SABÍAS QUE ? Fin del califato de Córdoba (1031)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. En lo que respecta al norte de África y sus aguas occidentales, el Tratado de Monteagudo se mantuvo en vigor dos siglos, hasta 1494, cuando se firmó el de Tordesillas.

2. El lema que trascendió del acuerdo fue que ambos reyes se consideraban mutuamente «amigos de sus amigos y enemigos de sus enemigos».

 

30 de noviembre

 

 Fin del califato de Córdoba (1031)

Al-Ándalus era a principios del siglo VIII un emirato dependiente del califa de Damasco, hasta que en el año 756 Abderramán I lo convirtió en independiente. Algo más de siglo y medio duró el dominio árabe bajo el gobierno de los emires, hasta que, en 929, Abderramán III elevó su reino a califato. Con la llegada al trono de su hijo al-Hakam II comenzó la época de mayor esplendor, convirtiendo la capital, Córdoba, en el centro intelectual más importante de la Europa de entonces. Su apogeo duró hasta la muerte de Almanzor (1002), momento en que el emirato se había extendido hasta las orillas del Duero (donde empezaba el reino de León), la frontera con el reino de Navarra y la Marca Superior de los condados pirenaicos hasta el de Barcelona.

A finales del siglo X, un geógrafo procedente de Oriente Medio llamado Mohamed ibn Hawqal dejó escrito de Córdoba: «La abundancia y el regocijo dominan todos los ámbitos de la vida. Los bienes y los medios para mostrar la opulencia son comunes a los grandes y a los pequeños, porque los capitales llegan hasta los operarios y los artesanos, gracias a los impuestos relajados, a la buena salud del país y a la riqueza del soberano, que no hace recaer el peso de los tributos». El viajero llegó en el momento justo, porque Almanzor, que desplazaría a Hisham II del trono, y sus hijos Abd al-Malik y Abd al-Rahman Sanchuelo cambiarían el rumbo del califato a comienzos del siglo XI. En 1009 tuvo lugar la rebelión de la aristocracia cordobesa contra la presión fiscal, lo que dio lugar a la fitna, la guerra civil.

La buena salud económica de Córdoba hizo posible la supervivencia durante unos años más de la estructura política omeya, a pesar de que entre los diez califas que hubo en las dos décadas que transcurrieron hasta la llegada de Hisham III al poder (1027) hubo tres que eran hamudíes. Durante ese tiempo comenzó a segregarse el emirato de Córdoba, que perdió un buen número de taifas: Albarracín, Almería, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Murcia, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza. Todos estos enfrentamientos fueron utilizados en beneficio propio por los reinos cristianos del norte, que saquearon territorio musulmán amparados en la alianza con uno u otro bando.

Hisham III fue proclamado califa en Alpuente (actual provincia de Valencia), pero no pudo entrar en Córdoba hasta dos años después, en 1029. En su ausencia dejó como gobernador de lo que quedaba del califato a su primer ministro, que agravó la situación con una subida de impuestos. La insurrección no se hizo esperar. Tras un levantamiento popular, el ministro del califa fue asesinado y Hisham fue desterrado (huyó a Huesca). Ese día, el 30 de noviembre de 1031, se proclamó la república, y el emirato de Córdoba quedó reducido —también su territorio— a una taifa más.


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