¿SABÍAS QUE…?
1. La victoria, sobre todo moral, del Frente Popular estuvo basada en su triunfo en las principales ciudades del país.
2. Las elecciones fueron producto del descrédito del Gobierno de Lerroux (Partido Republicano Radical) por los casos de corrupción (estraperlo y otros), ya que no estaban previstas en principio hasta 1937.
17 de febrero
Estreno de El verdugo, de Berlanga (1964)
La calidad cinematográfica de esta película de Luis García Berlanga sigue estando, más de cincuenta años después de su estreno, fuera de toda duda: por su argumento (director junto a Rafael Azcona), su guion, su escenografía, sus actores, su agudísimo humor negro y el resto de ingredientes que debe reunir un buen filme. Ahora bien, la película adquiere aún más valor cuando se mira su año de rodaje.
En agosto de 1963, el entonces embajador español en Roma montó en cólera cuando se enteró de que la película iba a ser proyectada en Venecia. Inmediatamente escribió una carta al ministro de Asuntos Exteriores: «… No me cabe en la cabeza que haya habido veinticinco personas de una comisión que hayan visto la película y no hayan reparado en la inmensa carga política acusadora que contiene…». Tenía toda la razón, porque el argumento, tan aparentemente ingenuo como el trasfondo social típico del cine español de la época, muestra a unos personajes convencionales si no fuera por lo controvertido de la profesión que le da título al filme.
José Luis (Nino Manfredi), un operario de una funeraria, conoce a Amadeo (José Isbert), un verdugo de garrote a punto de jubilarse que acaba de hacer su trabajo. En el encuentro, este se olvida su bolsa con las herramientas de trabajo y aquel acude a su casa a llevársela, donde conoce a Carmen (Emma Penella), la hija del verdugo, a quien seducirá. Un día, el bueno de Amadeo sorprende a la pareja en actitud íntima y José Luis, como caballero, se compromete con la joven. José Luis, cuyo deseo era emigrar a Alemania para prosperar como mecánico, termina aceptando heredar el cargo de verdugo a la jubilación de Amadeo, ya que su futuro suegro le ha insistido una y otra vez en que es la única manera de que su hija herede el piso que la Administración le ha ofrecido por sus años de servicio. José Luis, incapaz de ejecutar a nadie, confía en que nunca tendrá que ejercer su nuevo empleo.
La polémica fue suscitada por mostrar la existencia en España de la pena de muerte, algo que veladamente sí denuncian los guionistas, pero la trama revela en realidad la facilidad con que el hombre español de la década de 1960 se avenía a aceptar los condicionamientos sociales, fueran cuales fueran los medios para conseguirlos, siempre que estuvieran socialmente aceptados. «Si existe la pena de muerte —le decía Amadeo a José Luis—, alguien tiene que aplicarla». Esta frase definía al personaje de Isbert, un buen padre incapaz de emitir juicios sociales. Y al de Manfredi, quizá esta: «Yo creo que la gente debe morir en su cama, ¿no?». Esta inseguridad le llevará a aceptar el puesto de verdugo.
A pesar de la carta del embajador, de la exhibición del largometraje en Italia y de diversas manifestaciones en el extranjero contra la pena de muerte en España, los cines madrileños Gayarre, Palace, Pompeya, Rosales y Voz proyectaron la película por primera vez en España la tarde del 17 de febrero de 1964 (un lunes). El celuloide había recibido previamente catorce cortes y su metraje se había reducido cuatro minutos y medio, pero salió a la luz pública, algo que continúa dando la razón al señor diplomático, porque sigue pareciendo incomprensible hoy día.






