Pronunciamiento de Riego (1820)

 ENERO

 

1 de enero

 

El pronunciamiento de Riego fue uno más de los muchos que acontecieron durante el sexenio absolutista (1814-1820), si bien este alcanzó el fin que todos sus predecesores perseguían: el cambio político, social y económico que aboliera el Antiguo Régimen, tal y como ya lo habían intentado ocho años antes las Cortes de Cádiz.

El 1 de enero de 1820, el teniente coronel Rafael del Riego proclamaba la Constitución de 1812 en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, y dos días después reforzaba la rebelión el coronel Quiroga, líder militar del movimiento, con la ocupación de San Fernando. Ambos habían tomado posiciones con muy pocos medios materiales y humanos, y sin apenas oposición. ¿Cómo había sido esto posible?

A finales de 1819, un ejército aguardaba en Cádiz el momento de embarcar con destino a América para sofocar una de las múltiples insurrecciones independentistas que se sucedían en el nuevo continente. En realidad, muy pocos oficiales de los reunidos en Cádiz, entre los que se encontraba Riego, tenían deseos de combatir en América, ya que las noticias que llegaban de allí eran desesperanzadoras en todos los sentidos. La baja moral de las tropas expedicionarias fue bien aprovechada por la masonería, que consiguió motivarlas para una nueva misión. Aunque no estaban muy bien equipadas, ni muchos de sus oficiales convencidos de defender con su vida la causa liberal, la nueva empresa siempre era mejor opción que la de embarcar. Para fortuna de los masones, pero desgracia del pueblo llano, una epidemia de fiebre amarilla declarada en el sur de Andalucía amenazó Cádiz, por lo que se abortó el embarque y gran parte del ejército abandonó la ciudad hacia el interior.

Una vez producidos los levantamientos de Riego y Quiroga, los sublevados apenas tuvieron que luchar más que contra el tiempo, a pesar de que el Gobierno había enviado un ejército para sofocar la rebelión. La columna comandada por Riego, que había salido de Las Cabezas en busca de ayuda, terminó dispersada sin haber sufrido ningún enfrentamiento importante con las tropas gubernamentales. Además, a partir de febrero, una ola de pronunciamientos por todo el país acompañaron al de Riego —las sociedades secretas habían contribuido en gran medida al éxito de la revolución, organizando diversos movimientos—.

El pueblo, mayoritariamente monárquico, también influyó con su propia pasividad. Era tal su deseo de cambio que vio en la causa liberal una salida a su crítica situación. Esto, que fue percibido por el propio rey Fernando VII, tan deseado por las masas una década atrás, dio lugar a una reacción oficial: el 4 de marzo el Gobierno publicaba un decreto por el que se reconocía el mal momento que atravesaba el país y se comprometía a realizar las reformas que no había hecho durante el sexenio 1814-1820, si bien con la intención de que fueran «una firme barrera y sostén fuerte contra las ideas perturbadoras del orden».

Aun así, el 7 de marzo, Fernando VII aceptaba la Constitución y dos días después la juraba. En julio, las nuevas Cortes daban a los liberales la primera oportunidad de ejercer de forma efectiva una política nunca vista antes en España, inaugurándose el Trienio Liberal (1820-1823).


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