600 personas, para las «oradoras», porque «para ser un líder, es preciso tener voz. Y para tener voz es preciso practicar la oratoria». Exigió seis laboratorios, dos para ciencias y uno para cada departamento de arte, diseño, tecnología y medios. Todos tenían que contar con el mejor equipo, y sus aulas llenas de ordenadores debían tener espacio al aire libre, incluso con un «árbol donde poder leer bajo su sombra». Todos los dormitorios tenían cocina y cada uno disponía de balcón y de un armario grande. «Me preguntaron por qué era importante tener un espacio de armario, y lo es porque (las chicas) tendrán algo de su propiedad —afirmó—. Pensamos darles la oportunidad de ganar dinero para comprar cosas. Es la única manera de enseñarles a apreciarlas.» Para la construcción de los 28 edificios del campus, Oprah escogió ladrillos de arenisca de color dorado y eligió personalmente cada baldosa, cada luz y cada manija de cada puerta. Mandó construir una biblioteca con 10.000 volúmenes, con chimenea y pequeños cubículos donde había calcetines suaves para que las chicas se pudieran acurrucar cómodamente para leer. Decoró todas las zonas de estar con cojines de seda esparcidos por todas partes y orquídeas de verdad. Eligió sábanas de hilo, finísimas, fundas de almohada blancas bordadas con la O, y edredones esponjosos, todos los cuales comprobó personalmente para asegurarse de su lujo y comodidad. Seleccionó los uniformes para las alumnas, cinco pares de zapatos, mochilas…, incluso la ropa interior. Diseñó una bandera para la escuela y dijo que impartiría las clases de liderazgo ella misma, en persona y por satélite. Encargó obras de arte a quinientos artistas sudafricanos y llenó todos los edificios con cestas, pinturas y esculturas de cuentas que reflejaran la rica cultura tribal del país. Siempre preocupada por la seguridad, hizo instalar dobles verjas eléctricas en la entrada de la escuela y metros de vallas electrificadas con efecto de choque. Una camioneta de Venus Africa patrullaba el terreno día y noche y no se permitía que entraran visitas, excepto las familias, y ellas sólo en fines de semana específicos.

«Mamá Oprah» se comprometió a construir «la mejor escuela del mundo» para las niñas a las que ahora llamaba «mis hijas». Y prometió apoyarlas para que pudieran ir a la universidad que eligieran. Entre 3.500 solicitantes, seleccionó el primer grupo de 152 alumnas (de 11, 12 y 13 años), cada una de las cuales tenía notas superiores y demostraba potencial de liderazgo. Ninguna procedía de familias que ganaran más de 787 dólares al mes y la mayoría tenían una vida destrozada por el sida, la violación y la enfermedad. Algunas eran huérfanas, y muchas vivían sólo con un cuenco de arroz al día. «Conozco su historia —afirmó Oprah—, porque es la mía.»

Viéndose a sí misma en cada niña, afirmó: «Quiero que estén rodeadas de belleza, porque la belleza inspira. Quiero que este sea un lugar de honor porque estas niñas nunca han sido tratadas con bondad […] Este será su lugar seguro, un lugar donde puedan crecer libres de violencia, abusos y privaciones; […] Quiero que sus padres sepan que pueden confiarme sus hijas».

En aquellos momentos, los empobrecidos padres de las niñas veían en Oprah la personificación de la bondad, porque daba a sus hijas la oportunidad de una vida mejor, un regalo que ellos no podrían permitirse nunca. Sólo más tarde, algunos empezarían a sentir una amarga decepción. Oprah también lamentaría algunas cosas y se vería forzada a admitir que había dedicado demasiado tiempo a embellecer la escuela y no el suficiente a investigar al cuerpo docente al que confiaba la protección de las niñas. «Presté demasiada atención a las cosas equivocadas —confesó—. Construí la escuela de fuera adentro, cuando lo que realmente importaba era hacerlo de dentro afuera.»

Como parte de ese enfoque «externo», Oprah orquestó una campaña de publicidad mundial para la inauguración de su escuela y captó más atención que un lanzamiento a la Luna, apareciendo en la portada de People y en las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. Estuvo en la CNN, en un especial de dos horas con Anderson Cooper y en los informes especiales de los informativos de todas las cadenas: The Today Show, Good Morning America, The Early Show en CBS, American Morning, ET y Extra de la CNN. Se publicaron artículos en Time, Neewsweek y, claro, en la revista O, y su derivada O at Home, más un especial en horario de máxima audiencioa en ABC, titulado Building a Dream: The Oprah Winfrey Leadership Academy. Hubo tanto bombo y platillo alrededor de la inauguración de la suntuosa escuela de Oprah que el funeral de Estado de Gerald Ford, trigésimo octavo presidente de los Estados Unidos, celebrado el mismo día, pareció sólo una sobria nota a pie de página.

Unas semanas antes de Navidad, en el sitio web <HollywoodReporter.com>, Ray Richmond estaba componiendo su lista de regalos de 2006 «para figuras cuestionadas de los medios». Para Oprah, deseó «una conversación que no trate sólo de ella y de lo absoluta y sublimemente maravillosa que es». Ella, a su vez, esos mismos días, enviaba invitaciones, grandes y adornadas, a 200 personas, invitándolas a celebrar la Nochevieja con ella en Johannesburgo. Todos recibieron una relación de lo que les esperaba: elegantes suites de hotel, tes especiales, cócteles, cenas a la luz de las velas en el monte, un safari y festines africanos de cinco platos, con comida, vino y música la noche de Fin de Año, en el Palace of the Lost City, en Sun City, con la actuación del Soweto Gospel Choir. Le pidió a cada invitado que llevara un libro, con su dedicatoria personal, para la biblioteca de la escuela.

Los aviones empezaron a llegar aquel fin de semana, vertiendo estrellas de cine, de rock y de televisión: Tina Turner, Chris Rock, Mary J. Blige, Mariah Carey, Spike Lee, Sidney Poitier, Chris Tucker, Tyler Perry, Nick Ashford, Valerie Simpson, Kenneth (Babyface), Edmonds, Star Jones, Patti LaBelle, Cicely Tyson, Quincy Jones, Reuben Cannon, Kimberly Elise, Anna Deavere Smith, BeBe Winans, Suzanne De Passe, Andrew Young, India.Arie, Holly Robinson Peete, Al Roker, Diane Sawyer, y al premio Nobel Wangari Maathai. Todos venían a homenajear a Oprah y su escuela.

Además de los famosos, Oprah también invitó a su padre, pero no a su madre. Rindió homenaje a Vernon durante su discurso de inauguración pidiéndole que se pusiera en pie. «Lo que habéis visto lo he hecho yo, y lo que habéis oído lo he hecho yo. Pero nada de todo esto habría sido posible sin mi padre.» Vernon estaba muy orgulloso de este reconocimiento en presencia de Nelson Mandela. «Me puse en pie y me di la vuelta muy lentamente, para que pudieran verme bien —dijo más tarde—. Se me llenaron los ojos de lágrimas, porque ella reconocía mi mérito. Era verdad. No habría sido posible si no hubiera vuelto a mí, y ella me lo reconocía.»

Para la gran inauguración del 2 de enero de 2007, Oprah llevaba un vestido de baile, largo, de tafetán de seda rosa, y el pelo ligeramente rizado y apartado de la cara para mostrar en sus orejas unas lágrimas brillantes de enormes diamantes rosa. Estaba de pie delante de 152 niñas vestidas con uniformes verdes, blusas blancas, calcetines blancos y zapatos Mary Jane. Parecían damitas de honor flanqueando a una novia.

«(Con mi) vestido rosa, con los diamantes rosas y las niñas, me sentía como dicen que te sientes el día de tu boda —recordaba Oprah—. La verdad es que creí, literalmente, que me casaba 152 veces.»

Abriendo los brazos a las familias de las niñas, a sus invitados famosos y a los periodistas de todo el mundo, declaró: «Bienvenidos al día más grande, más lleno de orgullo de mi vida —Con lágrimas en los ojos, habló de forma conmovedora—. Sé lo que es crecer pobre, crecer sintiendo que no te quieren. Deseo devolverles algo a los que eran como yo de niña […] La razón de que quisiera construir una escuela para niñas es que sé que cuando educas a una niña empiezas a cambiar el rostro de una nación. Las niñas se hacen mujeres y educan a sus hijos e hijas. Las niñas que han recibido una educación tienen menos probabilidades de coger enfermedades como el VIH y el sida; una pandemia en Sudáfrica […] Lo que quería hacer era dar una oportunidad a las niñas que eran como yo fui; niñas pobres, que proceden de circunstancias desventajosas, pero que tienen una luz tan brillante que ni siquiera la pobreza, la enfermedad y las circunstancias de la vida podrían apagarla».

Conmovidos hasta las lágrimas, los presentes aplaudieron a Oprah, agradecidos de que hubiera abierto su corazón a estas niñas, que prometió que salvarían a su país y enriquecerían el mundo. Sin embargo, en África, algunos la criticaron por gastar tanto en tan pocas; otros, en América, estupefactos ante los lujos que había derramado sobre sus «hijas», la criticaron por no ayudar a los niños pobres de los Estados Unidos: «Todos dicen que es lujoso —respondió Oprah—. Yo lo llamo cómodo».

La diferencia entre «lujoso» y «cómodo» podría atribuirse a la diferencia entre la gente corriente y una multimillonaria que había pagado 50 millones de dólares por su mansión en los cuarenta y dos acres (unas 17 hectáreas) de Montecito (California), que era, según Los Angeles Times, uno de los precios más altos jamás pagados por una residencia privada en los Estados Unidos. Además invirtió 14 millones de dólares en renovaciones, haciendo que su mansión, que primero llamó Tara II, nombre que luego cambió por el de The Promised Land, tuviera un valor de 64 millones de dólares.

Con una calma encomiable, Oprah les explicó a sus críticos que hacía donaciones a Sudáfrica porque el país era joven, sólo hacía doce años que había salido del apartheid. También dijo que con toda una generación diezmada por el sida, era preciso educar a los niños del país para que pudieran salvar a su nación. Cuando los periodistas sudafricanos le preguntaron por qué casi todas sus alumnas eran negras, Oprah insistió en que su escuela estaba «abierta a todos […] a todas las niñas desfavorecidas». Los periodistas insistieron, preguntando si había la intención de mantener fuera a las estudiantes blancas. Oprah les contestó, tajante: «No creo que tenga que apaciguar a los blancos (9,2%) de este país». A continuación, un periodista blanco le preguntó por las críticas que estaba recibiendo de los blancos. De nuevo, respondió, sin alterarse: «Me parece interesante que a los blancos les preocupe que eduque a las niñas negras». Las críticas continuaron y, unos meses más tarde, en una entrevista para BET, respondió con dureza a todos sus críticos: «Al infierno con todas vuestras críticas —dijo—. No me importa lo que tengáis que decir sobre lo que hice. Lo hice».

Menos de nueve meses después de abrir la escuela, sufrió un ataque indirecto por un escándalo de abusos sexuales que tuvo como resultado un pleito contra ella, por difamación, agresión y calumnias presentado por la ex directora, Nomvuyo Mzamane. Después de que el juez desestimara la moción de Oprah para despedirla, diciendo que Mzamane había presentado suficientes pruebas para ir a juicio, Oprah llegó a un acuerdo extrajudicial, unos días antes de que empezara el proceso en Filadelfia. Sin embargo, el escándalo por abusos sexuales tuvo como resultado varios despidos y un juicio contra una supervisora de dormitorios, acusada de catorce casos de agresión sexual y humillación a las alumnas. Un año después, expulsaron a siete estudiantes por relaciones lesbianas.

«Ha sido una de las experiencias más devastadoras, si no la más devastadora, de mi vida —reconoció Oprah en una conferencia de prensa con periodistas de Sudáfrica—. Cuando me enteré de lo sucedido, me pasé media hora llorando, yendo de una habitación a otra de mi casa. Estaba tan aturdida que no podía ni pensar con claridad.»

Algunos se quedaron estupefactos ante sus comentarios, pensando que estaba personalizando una tragedia, pensando sólo en cómo podría afectar a su imagen: «Fue de mal gusto por su parte hablar de la experiencia como si se tratara de ella —escribió Caille Millner, en el San Francisco Chronicle —. Dio la impresión de que sólo pensaba en sí misma y que no tenía ni idea de lo que pasaba».

Keith Olbermann, de MSNBC, estaba de acuerdo. Después de pasar el vídeo de Oprah, en la conferencia de prensa, dijo: «Gracias a Dios, la señora Winfrey está bien, ya que, bien mirado, esto sólo gira en torno a ella».

En una columna titulada «Oprah, la vengadora», Eugene Robinson escribió, en The Washington Post: «La verdad es que ayer me estremecí, cuando dijo que las acusaciones de abusos sexuales y físicos en la escuela para niñas que había fundado en Sudáfrica eran “una de las experiencias más devastadoras, si no la más devastadora, de mi vida”, y parecía que todo tenía que ver con ella, no con las supuestas víctimas. Sin embargo, mi corazón se negó a endurecerse».

Oprah dijo que había pasado un mes en la escuela antes de que se conociera el escándalo, pero no sabía nada porque las niñas no se lo habían dicho. Les habían dado instrucciones para poner siempre una cara alegre cuando estaban con «Mamá Oprah» y no quejársele nunca de nada. No fue hasta que leyeron un artículo en el Sowetan (27 de septiembre de 2007), un diario de Sudáfrica, sobre una madre que se había llevado a una niña de la escuela, después de que sufriera «abusos emocionales», cuando quince estudiantes reconocieron que lo que se contaba en el artículo era cierto y presentaron sus propias acusaciones de abusos.


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