SABÍAS QUE ? Golpe militar contra la República (1936)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. El cardenal Cisneros lo nombró «procurador o protector universal de todos los indios».

2. Su Brevísima relación de la destrucción de las Indias hizo que en España se prohibiera la palabra «conquistador» para referirse a los colonos, aconsejándose el uso de otras como «poblador».

 

18 de julio

 

 Golpe militar contra la República (1936)

La noche del 12 de julio de 1936, el teniente José del Castillo, guardia de asalto y miembro de Unión Militar de Republicana Antifascista, era asesinado por militantes derechistas. Horas después, en represalia, hacían lo mismo un grupo de izquierdistas con José Calvo Sotelo, dirigente de Renovación Española. El enfrentamiento entre las dos Españas parecía inminente, ya que en todas partes se percibía una enorme tensión —tanto en el Parlamento y el Ejército como en la calle—, y el Congreso decidió prorrogar el estado de alarma, vigente desde mayo. Indalecio Prieto, socialista moderado, resumía amargamente la situación ante los periodistas: «Una cosa es cierta: unos y otros, por estupidez, nos vamos a merecer la catástrofe».

La insurrección militar empezó el 17 de julio en Melilla, antes de las cinco de la tarde. En Ceuta, el entonces coronel Yagüe recibió el aviso del éxito de la operación en la plaza melillense e hizo lo propio, declarando, además, el estado de guerra, mientras que en Tetuán se imponían los regulares. En otros sitios había confusión e incertidumbre, porque la insurrección estaba muy mal coordinada. El general Franco, sorprendido por la precipitación de los acontecimientos, se sublevó en Canarias el 18 de julio, llegando en avión a Marruecos al día siguiente.

Al amanecer, el Gobierno de la República emitió varios comunicados sobre los actos de rebelión en el norte de África, aunque también informó de que la sublevación no había sido secundada en la Península: «Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República. […] Una parte del Ejército que representa a España en Marruecos se ha levantado en armas […] sublevándose contra su propia Patria […]. El Gobierno declara que el movimiento está circunscrito a determinadas zonas del Protectorado y que nadie, absolutamente nadie, se ha sumado en la Península a tan absurdo intento». Pero no era cierto. El general Queipo de Llano se había hecho moralmente con Sevilla y había decretado el estado de guerra. Aun así, el Gobierno volvió a emitir otro comunicado: «Continúan todas las provincias españolas en absoluta obediencia al Gobierno de la República. […] En estos momentos han entrado en la ciudad [Sevilla], como refuerzo, un regimiento de Caballería al grito de ¡Viva la República». Ni uno ni otro tenían razón del todo, pero Queipo de Llano, enfadado, hizo un desmentido en cuanto pudo: «¡Españoles! El Gobierno agonizante, con un cinismo solo comparable a su miedo incontenido, anuncia por la radio la sumisión de todas las fuerzas que han asumido el honroso empeño de salvar a la Patria. Pronto se convencerá ese Gobierno indigno, por propia experiencia, de que el movimiento triunfante en toda España avanza con paso seguro hacia la capital de la República».

Asegurado el triunfo de la sublevación en el norte de África, el 19 de julio Franco se plantó en Tetuán para tomar el mando supremo del golpe militar. Casares Quiroga dimitió como presidente del Gobierno y Azaña intentó nombrar a otro que pactase con los rebeldes. Pero ya era tarde. La República aún contaba con la mitad del Ejército, y más de la mitad de la Guardia Civil y de los otros cuerpos de seguridad, que decidieron plantar cara. De todas formas, los primeros días de la Guerra Civil fueron de confusión general. Más de la mitad de la Península se mantuvo fiel a la República, incluida Madrid, y en muchas ciudades comenzaron a librarse los primeros combates en las calles.


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