SABÍAS QUE ? Proclamación de la Primera República (1873)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. La novela El último mohicano, del estadounidense James Fenimore Cooper, se desarrolla durante el conflicto americano inmerso en la Guerra de los Siete Años.

 

11 de febrero

 

En mitad del sexenio revolucionario (1868-1874) y de la regencia de Serrano, entre proclamas a favor de la República federal —incluso de cualquier sistema político que careciera del más mínimo símbolo de regímenes anteriores— y de una monarquía que estabilizara el panorama sociopolítico de España, la coalición entre liberales, moderados y republicanos optó por la búsqueda de un rey, en virtud de la recién proclamada Constitución de 1869, para el trono vacante desde el destronamiento de Isabel II. Y no sería un Borbón quien se ciñera de nuevo la corona.

La búsqueda de un monarca dividió a los revolucionarios de septiembre de 1868, que proponían sucesivos candidatos a medida que estos eran rechazados por diversos Estados europeos y por diversas razones. Finalmente se dio con un noble —más bien fue el progresista liberal Prim, presidente del Gobierno, quien dio con él— que no levantaba en nadie —ni políticos españoles ni gobernantes europeos— ninguna sospecha de ambición soberanista más allá de las constitucionales. En efecto, el recién llegado duque de Aosta, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia, juraría la Constitución de 1869 a principios de 1871. Más conocido como Amadeo I de Saboya, había obtenido la confianza del Congreso de los Diputados unos meses antes, condición que él mismo había impuesto para aceptar la Corona española. De esta forma se convirtió en el primer —y único— monarca que debía su trono a una votación parlamentaria.

Pero su reinado se caracterizó por la inestabilidad política, acompañada de sucesivos cambios de poder ejecutivo e incluso de una nueva guerra carlista, que hizo imposible que Amadeo pudiera ejecutar y favorecer una labor seria de gobierno (para empezar, el día que llegó a España lo primero que hizo fue rendir honores de cuerpo presente al recién asesinado Prim). En enero de 1873, esto es, dos años después de ser nombrado rey, el turinés reconoció que ya no tenía fuerzas suficientes para seguir al frente del trono español.

Entre la tercera guerra carlista, por un lado, los sucesivos disturbios populares republicanos, por otro, y la rebelión de los oficiales artilleros catalanes por todo el frente —que dimitieron en masa de sus cargos a causa de un nombramiento inadecuado en la Capitanía General—, el 10 de febrero de 1873 Amadeo se encontró ante el dilema de firmar la disolución del Cuerpo de Artillería decretada por el Gobierno o abdicar. Hizo las dos cosas.

La noticia de la abdicación —o «destitución»— se difundió por las calles de Madrid y espoleó a los federalistas de la capital a manifestarse a favor de la República. El presidente del Consejo de Ministros, Ruiz Zorrilla, apeló a los cauces legales para tramitar la abdicación, pero ya era tarde: muchos radicales de su propio partido y los republicanos habían pactado votar en una sesión conjunta del Congreso y el Senado. Al día siguiente, martes 11 de febrero, en la sesión parlamentaria previa a la votación, Emilio Castelar dijo que la monarquía, del tipo que fuese, había caído por sí sola y que la República venía de la mano de las circunstancias, la sociedad, la naturaleza y la Historia. Poco antes de las tres de la tarde, las Cortes, constituidas en Asamblea Nacional, proclamaban la República.


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