SABÍAS QUE ? Inicio de la «revolución de octubre» (1934)

¿SABÍAS QUE…?

 

1. Beatificada en 1614 y canonizada en 1622, en 1970 fue nombrada doctora universal de la Iglesia, la primera de las cuatro mujeres de entre los otros treinta y dos doctores que completan la lista.

2. Fray Luis de León escribió en 1588 que, por su pureza y sencillez, difícilmente se podría encontrar un escritor de la talla de Teresa de Jesús.

 

5 de octubre

 

 Inicio de la «revolución de octubre» (1934)

El resultado de las elecciones de noviembre de 1933 no pudo ser más desalentador para los constituyentes de la República: la derecha y el centro-derecha dieron un vuelco a la composición del Parlamento, aunque el Partido Radical del republicano Alejandro Lerroux consiguió formar un Gobierno minoritario apoyado por la monárquica CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), que fue la coalición más votada. Los socialistas de Prieto y Largo Caballero amenazaron con «echarse a la calle a por todas» si algún miembro de la CEDA entraba en el Gabinete, y así aguantaron hasta los primeros días de octubre de 1934, cuando la coalición retiró su apoyo al Gobierno de Samper y Alcalá-Zamora no tuvo más remedio que aconsejar a Lerroux que metiera a algún ministro cedista en su nuevo Ejecutivo.

Así lo hizo Lerroux el día 4, pero con tres carteras. La reacción fue inmediata. En la madrugada del día siguiente, viernes 5 de octubre, la UGT, con el apoyo del PSOE y algunos sectores de la CNT, la FAI y el PCE, cumplió sus amenazas y dio el pistoletazo de salida en Madrid a la huelga general anunciada. Al amanecer, los puntos más calientes —Madrid, Barcelona y Bilbao— esperaban acontecimientos con tensa calma y, por ejemplo, en la capital se registraron disturbios que fueron sofocados con rapidez. Pero la sorpresa llegó de Asturias: los mineros, perfectamente organizados, tomaron ayuntamientos y atacaron iglesias, se hicieron con una veintena de cuarteles de la Guardia Civil e implantaron su «república socialista asturiana». La reacción del Gobierno, que declaró el estado de guerra, fue enviar de inmediato al ejército para disolver a los insurrectos, pero estos pudieron detener su paso a quince kilómetros del límite de la región. Ahí dio comienzo a una auténtica guerra.

Al día siguiente, la Generalitat, presidida por la Esquerra Republicana de Lluís Companys, proclamó el «Estado catalán» dentro de una «República Federal española», aunque fue disuelto en menos de doce horas por el general Batet, que detuvo a casi todos los miembros del Govern, incluido Companys. El día 7, la sede del Ministerio de la Gobernación en Madrid fue tiroteada por francotiradores y, durante los cuatro días siguientes, la capital se convirtió en un hervidero que solo pudo contenerse gracias a la presencia militar. El 9 de octubre, el Comité Revolucionario de Oviedo organizó la Guardia Roja con «miembros de los partidos y juventudes obreras de la localidad» para «velar por el orden y la buena marcha de la Revolución». Finalmente, los mineros asturianos fueron rodeados por un arco formado por miles de soldados de infantería, mientras dos buques de guerra desembarcaban a las tropas africanas de Regulares —tras doce siglos, los «moros» volvían a poner pie en Asturias— y del Tercio.

El día 12 la situación ya estaba totalmente controlada en Madrid, y el 13 la insurrección asturiana fue aplastada a modo de «ensayo premonitorio» de la Guerra Civil (estallaría en menos de dos años), con cerca de mil quinientos obreros y dos centenares de militares muertos. Los disturbios continuaron hasta el 19 de octubre, y a partir de entonces se iniciaron los duros reproches políticos tanto por parte de los partidarios de endurecer la política gubernativa —hubo miles de detenciones— como de los de debilitar la colaboración parlamentaria entre radicales y cedistas, colaboración que terminaría en diciembre de 1935.


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